|
Las memorias
procedentes de «vidas pasadas» II.
Conocemos muchos
casos de niños que han crecido en condiciones horrorosas y que, al
convertirse en adultos, son personas generosas y dedicadas al servicio del
prójimo. También sabemos de niños educados entre algodones, o en las mejores
condiciones posibles, que se hunden a la menor dificultad. Explicarlo todo
por la genética no resulta satisfactorio. Según nuestra perspectiva, el niño
llegaría al mundo con un bagaje evolutivo y un programa que determinaría su
forma de hacer frente a la vida y a las condiciones que su alma hubiera
elegido (incluyendo las condiciones genéticas).
He aquí un testimonio
que describe muy bien esa aparente contradicción entre dos condiciones de
infancia muy distintas, y los comportamientos que se derivan de ellas. El
doctor E. James Anthony es psiquiatra, director del departamento de
psicoterapia infantil en Chestnut Lodge, y profesor de la Universidad
Washington en Saint Louis, en el estado de Misouri. En el curso de una
entrevista,(Revista Chatelaine, marzo de 1987) describe dos casos que
ilustran, según él, dos tipos muy distintos de comportamiento que encuentra
en su trabajo. El primer caso que cita es el siguiente:
"Era una niña
preciosa, inteligente, bien educada, mimada por sus padres —personas cultas,
de elevada posición social—, adulada por sus compañeros y profesores. Era
una niña perfecta, siempre la primera de la clase, el ejemplo que debían
imitar los demás. Un día, un compañero consigue hacerle echar una bola de
nieve a una ventana del colegio, y, el muy pillo, lo comunica de inmediato
al director. Muy sorprendido, éste la hace entrar en su despacho y le
pregunta con dulzura por qué ha hecho eso. La niña se deja caer al suelo
hecha un ovillo, y se pone a temblar, a llorar, a gritar. El director
intenta tranquilizarla pero, al no conseguirlo, la manda a casa. Allí
continúa la crisis. La niña pierde literalmente contacto con la realidad, de
modo que los padres la llevan al servicio del hospital en el que yo trabajo.
Al día siguiente voy a verla. Su comportamiento es muy extraño. Le hablo con
amabilidad, con buen humor, pero ella se muestra agresiva, amenazadora. No
quiere hablar de sí misma. Me dice: «Su hospital es peligroso. ¡Aquí no hay
escalera de emergencia!». Le explico que la zona en la que ella está no lo
necesita. Poco apoco, a medida que van pasando los días, parece recobrar de
nuevo el equilibrio. Dos años después, nueva recaída, esta vez a propósito
de un pequeño grano que le ha salido en la mejilla. Según ella, ese granito
es el signo de una enfermedad mortal. Una vez más, consigue salir de su
estado de crisis. A los pocos meses, nueva recaída. Al fin tengo que
explicar a los padres que su hija está gravemente enferma y que deben
internarla en una institución. He aquí una niña que, a pesar de tener unos
padres afectuosos y solícitos, hasta el punto de haberle querido evitar las
inevitables dificultades de la vida, no ha podido resistir los más pequeños
contratiempos".
Esa niña no ha
necesitado condiciones dramáticas para entrar en contacto con memorias
activas muy dolorosas. Evidentemente, es lo que parece haber ocurrido. Desde
nuestro punto de vista, no consideramos que la persona esté enferma; no hace
más que reaccionar ante unas condiciones que reactivan determinadas
circunstancias muy traumáticas de vidas pasadas. Para «curar» ese tipo de
comportamiento que parece aberrante, basta trabajar sobre el inconsciente a
fin de liberar la memoria inscrita en él, una memoria que actúa según la
dinámica descrita con anterioridad. Resulta interesante constatar que, según
las propias palabras del médico, la niña «pierde contacto con la realidad».
Claro, está reviviendo un recuerdo fuera del tiempo actual. Según lo que
hemos podido observar en casos semejantes es posible que, por ejemplo,
cuando la niña fue convocada al despacho del director, eso reactivara una
memoria del tipo de pasar ante un tribunal que la condenó a torturas, o a la
prisión en condiciones terribles, o a una muerte violenta. Además, si dice
que el hospital es peligroso porque no tiene escalera de emergencia, no creo
que eso sea una locura gratuita. Sabe muy bien lo que dice en la realidad
pasada que está proyectando sobre el presente. Es muy probable que se haya
encontrado en el pasado en una situación terrible, aprisionada en un lugar
del que no podía escapar por no haber escalera. Todo esto parece insensato
desde un punto de vista racional estrecho, pero es muy coherente cuando se
contempla desde la óptica de las memorias activas.
Éste es un ejemplo
extremo, pero todos llevamos en nosotros memorias de ese tipo, quizá menos
cargadas energéticamente, quizá mejor integradas, pero que, no obstante,
originan comportamientos aberrantes y son fuente de muchas limitaciones y
sufrimientos. Tal vez son menos espectaculares e inducen a unos
comportamientos más aceptables socialmente, en la medida en que son
aceptables los comportamientos descritos en espacios anteriores..., pero la
dinámica es la misma.
