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El cuerpo etéreo y las corrientes de energía.
Cuando la enseñanza oculta ha llegado al punto en que comienzan a girar las
flores de loto descritas en los párrafos precedentes, mucho ha logrado el
discípulo de lo que conduce a provocar en su cuerpo etéreo corrientes y
movimientos bien definidos. Este desarrollo da lugar a la formación de una
especie de centro en la región del corazón físico de donde irradian
corrientes y movimientos de los más variados colores y formas espirituales.
Este centro, en realidad, no es meramente un punto, sino una estructura muy
compleja, un órgano maravilloso; brilla y centellea espiritualmente en los
más diversos colores y ostenta formas de gran regularidad, susceptibles de
cambiar rápidamente. Otras formas y corrientes de diversos colores parten de
este órgano hacia las demás partes del organismo y también lo trascienden,
atravesando e iluminando todo el cuerpo anímico; pero las corrientes más
importantes fluyen hacia las flores de loto, circulan por todos los pétalos,
regulan su rotación y salen por sus puntas para perderse en el espacio
exterior. Cuanto más evolucionado está el hombre, tanto más amplia es la
esfera dentro de la cual se propagan estas corrientes.
Particularmente estrecha es la conexión de la flor de loto de doce pétalos
con el centro descrito. Las corrientes fluyen directamente hacia y a través
de ella, por un lado, hacia los lotos de dieciséis y de dos pétalos; por el
otro (el de abajo), hacia las flores de loto de ocho, seis y cuatro pétalos.
Es por esta organización que en la enseñanza oculta debe ponerse especial
cuidado en el desarrollo de la flor de loto de doce pétalos, pues en caso de
cualquier desacierto al respecto, el desenvolvimiento de todo este sistema
resultaría desordenado.
Lo que antecede da una idea de cuan delicado e íntimo es el carácter de la
enseñanza oculta y con cuánta exactitud hay que proceder para que todo se
desarrolle de la debida manera. Se comprenderá también fácilmente que sólo
puede dar instrucciones para el desarrollo de facultades suprasensibles,
quien haya experimentado por sí mismo lo que él se proponga desenvolver en
otro, y quien esté plenamente capacitado para verificar si sus indicaciones
realmente producen el resultado correcto.
Si el discípulo procede de acuerdo con las indicaciones recibidas, dota a su
cuerpo etéreo de corrientes que están en armonía con las leyes y evolución
del mundo al que pertenece el ser humano. Por esta razón, esas indicaciones
siempre son trasunto de las grandes leyes de la evolución del mundo.
Consisten en los ejercicios de meditación y concentración ya mencionados y
otros similares, los cuales, practicados debidamente, producirán los efectos
descritos.
En determinados momentos, el discípulo debe compenetrarse enteramente del
contenido de dichos ejercicios, de modo que, en cierto modo, se sienta
interiormente impregnado de él. Se comienza con ejercicios sencillos que,
ante todo, sean apropiados para profundizar y dar un carácter más íntimo al
pensar sensato y razonado. De este modo, el pensar quedará libre e
independiente de todas las impresiones y experiencias sensorias; se
concentrará como en un punto que estará bajo el absoluto dominio del hombre.
Así se crea un centro interino para las corrientes del cuerpo etéreo. Este
centro no está aún en la región del corazón, sino en la cabeza, donde se
presenta al clarividente como el punto céntrico del que salen los
movimientos.
Sólo tendrá completo éxito la enseñanza oculta que, en primer lugar, se
empeñe en crear este centro. Si el centro se despertara desde el principio
en la región del corazón, el clarividente en ciernes, si bien lograría
cierta visión de los mundos superiores, no podría en verdad comprender las
relaciones entre estos mundos superiores y nuestro mundo sensible,
comprensión absolutamente necesaria para el hombre de la actual etapa
evolutiva. El clarividente jamás debe convertirse en romántico, lleno de
ilusiones, ni dejar de pisar terreno firme.
El centro creado en la cabeza, una vez debidamente fortalecido, será
trasladado hacia más abajo, hacia la región de la laringe, lo que se
consigue mediante la prosecución de los ejercicios de concentración. Como
resultado, las corrientes del cuerpo etéreo partirán de esta última región e
iluminarán el espacio anímico en torno al hombre.
Continuando los ejercicios, el discípulo adquiere la capacidad de determinar
por sí mismo la posición de su cuerpo etéreo. Antes, esta posición dependía
de fuerzas exteriores procedentes del cuerpo físico. Con el progreso de su
desarrollo, el hombre llega a ser capaz de girar su cuerpo etéreo hacia
todos los lados. Esta facultad se produce gracias a las corrientes que
circulan aproximadamente a lo largo de ambas manos, partiendo del loto de
dos pétalos situado en la región de los ojos.
Todo esto es posible por el hecho de que las radiaciones que parten de la
laringe, asumen formas redondas, parte de las cuales fluyen hacia el loto de
dos pétalos de donde se encauzan, en corrientes ondulantes, a lo largo de
las manos. Como resultado ulterior estas corrientes se subdividen y se
ramifican de la manera más sutil, entrelazándose para formar una especie de
tejido que se transforma para delimitar, como si fuera con una red, todo el
cuerpo etéreo. |
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