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El mecanismo de la mente inferior abandonada a sí misma III

3. PRIMERA CONSECUENCIA DE ESE MECANISMO. PERCEPCIÓN ERRÓNEA DE LA REALIDAD

Si la consciencia funciona sólo en la mente inferior, es evidente que somos incapaces de percibir una determinada situación tal como es, porque la asimilamos a una experiencia pasada que, en general, no tiene mucho que ver con la situación presente. Cualquier mínimo detalle nos hace reaccionar como en el pasado, y creemos que estamos percibiendo la realidad presente tal como es cuando sólo estamos proyectando sobre ella una situación pasada. Por eso, en algunas tradiciones orientales se enseña que el mundo es una ilusión. En realidad, no es el mundo lo que es una ilusión, sino nuestra percepción de él, porque, en la medida en que nuestra consciencia está aprisionada en el ego, nuestra percepción es completamente ilusoria.

Robert tiene cinco años. Su madre ha organizado hoy una pequeña fiesta familiar en honor de una hermana suya que regresa de un largo viaje. Es una dama célebre en el mundo del periodismo. Tiene un pelo rubio y ondulado que le llega hasta los hombros en una bonita melena, lleva unas gafas grandes de montura dorada, y tiene una gran personalidad. Todo el mundo la escucha encantado. Al llegar los postres, a los niños les dan un vaso de leche con cacao además del pastel. Le dan a Robert el suyo y, cuando se lo dan a Marie, su prima, ésta empuja a Robert sin querer y la leche con cacao se derrama sobre su bonita camisa blanca. Al ver lo que ha pasado, Marie da un grito; todas las miradas se clavan en Robert que, abochornado, ve cómo su preciosa camisa blanca se ha vuelto marrón de forma inesperada. En ese momento, su tía, un poco harta del alboroto de los niños, aprovecha el silencio general para poner en ridículo a Robert dirigiéndole unas palabras mordaces. Todo el mundo se ríe, excepto Robert, que se levanta de la mesa cabizbajo y va a encerrarse en su cuarto. Para él, la fiesta ha terminado, aun cuando sabe que luego habrá juegos para los niños y una película sobre leones que ha traído su tía del último viaje. No saldrá de su habitación durante el resto del día.

Robert acaba de vivir un fuerte choque emocional y su mente inferior lo ha registrado todo: el aspecto y el rostro que tenía su tía mientras le hablaba, sus largos cabellos rubios ondulados, y sus gafas de montura dorada. El incidente será pronto olvidado, es decir, pronto dejará de ser accesible conscientemente. Pero el mecanismo de la mente inferior lo ha inscrito todo en su memoria y, a partir de ese momento, condicionará muchas de sus reacciones y decisiones sin que él se dé cuenta. He aquí lo que le ocurrió en una ocasión:

Una vez terminados sus estudios, Robert se pone a buscar trabajo. Un buen día recibe por correo una respuesta favorable a una de sus solicitudes; le proponen que acuda a una entrevista que seguramente le permitirá acceder a un trabajo muy interesante. Muy contento, llama por teléfono, y habla con la persona que le hará la entrevista, una señora. La conversación telefónica no puede ser más agradable, y, de común acuerdo, deciden que el encuentro tenga lugar esa misma tarde. Se prepara físicamente vistiéndose muy bien y, mentalmente, repasa los conocimientos que lo capacitan para ese empleo así como también sus aptitudes personales. Está muy seguro de sí mismo, porque sus competencias corresponden al perfil que se solicita. Llega al lugar de la cita tranquilo, relajado, confiado. Le hacen pasar al despacho de la persona responsable de la selección de personal, la señora con la que ha hablado por la mañana, una dama de cierta edad, que le recibe amablemente y le invita a tomar asiento. Aunque la acogida es cordial, Robert se siente de pronto muy nervioso, muy incómodo. La señora empieza a hacerle algunas preguntas y él contesta a todo al revés. Se siente muy mal y ve cómo va perdiendo poco apoco todas sus posibilidades. Él, que había preparado su presentación con tanto esmero, y que de ordinario se expresa con tanta facilidad, habla entrecortadamente, se contradice, da explicaciones inútiles, y acaba por dar la imagen de alguien que no sabe lo que quiere. Terminada la entrevista, Robert está derrumbado. Se da cuenta de que se ha conducido de manera estúpida. Incluso ha olvidado mencionar que posee una experiencia profesional específica, que hubiera sido una baza importante para ese trabajo. Y el caso es que había llegado en plena forma y de buen humor. ¿ Qué ha pasado?

La dama en cuestión era una señora de cierta edad, tenía el pelo rubio, y llevaba unas grandes gafas de montura dorada... Robert, sin establecer conscientemente ninguna relación, sin darse cuenta siquiera, se ha dejado atrapar por el mecanismo emocional de la mente inferior. En el momento de la entrevista, se ha convertido de pronto en el niño de cinco anos que fue, y ha perdido todos sus recursos de adulto aprisionado en el miedo al ridículo, en el miedo a esa señora que, por supuesto, no tenía nada que ver con su tía. Pero, para el inconsciente, aquella señora o su tía, eran lo mismo. La herida del pasado ha salido de nuevo a la superficie y ha reactivado un comportamiento en contradicción con lo que Robert deseaba conscientemente. Cuando no se han borrado los recuerdos del inconsciente, éste es más fuerte que la parte consciente. El inconsciente nos hace hacer cosas incongruentes porque tiene su propia lógica, su propia voluntad, que es distinta de nuestra voluntad consciente.

