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Amor incondicional, compasión
El amor es la cualidad fundamental que se pone de manifiesto cuando se
establece el contacto con el alma, evidentemente. Pero ¿de qué hablamos
cuando hablamos de amor? Nos han dicho que Dios es amor, que el alma es
amor, y que todo en el universo está sostenido por la energía del amor.
Sobre el amor se han escrito innumerables libros, poemas, música; obras de
arte de todo tipo han cantado el amor. Sin embargo, bien poca cosa se puede
decir sobre la dinámica cósmica del amor. En su forma universal es la gran
ley de atracción, que comprende realidades muy distintas. El amor vivido a
nivel del Ser es muy distinto del amor-emoción, que procede fundamentalmente
del mecanismo del deseo, de la carencia afectiva, de la necesidad de poseer
o de dominar, de la proyección sobre el otro de viejas memorias que
permanecen aún activas. Es una reacción emocional que pone condiciones (en
realidad, no tiene nada que ver con el amor), a saber: «te amo» sí tú
satisfaces los deseos de mi ordenador. Si no, «te detesto» o, en el menor de
los casos, «no me interesas». Ese pseudoamor es en realidad una lucha por la
energía, una ocasión de tomar; en todo caso, si se da, es con la esperanza
de retorno. Es una maraña emocional que causa estrés y malhumor, y mantiene
al ser humano prisionero de sus propios mecanismos. Todas las novelas de
amor, los dramas pasionales y las historias que se han ido contando en la
humanidad desde hace siglos no hacen sino ilustrar la dificultad de vivir el
amor verdadero por encima de los mecanismos de la personalidad.
No
mezcléis el deseo con el amor.
El deseo busca, frenéticamente una gratificación tras otra.
El amor se satisface en sí mismo.
Anónimo.
El
amor a nivel del alma es una realidad muy distinta, en efecto. El alma vive
en la plenitud, por lo que le resulta fácil y natural el amor incondicional
hecho de don de sí, de apertura, de aceptación, de compasión y de servicio.
Es un amor que se apoya en una gran libertad interior, en una gran madurez.
Todas las cualidades del alma están incluidas en él; es la expresión de la
esencia del alma.
El amor no es ni un sentimiento ni una emoción... El amor es la fuerza
superior que guía los mundos, que lo integra todo, que todo lo une, que todo
lo incluye, que empuja a la Deidad misma a la acción. Es difícil que
florezca el amor, hasta tal punto pues el egoísmo es inherente a la
naturaleza humana.
La motivación del amor verdadero es un deseo apasionado que la persona amada
(o el objeto amado) actualiza plenamente; lleva inherente en sí misma su
propia perfección, independientemente de las consecuencias que tenga para el
que ama; es un estado de servicio.
La verdad es que antes de haber recorrido un largo camino, antes de una gran
transformación, no es posible amar en el verdadero sentido de la palabra
amor. Debe reconocerse esta verdad, y uno puede fijarse como objetivo para
su plena realización humana alcanzar esa capacidad para el amor.
Tal vez ahora comprendemos mejor por qué es tan difícil amar. Mientras no
estemos en contacto con esa libertad y esa plenitud del alma, mientras el
ordenador esté cargado de viejas memorias, no podremos amar de verdad.
Pensamos a menudo que el amor hace sufrir. No es el amor lo que está en el
origen de nuestros sufrimientos, sino nuestra incapacidad para amar de
verdad.
El
dolor que causa el amor
es la incapacidad de hacer frente a una situación
desde el punto de vista del alma.
Anónimo.
La
verdadera fuerza del amor nos impulsa a dar, a olvidarnos de nosotros
mismos, a desprendernos del ego, y todo eso es doloroso para la
personalidad. No vale la pena que nos culpabilicemos por ello; lo que
necesitamos es, sencillamente, sanar; y sanaremos poniendo en práctica los
valores del alma, poniendo en práctica el amor.
El amor verdadero no se vive sólo en las relaciones entre seres humanos, ni
mucho menos, aunque es donde se encuentra más deformado. La verdadera fuente
de amor y de respeto inunda nuestra relación con todo lo que nos rodea, nos
lleva en particular a amar la Tierra, un amor que se traduce en el respeto a
la Naturaleza (el movimiento ecológico pone de manifiesto que existe en el
planeta una nueva consciencia de amor) y el amor a los animales. No es
sensiblería, es la expresión de un amor y de un respeto profundo por toda la
Creación.
Vivir llevando en sí mismo la energía del amor procedente del alma es vivir
libre, en estado de gracia.
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