Por otro lado, el
doctor Anthony continúa:
"Me ha impresionado
constatar la ausencia de trastornos en niños que viven en ambientes
lamentables y sufren algunas experiencias horrorosas. Y, como todos los
investigadores que se han interesado por el tema, he intentado descubrir lo
que caracteriza a esos niños invulnerables: se encuentran a gusto en
sociedad y hacen que los demás también se encuentren a gusto. Son amables,
apreciados por sus compañeros. Actúan socialmente de manera adecuada. Son
aplicados, disfrutan jugando, quieren a los demás, son optimistas... Dominan
el entorno que los rodea y son conscientes de su fuerza. También saben
utilizar la ayuda de los adultos, y buscar a quienes pueden aportársela. Son
muy pronto autónomos, a veces ¡a la fuerza! La enfermedad del padre o de la
madre no les impresiona en absoluto. Ponen distancia, física y psicológica,
entre ellos y el enfermo, lo que no les impide comprender que éste sufre y
que tal vez no es responsable de lo que hace. Se organizan un pequeño
territorio privado en el que se refugian cuando las cosas van muy mal.
Suelen ser muy creativos y originales en sus juegos y, más tarde, en sus
respectivos trabajos".
El doctor Anthony
cita un ejemplo: Le enviaron un día a una niña de nueve años que vivía en un
barrio superpoblado e insalubre. Su padre estaba en la cárcel con frecuencia
por violencia familiar y por embriaguez; su madre era una depresiva crónica.
Por otro lado, la pequeña tenia una malformación en la cadera y cojeaba. «Me
impresionó de inmediato su amabilidad. Se prestó a la entrevista, de una
manera tan directa y cordial que me desarmó, porque me esperaba un
comportamiento agresivo. Hizo que me sintiera enseguida tan a, gusto que al
momento empecé a hablarle con menos reserva de lo que es habitual en mí.
Aquella pequeña, sorprendentemente equilibrada, apreciada por sus profesores
—tenía excelentes notas en clase— me confió que quería ser enfermera ¡y
ocuparse de los niños pobres! Ésa es otra característica de estos niños
invulnerables: se sienten tan fuertes que están dispuestos a ayudar a los
que consideran más desgraciados que ellos.»
Estos ejemplos son
interesantes en la medida en que demuestran que incluso si las
circunstancias reactivan las memorias, no son las circunstancias en sí
mismas las que determinan la reacción, sino la cantidad e intensidad de las
memorias libres o activas que la persona lleva en sí, es decir, en
definitiva, el nivel de evolución de la persona. En concreto, las cualidades
que describe el doctor Anthony como características de esos niños
«invulnerables» figuran entre las cualidades de la manifestación del Ser que
describiremos más adelante. Esos niños, que todavía son por ahora una
minoría, son seres muy evolucionados. Probablemente tienen pocas memorias
activas cargadas energéticamente, y muchas más memorias libres. Han escogido
esas condiciones difíciles por razones de evolución, como los otros, pero en
ellos la presencia del Ser es más fuerte que el mecanismo de la mente
inferior, y pueden utilizar las circunstancias en las que viven para
desarrollar unas cualidades especiales y aportar así al mundo una
contribución positiva.
Hay que reconocer que
el alma es coherente con su intención; por eso escoge unas determinadas
condiciones de vida, en especial las del comienzo (la vida intrauterina, el
nacimiento y la infancia) con el fin de perfeccionar cualidades ya
presentes, al menos en potencia, y para reactivar experiencias de vidas
pasadas no integradas y poder así desbloquearlas.
¿Es preciso
conocer todas nuestras historias pasadas?
Veremos más adelante
que para hacer un trabajo de liberación no es necesario conocer todas
nuestras vidas pasadas. Por fortuna, pues lo contrario llevaría muchísimo
tiempo, y lo que nos interesa no es la historia en sí misma sino el
desbloqueo que podemos realizar; la rapidez con que lo hagamos depende, eso
sí, del método empleado. Las memorias pasadas tienen una característica, que
vamos a ver ahora, por la que se pueden desbloquear e integrar muchas
experiencias al mismo tiempo sin tener que ir a buscarlas de una en una y
sin que dependa del método empleado.
