|
Condiciones que facilitan la utilización de la mente superior o cómo
utilizar dos momentos de poder II.
El segundo momento de poder
Para recobrar el control, tendremos que desplazar nuestra conciencia y
llevarla a la mente superior. Es decir, concretando, tendremos que
desprendernos de las ataduras de los viejos mecanismos y cambiar nuestra
percepción de la realidad.
EL
SEGUNDO MOMENTO DE PODER
La realidad es percibida por la mente inferior, cuyas memorias han sido
activadas.

Cambiar nuestra
percepción de la realidad, soltar las ataduras, es fácil de decir, pero no
tan sencillo de hacer. El ego se resiste por todos los medios; tiene tanto
apego, procedente del pasado, a su manera, de percibir las cosas que soltar
las ataduras y cambiar su punto de vista, significa para él morir. Incluso
si parecemos interesados en seguir un camino “espiritual”, podemos tratar de
evitar ese proceso sin darnos cuenta, alimentando sueños de espiritualidad
desconectados de la realidad y quedando en definitiva aprisionados en
nuestros puntos de vista. Pero hay que tener en cuenta que la clave de
cualquier proceso que conduzca hacia un auténtico avance espiritual está
precisamente en la capacidad de cambiar la percepción de la realidad; la
capacidad para cambiar de punto de vista garantiza la posibilidad de
evolución de nuestra consciencia.
No olvidemos que, si tenemos dificultades, ¡no es porque los demás sean
malos o porque la vida sea difícil! (Recordatorio, por si lo hemos
olvidado...) Ser capaz de cambiar la percepción de la realidad es la clave
de todo avance espiritual autentico.
Así, uno de los secretos que ayudan a soltar las ataduras es ser capaz de
ver las cosas desde un punto de vista diferente. Si no desde el punto de
vista del alma, al menos hay que poder contemplarlas desde un punto de vista
más amplio, más objetivo. Porque tratar de combatir directamente nuestras
emociones sin cambiar de contexto es una empresa sin esperanza, es entrar en
un callejón sin salida. (Es como si intentáramos tranquilizar al caballo sin
darle al cochero los medios para controlarlo. En cuanto volvamos la espalda,
el caballo se encabritará otra vez, y el cochero seguirá siendo incapaz de
dirigirlo eficazmente).
Si no conseguimos soltar las ataduras no es porque la realidad tenga que ser
de otra manera, o porque no seamos buenos (porque no seamos “correctos”); es
porque nuestra percepción de la realidad está falseada por una carga
emocional procedente de la mente inferior. En cuanto amplían las
perspectivas de la realidad y se hace más débil el filtro mental, se sueltan
las ataduras de modo natural y espontáneo.
Reconocer la necesidad de hacer ese trabajo es sólo un primer paso; es la
llave de la puerta que conduce hacia un trabajo interior eficaz y sólido.
Después de haber reconocido que tenemos una avería, podemos ver que lo que
está estropeado, por ejemplo, es el cable eléctrico que conecta el
acelerador. Todavía no hemos solucionado el problema, pero al menos ya
sabemos de dónde procede.
Si
tenemos dificultades para
soltar las ataduras es porque
nuestra percepción de la realidad
está falseada por una carga
mental-emocional procedente
de la mente inferior.
Para cambiar y elevar
la percepción de la realidad y funcionar con la mente superior tenemos dos
posibilidades de actuación, no excluyentes: una de ellas utiliza el poder de
la voluntad consciente (ampliación del filtro mental), la otra se dirige al
contenido del inconsciente (limpieza del filtro mental). Ambos enfoques son
necesarios y, utilizados simultáneamente, se complementan y permiten
adquirir el control de la parte mental-emocional. Es el momento en que
pasamos a la reparación de la avería.
Primer paso, el proceso a nivel consciente
Cuando una situación ha reactivado nuestros mecanismos mentales-emocionales
y nos encontramos atrapados por la máquina, podemos salir de ella o, al
menos, minimizar los daños, siguiendo, en un primer momento, el siguiente
proceso:
1. Reconocer el hecho de que algo se ha reactivado en nosotros
Esto significa que uno es capaz de adoptar la posición de testigo, es decir,
supone que ya ha adquirido un mínimo de consciencia de sí mismo y de
autenticidad. Adoptar la posición de testigo es observar el mecanismo
interno con objetividad y desprendimiento. Es importante observarse con
amor, incluso con humor, y sobre todo no culpabilizarse por haber caído una
vez más en la trampa de la consciencia inferior, ni culpar a los demás.
Observamos nuestro mecanismo emocional en acción como observaríamos el motor
de la lavadora que funciona mal. Es desagradable, claro, preferiríamos que
funcionara bien, pero sabemos que no es más que un mecanismo, y que se puede
reparar.
2. Tomar consciencia de los pensamientos automáticos
Que subyacen en la reacción emocional tanto como sea posible. Para eso basta
escuchar lo que uno se dice interiormente a sí mismo, pensando, por
supuesto, que tiene razón. Es un desfile de toda clase de juicios: se juzga
a los demás (la gente es mala, estúpida, egoísta, incompetente, ingrata,
perversa); se juzga uno a sí mismo (soy incapaz, impotente, incorrecto,
tendría que ser de otra manera); se juzga la vida en general (la vida es
dura, injusta, no tiene sentido, hay que estar siempre luchando, es la ley
de la jungla...). A esos juicios se añaden todos los pensamientos
automáticos vinculados a nuestras estructuras psicológicas. Todo ese
parloteo de la mente inferior no hace más que describir nuestra percepción
de la realidad.
