Los curanderos
¿Realmente curan algunos curanderos? ¿Pueden solucionar lo que a los médicos les
ha resultado imposible? ¿Tienen una ciencia propia e incluso poderes mágicos?
¿Por qué no probar suerte con ellos? ¿Son una posibilidad alternativa de la
medicina clásica?
No es
fácil contestar algunas de estas preguntas. Habría que decir «sí» a algunas y
«no» a otras. Pero resulta imprescindible aclarar desde un primer momento que
existen muchos tipos de curanderos, y que por tanto, no se puede generalizar
homologando a unos con otros.
La
medicina clásica en los países desarrollados, especialmente la practicada dentro
de algunas instituciones, se ha deshumanizado progresivamente durante los
últimos años. La falta de tiempo del médico, que debe atender durante un período
determinado a un número excesivo de enfermos y los avances técnicos en el
diagnóstico que ha experimentado la medicina en los últimos tiempos han dado
lugar a que, a veces, el enfermo no sea comprendido en su totalidad, para pasar
a ser considerado casi como «un cuerpo enfermo». Esto ha dado lugar a que el
paciente no se sienta identificado con su médico (muchas veces, son siempre
distintos los que lo atienden)» ni comprendido totalmente en su problema, lo que
le genera una desconfianza que dificulta psicológicamente su curación; y no
solamente esto, sino que esta desconfianza lo lleva muchas veces a no seguir el
tratamiento recomendado o a seguirlo de forma distinta o inconstante.
Muchos
curanderos, sin embargo, tienen más tiempo y habilidad psicológica que los
médicos que trabajan en estas condiciones, con lo que logran con cierta
facilidad la confianza del paciente, lo que en muchos casos es un arma
definitiva para su curación. El efecto del placebo, es decir, de la ingestión
por parte del paciente de una sustancia sin ningún tipo de propiedades
farmacológicas se ha demostrado de cierta eficacia a la hora de aliviar o curar
un buen número de enfermedades. El éxito aumenta cuando la persona que prescribe
este placebo lo hace asegurando que será curativo por medio de la sugestión.
En el
caso de algunos trastornos psicopatológicos, la eficacia de la sugestión cobra
una importancia especialmente relevante, como en el caso de los trastornos de
tipo histérico. En las neurosis histéricas o de conversión la persona traduce su
conflicto y síntomas psíquicos en trastornos corporales, como parálisis de las
extremidades, cegueras, afonías, etc. Un tratamiento suficientemente sugestivo
puede llegar a conseguir la curación de estas personas, incluso de forma
automática. Lo mismo puede decirse de otros síntomas o dolores corporales que no
tienen fundamento orgánico. En estos casos, un curandero hábil y experto puede
lograr un éxito que llenará de asombro a toda persona que desconozca este tipo
de patologías. Tanto más si tenemos en cuenta que estos enfermos son los más
fáciles de sugestionar.
Es cierto
también que algunos curanderos tienen grandes habilidades en algunos terrenos,
especialmente en el campo de la traumatología, y reducen luxaciones o fracturas
adecuadamente, aunque muchas veces sin el control y visualización radiográfica
necesario para asegurarse de que el hueso dislocado, por ejemplo, se hallará
definitivamente en una posición correcta. Otros conocen medicamentos naturales
(hierbas, sobre todo) que pueden paliar o incluso curar algunos trastornos, pero
que en general dan unos resultados más pobres que los fármacos utilizados por
los médicos.
Acudir a
un curandero puede, algunas veces, solucionar un problema, pero también implica
exponerse a un buen número de riesgos. Se puede ver retrasado un tratamiento
médico tradicional, con lo que el pronóstico puede ser entonces más sombrío. A
veces el tratamiento recomendado por el curandero, especialmente cuando se trata
de enfermedades graves o quirúrgicas, no sólo no está indicado, sino que puede
agravar la enfermedad. Por último, puede ser que el tratamiento no empeore la
enfermedad, pero al no ser el más indicado, en relación con los conocimientos
actuales, se puede ver retrasado el proceso de curación, o lo que es peor,
pueden quedar una serie de secuelas para toda la vida que se podían haber
evitado siguiendo un tratamiento correcto.