En efecto, todas las
memorias vinculadas a un tipo determinado de bloqueo, tanto si provienen de
nuestra propia historia (vida presente y vidas pasadas) o, como veremos más
adelante, de los antepasados o del inconsciente colectivo, están vinculadas
energéticamente y constituyen unos agregados específicos. En el inconsciente
no existe el tiempo, por lo que las experiencias no son clasificadas
cronológicamente. Podríamos decir más bien que son clasificadas en
categorías de bloqueo, es decir, por similitud de energía. Para el
inconsciente, todas las memorias vinculadas a un mecanismo específico de
defensa son idénticas. Por ejemplo, todo lo que está registrado bajo la
rúbrica «abandono» es como si fuera lo mismo, y está ligado energéticamente
cualquiera que sea el momento en que aquello se ha vivido o revivido. En
consecuencia, si se trabaja para desalojar una memoria específica, de la
infancia, por ejemplo, o de una determinada vida pasada, se alcanza
energéticamente toda una cadena de memorias. Es como si se tirara del hilo
energético que las vincula a todas, y el conjunto puede deshacerse con
relativa rapidez.
Es por eso por lo que
el trabajo realizado sobre los traumas o bloqueos de la infancia, y sobre
todo del nacimiento, que es un acontecimiento muy cargado energéticamente,
permite hacer una buena desactivación. Y a la inversa, liberar una memoria
activa de una vida pasada puede muy bien deshacer bloqueos recreados en el
nacimiento o en la vida actual. La cadena de memorias puede ser desactivada
sin necesidad de revivir todas las historias ni de trabajarlas una por una,
a condición, claro está, de que el trabajo sea real y esté bien hecho.
Por ejemplo, si Louis
no hubiera descrito el trauma de una vida pasada, habría podido deshacer el
nudo de todas formas trabajando sólo sobre el trauma de su infancia. Y
viceversa: una experiencia de vida pasada integrada en el curso de un
trabajo interior puede resolver bloqueos de la infancia. Lo importante no es
la historia con la que se entra en contacto, sino la flexibilidad del método
que se utiliza para aproximarse al inconsciente, que abrirá el boquete por
el punto más apropiado para realizar la liberación. Hablaremos de esto con
mayor precisión en espacios posteriores.
Las
memorias no se borran con el tiempo
Podríamos decir que el proceso de
transformación consiste en llevar a la
consciencía ordinaria todo el contenido
del inconsciente y del supraconsciente.
El hecho de que el
inconsciente no registre las memorias en función del tiempo explica también
por qué, cuando una persona entra de nuevo en contacto con una de ellas,
experimenta las mismas emociones y sensaciones que vivió entonces, a veces
con tanto detalle como si la vivencia fuera actual. Si no recordamos
conscientemente esas historias o apenas tenemos de ellas un vago recuerdo,
no es porque la memoria se haya borrado con el tiempo, sino porque no somos
capaces de acceder al inconsciente con suficiente claridad.
En el estado de
consciencia ordinaria, en el que utilizamos una mínima parte de la mente, no
somos capaces de conservar todos los recuerdos, ni siquiera los de la vida
presente. Por eso creemos que se borran con el tiempo. En realidad no hacen
más que desplazarse al inconsciente. Recordemos que el ordenador lo registra
todo, hasta los menores detalles, y lo guarda escrupulosamente en su memoria
con el fin de asegurar su supervivencia (véanse espacios anteriores). Una
vez grabados, los recuerdos no cambian, permanecen tal como se grabaron,
independientemente del tiempo. Así que todo el potencial, positivo o
limitador, construido en el curso de nuestras experiencias pasadas está
siempre disponible. Lo que ocurre es que nuestra consciencia ordinaria es
muy limitada y no puede percibir de una vez todo el contenido de nuestra
consciencia global. Podríamos decir que el proceso de transformación
consiste en llevar a la consciencia ordinaria todo el contenido del
inconsciente y del supraconsciente.
Cuando el ser humano
alcanza un grado de desarrollo avanzado, conoce todo su pasado evolutivo.
Para llegar a eso, tiene que haber alcanzado un grado de consciencia tal que
le resulte fácil no identificarse con ninguna de aquellas vidas, y
considerarlas sólo como diversos aspectos del gran desarrollo de su alma y
del alma colectiva.
A veces nos
preguntamos por qué no recordamos todas las cosas en el estado de
consciencia ordinaria. Una de las razones es que la carga emocional
contenida en muchos de esos recuerdos es demasiado fuerte, y la consciencia
ordinaria no permitiría que se repitieran las experiencias que los crearon.
Por eso, una simple información procedente del exterior describiendo esas
vidas no garantiza en absoluto el desbloqueo. Si algún clarividente nos
comunicara que habíamos sufrido grandes humillaciones en una vida pasada, o
que habíamos tenido una muerte traumática, esa información no cambiaría en
nada la carga de la memoria; incluso podría ser utilizada por el ego de
diversas maneras, tal vez para reforzarla. En el mejor de los casos, una
información semejante tendría que estimularnos para llevar a cabo un trabajo
serio de liberación. Existen en la actualidad diversos procedimientos para
entrar en contacto con las memorias del inconsciente, no en el ámbito
verbal, al que el inconsciente es poco sensible, sino directamente, a nivel
energético, lo que permite una acción eficaz.
|
|