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Fuerza, pasión
A nivel del alma, la vida no es cómoda. Es apasionante, llena de
imprevistos, de superación y de actividades creadoras, pero no cómoda.
Cuando se manifiesta la presencia del alma, la persona tiene una gran fuerza
interna, una solidez a toda prueba y sus acciones están animadas por una
gran pasión. No es la pasión emocional del ego, que desequilibra y destruye.
Es toda la potencia del cuerpo emocional dirigida por la «voluntad de bien»,
que impulsa a realizar acciones hermosas y buenas, que da osadía para salir
de lo ordinario y crear lo extraordinario. Es la pasión por saber y conocer
más, por comprender mejor; es la pasión por el descubrimiento y la
superación; es la pasión por crear, por colaborar, por ayudar; es la pasión
por la vida en todo lo que tiene de más hermoso y creativo.
Todas esas pasiones, si no están mezcladas con deseos del ego, se viven en
un absoluto silencio interior. No van acompañadas de expectativas, llevan en
sí mismas su recompensa. Proporcionan una energía casi infinita, la energía
del Amor. Es la pasión del compositor por escribir su música, la del
bailarín que practica incansablemente su arte durante años; es la pasión del
médico por su profesión, que le hace recorrer los campos en plena noche para
atender a un enfermo; es la pasión del profesor, que no cuenta las horas que
dedica a ayudar a sus alumnos; es la pasión que procede directamente del
corazón y de un profundo amor a la Vida. Es la pasión que impulsa al ser
humano a salir de los límites estrechos de su comodidad y a vivir en
plenitud. Porque vivir cómodamente es estar ya muerto. Esa fuerza, esa
pasión es lo que se llama a veces «el fuego sagrado», expresión muy
acertada, porque es el fuego del alma que arde en el corazón y que hace que
la vida tome todo su significado.
Lo más hermoso que puede sucedería a un ser humano es descubrir ese fuego
sagrado, el fuego de su alma, y hacer que su vida entera sea la expresión de
ese fuego interior -muchas vivencias personales que nos emocionan
profundamente son vivencias de ese fuego sagrado. La película El club de los
poetas muertos, que es un clásico del género, es un ejemplo de ello. |
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