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Un modelo de la
constitución del ser humano
En primer lugar, he aquí un modelo sencillo en gran medida reconocido y
fácil de utilizar. Según este modelo, el ser humano está constituido
esencialmente por una consciencia superior, denominada de forma distinta
según las tradiciones: Yo superior, Ángel solar, Ser espiritual. Ángel de la
presencia, Cristo interior, Ego (con E mayúscula), Espíritu, dios interior,
Atman, etc. A esa esencia del ser humano lo llamaremos aquí Ser o alma. Es
la expresión directa de una consciencia muy elevada, de una consciencia que
podríamos calificar como «divina» para expresar, entre otros, el hecho de
que es portadora de las cualidades más hermosas y más grandes que el ser
humano pueda imaginar. No es posible describir verbalmente esa esencia, pues
está muy por encima de la consciencia mental que utiliza las palabras. Pero
el ser humano es capaz de presentir su realidad en cuanto se desarrolla un
poco en su interior; y puede llegar a experimentarla de modo directo y claro
en una etapa posterior. Consideraremos aquí que el ser humano es
esencialmente ese Ser, esa alma.
En este apartado de la Web utilizaremos los términos Ser o alma
indistintamente, puesto que representan la misma realidad. Queremos
subrayar, además, que utilizamos el término «alma» sin ninguna connotación
religiosa. Significará aquí esencia, como cuando se habla del «alma de
cualquier cosa».
El Ser existe en un nivel vibratorio más elevado que el de los tres mundos
(físico, emocional y mental), y, para expresar su voluntad en los tres
niveles inferiores, necesita un instrumento. Ese instrumento es lo que
nosotros conocemos como forma humana, constituida por un cuerpo
físico-etérico, un sistema emocional y un sistema mental. A ese instrumento
lo llamaremos personalidad o ego, los dos términos serán utilizados
indistintamente en este espacio, puesto que representan lo mismo.
Al cuerpo etérico también se le llama cuerpo vital en algunas enseñanzas. Es
el doble energético del cuerpo físico que, sin él, no seria más que un
amasijo de materia sin energía, sin consciencia y sin vida. Es en ese cuerpo
en el que trabaja, por ejemplo, la acupuntura y resulta relativamente fácil
verlo con los propios ojos.
Consideramos pues que, intrínsecamente, el ser humano es un alma que posee
un instrumento (el ego) que debe permitirle expresarse en los tres mundos.
Podríamos comparar el Ser con un violinista que necesita un violín (la
personalidad) para expresar de modo concreto la belleza de la música que
lleva en sí.
Podemos considerar que, en cuanto al Ser, el ser humano es perfecto. La
finalidad del proceso de la evolución, y, por lo tanto, la finalidad de
nuestra existencia en la Tierra, no es adquirir una perfección que ya
existe, sino más bien construir un instrumento (personalidad, ego) que sea
totalmente dócil y receptivo a la energía y a la voluntad del alma, de modo
que ésta pueda expresar directa y concretamente en el mundo su perfección.
Cuando se haya alcanzado el objetivo, nuestros tres cuerpos (físico,
emocional y mental) serán la expresión directa de la perfección, de la
belleza, de la inteligencia, del amor, de la potencia; en una palabra, de
todas las cualidades «divinas» del Ser. Entonces estaremos en condiciones de
crear en la Tierra un mundo de paz, de belleza y de amor para nosotros
mismos y para los demás (el «Reino de Dios»).
En cuanto al instrumento, hay que decir que, actualmente, todavía está en
construcción, aún no se ha alcanzado el objetivo de lo que se llama
generalmente el proceso de «evolución». Por eso, si bien todo ser humano es
perfecto en su esencia, es decir, con respecto al Ser, esa perfección
todavía no se manifiesta de un modo concreto en la Tierra, ni muchísimo
menos. En lugar de la paz del Ser hay guerra, en vez de amor hay miedo y
odio, en lugar de alegría tenemos tribulaciones, en vez del conocimiento
vivimos en la ignorancia; la belleza está escondida tras la falta de
armonía, el respeto está barrido por la manipulación, la felicidad
desaparece bajo el sufrimiento, en lugar de libertad y dominio tenemos
impotencia y limitaciones...
Si tomamos de nuevo la analogía del músico y de su instrumento, el Ser es un
violinista genial, inspiradísimo y de un talento extraordinario. El ego es
un violín todavía en construcción: la caja no está terminada del todo, el
sistema de claves todavía no está a punto. Por genial que sea el violinista,
todavía no puede tocar una hermosa melodía. Por perfecto que sea nuestro
Ser, aún no puede expresar su belleza, ni su riqueza, ni su potencia en este
mundo.
La estructura actual del ser humano, en particular la de su personalidad (el
estado del violín), es el resultado de un proceso complejo que llamamos
involución-evolución.
En la actualidad, estamos desarrollándolo. El violín no está terminado; es
decir, nuestra personalidad todavía no está a punto. Si nuestros
comportamientos no están aún impregnados de sabiduría, de amor, de serenidad
y de inteligencia, no es porque seamos malos o incapaces. Es sencillamente
porque, en lo que se refiere a la personalidad, estamos todavía en
construcción, no estamos terminados... Se acabó lo de culpabilizarnos por no
ser santos; nadie tiene que culpabilizarse por eso. Basta darse cuenta de
esa realidad y no estar resentido contra el violín porque no funciona bien,
ni exigir que toque como el del vecino; hemos de asumir la responsabilidad
de nuestro propio instrumento, y continuar construyéndolo y perfeccionándolo
para poder extraer de él las melodías más hermosas, expresión del genio del
artista que somos todos en esencia.
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