|
Conclusiones sobre la
depresión.
La depresión entre los adultos de edad avanzada puede estar relacionada con
un conjunto de factores de estrés que, ante la presencia de los factores de
vulnerabilidad depresogénicos, contribuyan a la aparición de estos síntomas.
Los diferentes modelos teóricos para explicar los comportamientos asociados
a la depresión insisten en la importancia de estos factores de estrés así
como de las respuestas que los familiares o los miembros de la institución
en particular pueden dar a las conductas depresivas del paciente. El modo en
el que la persona interpreta esas interacciones así como su pasado y su
futuro son igualmente básicos en el mantenimiento de sus síntomas.
Asimismo, la depresión en los mayores debe ser objeto de un diagnóstico
adecuado, estableciendo con precisión criterios discriminativos del
trastorno que ayuden en la clarificación del mismo y en su diferenciación de
otros problemas psiquiátricos o físicos (demencia, problemas de ansiedad,
problemas psicóticos, etc.). Para ello hay que tener en cuenta que la
depresión entre las personas mayores puede presentarse de tal modo que se
confunda con facilidad con otras psicopatologías.
La evaluación requiere, a su vez, una atención especial y un análisis
complejo de diferentes variables que interactúan entre sí para favorecer la
aparición de este síndrome. Generalmente se incluye el análisis de
situaciones físicas, económicas o sociales que reciben más importancia que
en la vida adulta. Para que esta evaluación sea fiable y pueda basarse en
ella la intervención, la empatía con el paciente se presenta como necesaria
para que el terapeuta pueda recoger el estado real del paciente y pueda
crearse una buena alianza terapéutica.
Métodos específicos de evaluación deben ser utilizados con esta población
para asegurarse de que se realiza una detallada recogida de la información
(autoinformes con sistemas de respuesta sencillos, autorregistros
especiales, fáciles de rellenar, sugerencias de escribir en un diario,
etc.).
Es deseable que la intervención que sea en grupo y que cuente con la
participación de expacientes ya tratados con éxito que actúen como modelo de
los pacientes nuevos y ayuden a estos para motivarles al cambio y aliviar su
desesperanza. Existen al respecto diferentes programas de intervención
detallados que incluyen el trabajo de los objetivos típicos con un conjunto
de técnicas clásicas para el desarrollo de éstos.
Se recomienda también tener en cuenta que el trabajo con esta población
presenta algunas características peculiares que requieren que el terapeuta
adapte el formato de las sesiones o el contenido y tareas terapéuticas.
También es conveniente que los profesionales de la salud presenten en su
repertorio un conjunto de habilidades terapéuticas que les alejen de los
prejuicios que la sociedad tiene con respecto a las personas mayores en
general y que faciliten la labor terapéutica.
Por último, se debe señalar que la prevención de la depresión y del suicidio
de suma importancia en estas edades debido a su frecuencia de aparición y
dificultad para diagnosticarlos adecuadamente, debería ser prioritaria en la
salud pública. Pacientes con problemas de alcoholismo, o cuidadores
primarios de familiares con enfermedades físicas graves como la demencia
deberían recibir un apoyo especial para disminuir la probabilidad de que se
depriman o cometan un acto suicida. En particular, la atención al suicidio
debería llevar a la evaluación de los factores de riesgo y la propuesta de
programas de actuación antes de que se consuman los actos suicidas. No se
puede olvidar que una de las maneras más sencillas de hacer prevención del
suicido es conseguir que todos los pacientes con depresión o
drogodependientes reciban un tratamiento para sus problemas antes de que
éstos sean demasiado graves y perturbadores. Sin embargo, las cifras al
respecto que se han comentado en este capítulo son alarmantes y además en su
mayoría estos pacientes no reciben ningún tratamiento para su depresión o
sus conductas adictivas. Si, por otro lado, se tiene en cuenta que existen
tratamientos eficaces para estos problemas, la situación se aprecia con
mayor preocupación.
Sólo podemos terminar recordando que los profesionales de la salud y las
instituciones públicas están en la obligación de hacer todo lo posible para
resolver este grave problema, si queremos que la edad avanzada no se
convierta en sí misma en una situación de riesgo. |
|