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Relatos
Desde su más tierna
infancia, Joe está siempre en la luna, soñando y pensando en un montón de
cosas. De pequeño era más bien tímido e introvertido, y no le gustaba jugar
con otros niños. Se inventaba sus propios juegos y se contaba cuentos a sí
mismo. Le parecía que las personas que había a su alrededor no eran muy
inteligentes y, sobre todo, que eran poco sensibles. Le gustaba estar solo,
pero le daba muchísimo miedo la oscuridad. Al declinar el día se metía
siempre en casa y, en cuanto llegaba la noche, le asaltaba el miedo de que
vinieran a buscarlo los fantasmas. Siendo adolescente, parecía participar en
las diversiones de sus compañeros, pero en realidad no llegaba a disfrutar
nunca. Las chicas le daban miedo, y nunca se les acercaba demasiado. Pero,
en cambio, le gustaba la rebeldía que encontraba en muchos de sus
compañeros; él también la vivía, pero de forma pasiva e inerte, y rechazaba
casi todas las actividades que le proponían, tanto si la iniciativa procedía
de sus padres como si procedía de la escuela. Incluso cuando salía con sus
amigos tenía una actitud más bien pasiva, se pasaba el tiempo soñando y
mirando lo que hacían los demás, sin ningunas ganas de imitarlos. Escribía
poemas, que tiraba después a la papelera. Pensaba mucho en la muerte. Al
llegar a la edad adulta, no acababa de decidirse por ninguna profesión,
porque, aparte de algunas actividades artísticas, no había nada que le
interesara realmente. Podía haberse dedicado a la informática, porque el
trabajo intelectual le gustaba. Al fin, acabó por combinar ambas cosas
adquiriendo una formación en artes gráficas. Apenas se gana la vida, pues
sólo consigue que lo contraten temporalmente de vez en cuando. Tiene
bastante talento, pero su energía desaparece de inmediato, y, sobre todo, si
sus proyectos implican relacionarse con la gente, en seguida se cansa y
pierde todo interés por ellos. Juzga a la sociedad, y al mundo en general,
de manera más bien negativa.
Ha intentado tener
alguna relación amorosa. Para él, el asunto no es nada fácil. Las mujeres le
parecen exigentes, lo fatigan. Requieren continuamente su presencia, quieren
que hable, que se comunique, y eso no le interesa en absoluto. Tener una
relación amorosa, no es una de sus prioridades, y más bien son las mujeres
las que van tras él (por su talante amable).
Él prefiere soñar e
imaginar. En concreto, se ha pasado años haciendo planes para crear un
centro de arte contemporáneo muy original, pero no ha llevado nada a la
práctica, porque, cuando se trata de pasar a la acción, cualquier razón es
buena para no hacer nada concreto. Así ha esbozado varios proyectos, grandes
y pequeños, que nunca ha llegado a realizar. Y, si alguna vez concreta
alguno, en cuanto surge la menor dificultad pierde enseguida toda
motivación, va dilatando el asunto y, finalmente, lo abandona, diciéndose a
sí mismo que la gente es estúpida, que no está preparada para aceptar la
expresión de su genio, y que la vida en este mundo es más bien complicada y,
en definitiva, nada interesante.
Al final se ha
casado, sin haberlo buscado en realidad. Le va muy bien porque así deja en
manos de su mujer la mayor parte de las responsabilidades materiales, y él
continúa soñando y haciendo planes. En el aspecto económico es una nulidad;
como es incapaz de obtener unos ingresos más o menos regulares, toda la
cuestión económica recae sobre los hombros de su mujer.
Su actitud etérea,
que raya a veces en la irresponsabilidad, irrita muchísimo a las personas de
su entorno, lo que no le facilita en absoluto la vida. Las reuniones, las
actividades de grupo o los encuentros sociales no le interesan gran cosa. Si
por casualidad se encuentra en alguna reunión familiar o con algunos amigos
(que son más bien amigos de su mujer), o no habla, y está en las nubes,
soñando, o suelta largos discursos filosóficos muy intelectuales que
impresionan a algunos en un primer momento pero que acaban aburriendo a todo
el mundo.