También aquí encontramos algunos principios del análisis junguiano. He aquí otro extracto de “L'homme a la découverte de son ame”, de Cari G. Jung:

Toda constelación de complejos suscita un estado de consciencia perturbado: deja de haber unidad de consciencia, y la intención voluntaria, aunque no es del todo imposible, está seriamente obstaculizada... De todo ello hay que concluir que el complejo es un factor psíquico que, desde un punto de vista energético, posee una potencialidad mayor en algunos momentos que la de la intención consciente; de lo contrario, no serían posibles semejantes irrupciones en el ordenamiento de la consciencia. De hecho, un complejo activo nos hunde en un estado de no libertad, de pensamientos obsesivos y de acciones coercitivas.


Dos consecuencias directas de esa percepción errónea de la realidad:

a) Ineficacia e incapacidad de vivir el momento presente

Es evidente que, cualesquiera que sean los comportamientos a los que da lugar la respuesta automática del ordenador, existen muchas probabilidades de que no sean adecuadas a la situación presente, puesto que el detalle que los ha reactivado dista mucho de representar la realidad. La reacción a que da lugar, no sólo corresponde a viejos escenarios que nada tienen que ver con la realidad del momento, sino que, además, hace que nos volvamos ciegos y sordos para percibirla. Nos hace incapaces de entrar en contacto verdaderamente con la realidad del momento presente. Y, al no ser conscientes de lo que en realidad ocurre, perdemos la capacidad de discernimiento, el poder de realizar una acción justa y eficaz, y, por ende, perdemos dominio y libertad. Esto nos permite comprender mejor las dificultades que tenemos para seguir las enseñanzas espirituales que nos exhortan a «vivir el momento presente». Bien que nos gustaría, pero nuestro inconsciente no está necesariamente de acuerdo. Es un trabajo que hay que realizar a otro nivel, más elaborado, lo cual exige mucho más que un simple acto de buena voluntad...


b) Carencia de valor de nuestros juicios sobre los demás

La percepción que tenemos del
otro aporta más información sobre
nuestro propio inconsciente
que sobre el otro.

La percepción errónea de la realidad condiciona los juicios que hacemos sobre los demás, como se comprende con facilidad. No percibimos a los demás como en realidad son, sino como nos los presentan nuestras memorias deformantes. Algunas personas, o ciertos comportamientos, nos molestan especialmente porque despiertan en nosotros determinados recuerdos. Nuestros juicios sobre los demás suelen ser reacciones del inconsciente ante situaciones presentes que reactivan recuerdos de situaciones pasadas, sobre todo si están cargadas emocionalmente. Sabiendo esto, los juicios que hacemos sobre los demás pueden servirnos para conocernos a nosotros mismos; dejemos al prójimo tranquilo...

Para no olvidar esto, observemos que, cuando juzgamos a alguien, le apuntamos con un dedo, pero con otros tres nos apuntamos hacia nosotros mismos...

Sugerencia: Cada vez que una persona o un determinado comportamiento le resulte molesto, déle la vuelta al espejo y observe qué se reactiva en usted. Eso le brindará la ocasión de tomar consciencia de sus propias programaciones, y podrá dar un primer paso hacia la liberación. Además, hará que no meta la nariz en los asuntos del prójimo. Si ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos, ¿por qué vamos a juzgar a los demás como si los conociéramos?

Los mecanismos de proyección del pasado sobre el presente no actúan sólo en ocasiones, en situaciones especiales. Mientras tengamos memorias activas, el inconsciente está siempre alerta, porque vela por nuestra supervivencia durante las 24 horas del día. Siempre está buscando indicios y utilizando su sistema de comparación y de proyección a fin de controlar lo mejor posible cada situación. La mayoría de nuestras decisiones tienen su origen en los automatismos del inconsciente. A la hora de elegir pareja, por ejemplo, o de comprar algo, o de realizar cualquier actividad de mucha o poca importancia, casi todas las decisiones vienen impulsadas por reacciones del inconsciente. Claro que siempre justificamos nuestras elecciones mediante toda clase de argumentos racionales, o decimos que «nos apetece», cuando, en realidad, la mayoría de las veces nuestras preferencias vienen determinadas por mecanismos inconscientes. En esas condiciones, no es de extrañar que algunas decisiones nos metan a veces en auténticos atolladeros... Mientras esté uno aprisionado por las memorias activas, el mecanismo inconsciente actuará permanentemente. La liberación se consigue o bien a través de un trabajo específico sobre la consciencia, o bien a través de las múltiples experiencias de numerosas vidas.

 

Nuestros pensamientos son sólo citas;
nuestras emociones, imitaciones,
nuestras acciones, caricaturas.
Swami Prajnanpad.
 

Esta cita del maestro de Arnaud Desjardins parece pesimista. Pero tiene pleno sentido cuando se comprende que describe el estado de consciencia del hombre ordinario, atrapado en los mecanismos de su personalidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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