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LA RELACIÓN CON EL
PODER. Aprovechar el poder de los demás
A esta estructura no
le interesa el poder exterior de acción y de decisión más que en la medida
en que le permite sentir cierta seguridad (ilusoria, es evidente). Pero, más
que buscar el poder directamente, el oral tenderá a pegarse o a manipular a
una persona que parezca tenerlo (que no deja de ser una forma de energía)
para sacar el mayor partido posible. Que asuma la carga de un poder
cualquiera es pedirle demasiado, y, de todas formas, es incapaz, puesto que
no tiene suficiente energía ni para sí mismo.
Dominación para no
perder
En las relaciones con
sus allegados, el oral intenta dominar a su pareja o a sus hijos porque son
su fuente de energía; no puede perder a sus proveedores. En realidad, es más
bien posesión y apego que dominación propiamente dicha.
Pérdida del propio
poder y de autonomía debido a la dependencia
La estructura oral no
puede satisfacerse a sí misma, porque lleva consigo una declaración
implícita de impotencia que implica un rechazo a asumir la responsabilidad
de su propio bienestar y, por lo tanto, a rechazar su autonomía y su propio
poder. El inconsciente busca proveedores bajo una forma u otra, de modo que
aparece la dependencia en todo tipo de situaciones:
— dependencia frente
al trabajo (el miedo a perder es muy intenso, sobre todo en nuestros días en
que todo es tan inestable);
— dependencia física,
como se ha visto antes al hablar de la salud;
— dependencia
emocional, no sólo en la relación de pareja, sino en otros ámbitos y, en
particular, respecto a cualquier figura de autoridad que, para el
inconsciente, simbolice al padre o a la madre que no dio al niño lo que
tenía que haberle dado en la infancia. Eso explica el fenómeno que se
produce en torno a los «gurús», verdaderos o falsos, con su ejército de
«discípulos» dispuestos a hacer cualquier cosa para recibir un poco de
energía de la persona deificada. El discípulo atrapado en la estructura oral
dará empujones, pisoteará, se peleará con quien sea para tener el privilegio
de llenarse con una mirada, con una caricia, con una bendición, sin darse
cuenta de que acaba de transgredir las enseñanzas del maestro (si es que
realmente lo es...), a saber: el respeto a los demás, la dignidad, saber
compartir, el silencio interior y la serenidad emocional. Pero, en cuanto la
estructura entra en acción, olvida de inmediato las hermosas enseñanzas y se
deja llevar por el mecanismo que la rige: «Tengo una gran carencia,
llenadme...».
Si no es de un gurú
de quien espera el llenado y a quien le entrega el propio poder, otras
formas de autoridad pueden hacer el mismo papel. Será tal vez el médico, o
el Gobierno, o la madre, o el jefe, o cualquier otra forma de autoridad
proveedora de la que se espera obtener algo.
Puede ocurrir que,
tras muchas expectativas y esperanzas frustradas, decida cambiar de fuente
de aprovisionamiento (cambio de cónyuge, de gurú, de terapeuta...), y el
mecanismo «demanda-frustración» se reproducirá una y otra vez.
Pérdida de poder
porque se es manipulable
Si bien la estructura
oral lleva a la manipulación, no es menos cierto que hace a la persona fácil
de manipular (como todos los mecanismos). Los manipuladores, que
encontraremos sobre todo en las estructuras psicópata y rígida, no dejarán
de aprovechar presas tan fáciles. No se trata de culpabilizar a nadie,
porque, cuando estamos atrapados en cualquiera de las estructuras, todos
somos desdichados por igual, los manipuladores y los manipulados. Sólo que
hay diferentes maneras de ser desdichados.
Dado el estado
permanente de carencia y de demanda en el que se encuentra la estructura
oral, es muy fácil manipularla haciéndole creer que un día será colmada. Los
falsos gurús prometen la iluminación y un sinfín de bendiciones; nuestra
sociedad promete la felicidad mediante el consumo... Esta mecánica funciona
tan bien en lo individual como en lo colectivo.
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