Esa manera de
comportarse hace que su vida sea profundamente insatisfactoria, y no sabe
por qué. Cree que es culpa de la vida, que está mal hecha, lo que le lleva a
aislarse todavía más, a separarse más aún de la realidad. Siente
permanentemente una vaga inquietud, que a veces llega hasta la angustia, sin
saber en realidad a qué se debe. Hasta el día en que se hunda en una
profunda depresión, o cuando su mujer lo abandone, o cuando algún otro
acontecimiento lo conmocione de verdad y lo haga tal vez despertar y empezar
a darse cuenta de que quizá hay otras formas más satisfactorias de afrontar
la vida.
Jeannette ha sido
siempre muy sumisa. De niña, era muy buena. Jugaba sola, le tenía mucho
miedo a su padre y se escondía en un rincón en cuanto él alzaba la voz. Era
muy miedosa, y todo la asustaba: los cuchillos, los ratones, los otros
niños, los caballos del vecino, su abuela... Cuando llegó a la adolescencia,
estaba siempre en las nubes. Pasaba inadvertida, parecía como si no
existiera. Se dejaba llevar de un lado a otro por sus amigos, y se
comportaba un poco como Joe en sus relaciones de amistad. Evidentemente, los
chicos le daban miedo. Endeble y ligera como una pluma, le gustaban las
flores, los pájaros, las canciones... Al llegar a la edad adulta, acaba por
encontrar marido (más bien es el marido el que la ha encontrado a ella).
Como su salud es frágil, con mucha frecuencia es su madre la que tiene que
ocuparse de los niños. Su marido es quien lleva la casa y se ocupa de todo;
para ella eso no es problema, porque, precisamente así, no tiene que tomar
ninguna decisión. Y, además, tampoco tiene preocupaciones materiales. Se
interesa por la literatura espiritual, que su marido no comprende en
absoluto. Sigue varios cursos y participa en algunos talleres para aprenderá
entrar en contacto con los ángeles. Le da miedo salir sola, y prefiere estar
en casa que trabajar fuera. Con sus hijos se llevaba bastante bien cuando
eran pequeños (aunque fue más bien su madre, de carácter autoritario, quien
se ocupó de las cosas materiales); sin embargo, a medida que van haciéndose
mayores, va perdiendo cada vez más el contacto con ellos. Pero no hace de
ello un drama. Le resulta fácil refugiarse en sus lecturas y en sus sueños.
No tiene la menor idea de que su marido la engaña. De todas formas, aunque
lo supiera le daría casi igual, pues siente que existe entre ellos una gran
distancia, y no tiene el menor interés por reducirla, limitándose a lo
imprescindible para la convivencia. Si alguna vez él se enfada, ella no dice
nada: se esconde en sus lecturas o se evade de la realidad soñando. A veces
él le pregunta que dónde está. Y ella le responde distraídamente: «¡Pues
aquí, claro!». Pero no está tan claro. Sus «ángeles» le han dicho que es un
ser de luz muy avanzado, que la gente no puede comprenderla, y que es mejor
que viva en un universo aparte. Jeannette flota en las nubes... Hasta el día
en que tal vez la vida le presente un desafío que la obligue a involucrarse,
a estar verdaderamente aquí (una enfermedad, una crisis económica, graves
problemas familiares, etc.). Quizá sea la ocasión (dolorosa) de darse cuenta
de que vive en la Tierra, y que tal vez tiene algo que hacer aquí...
En estos dos ejemplos
vemos algunas características de esta primera estructura: no tener interés
por integrarse en el mundo físico, negarse a participar, huir a través de
los sueños o mediante la actividad intelectual, poca acción concreta, pocas
relaciones. Cuando se está aprisionado en la estructura esquizo, no se está
aquí.
Si Joe y Jeannette se
comportan de esa forma, es porque tienen buenas razones para ello. A veces
hacen el esfuerzo de implicarse más, si los empujan las personas de su
entorno, pero es como si algo muy fuerte en su interior se lo impidiera. Hay
algo que retira su energía, que les quita el interés por lo que pasa en este
mundo y que mantiene en ellos constantemente una profunda ansiedad. Las
razones para ese tipo de comportamiento, que proporciona tan poca
satisfacción y tanta frustración a la persona en cuestión y a quienes la
rodean, están en su inconsciente, un inconsciente cargado de memorias muy
concretas.
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