3. Cambiar nuestra manera de percibir las cosas.
Mediante un acto consciente (utilizando la inteligencia...) mira uno a ver
si puede dejar de estar atado a sus expectativas, intentando percibir la
situación de otra forma, desde otro punto de vista. Para ello puede uno
reflexionar, escribir, estudiar, hablar con alguien que lo ayude a ver las
cosas con más objetividad; en fin, hacer algo que le permita ver la
situación de otra manera.
Por ejemplo, puede uno plantearse las preguntas siguientes:
— En esta, situación, ¿cuáles son mis expectativas?
— ¿Cuáles son mis exigencias respecto a los demás?
— ¿Qué le estoy exigiendo a la vida y la vida no me da?
— ¿En qué quiero tener razón ?
— ¿A qué estoy resistiendo?
— ¿Es tan importante? ¿O puedo desatarme de esas demandas internas y
encontrar de nuevo la alegría y la libertad?
Esa actitud de buena voluntad y de apertura para conseguir no estar atado a
la propia manera de ver las cosas tiene ya en sí misma un poder beneficioso.
Porque, sin saberlo, está uno recurriendo a las energías del alma. A partir
de esa actitud, puede echar mano de sus conocimientos conscientes para
clarificar su pensamiento, para cambiar su percepción de la realidad y
transformar el contexto del pensamiento en medio del cual vive la
experiencia de la vida.
El
verdadero conocimiento
permite ampliar la percepción de
la realidad y facilita el
desprendimiento.
Intuitivamente ya lo
hacemos. Cuando las cosas no van bien, se dice uno a sí mismo: “Tengo que
cambiar las ideas”. Eso es lo que hay que hacer: cambiar las ideas. Aunque
los medios que se utilicen no siempre sean los adecuados (a menudo lo único
que hacemos es cambiar el mal de sitio, pasando de un mecanismo a otro), al
menos eso crea una pausa en la que puede uno volver a encontrar el
equilibrio. Es cierto que, si no se ha trabajado el origen de la
reactivación de las memorias, la dificultad surgirá de nuevo. Pero, si uno
aprende a “cambiar las ideas” de forma consciente, con medios adecuados,
puede alcanzar la serenidad y la paz de forma permanente. La adquisición del
conocimiento consciente tiene justo ese objetivo: conseguir una comprensión
profunda de sí mismo, de los demás y del universo.
Conocer nuestras estructuras, en concreto, nos ayuda a ser más conscientes
de lo sesgada que es nuestra percepción de la realidad. Y entonces, en lugar
de intentar forzar las cosas, en lugar de exigir a los demás que cambien de
conducta y satisfagan nuestras exigencias, en lugar de culpabilizarlos si no
las satisfacen, lo que hacemos es asumir la responsabilidad de nuestras
reacciones. Utilizamos la inteligencia, el conocimiento y la comprensión que
tenemos de nosotros mismos para intentar percibir la realidad desde un punto
de vista más amplio y encontrar así nuestra libertad.
Un instrumento consciente que ayuda a ampliar la percepción de la realidad
es, por ejemplo, el principio de responsabilidad-atracción-creación.
Contribuye a que percibamos la vida, la gente, las cosas y las situaciones
que nos rodean desde una perspectiva más amplia y, por lo mismo, nos
facilita el desprendimiento de las principales ataduras.
Si conseguimos cambiar la forma de percibir las situaciones que se nos
presentan en la vida, si somos capaces de desprendernos de nuestras ataduras
y de mirar las cosas con los ojos del alma, encontraremos la paz interior y
la libertad.
A veces, ese primer paso a nivel consciente es suficiente si el contacto con
el alma está ya relativamente bien establecido (mente superior despierta) y
si las memorias que reactiva la situación no tienen excesiva carga
emocional. Es el caso de muchas situaciones cotidianas que salpican la vida
de incesantes reactivaciones a propósito de acontecimientos que son, en
definitiva, intrascendentes.
El simple hecho de ser consciente, de ser testigo del mecanismo y de hacer
algunos ejercicios para volver a encontrar el equilibrio (el buen humor
ayuda mucho) permite encontrar la paz, la ligereza y la libertad interior,
es decir, permite encontrar el propio poder.
Cuanto más se acostumbra uno a hacer ese trabajo interior en las cosas
pequeñas, más amplía el canal que lo vincula directamente con su consciencia
superior. La vida cotidiana se convierte entonces en un auténtico campo de
entrenamiento espiritual que lo acerca cada vez más a la voluntad del alma.
La trampa
Señalemos sin embargo que, cuando uno intenta desprenderse de las ataduras
mediante un simple acto de voluntad consciente, ha de estar muy vigilante
para evitar caer en la trampa de la represión. Cuando uno reprime y niega
sus emociones, no siente nada, y puede entonces creer que ya no está atado.
Pero con eso no desactiva el mecanismo, sino que lo refuerza, y en el
momento más inesperado le saltará a la cara con la misma intensidad. Algunas
vías espirituales que se apoyan mucho en la fuerza de voluntad del discípulo
pueden hacer caer en esa trampa. No basta un acto de voluntad para soltar
las ataduras. Se sueltan mediante un acto consciente y, si es necesario,
mediante un proceso de sanación y de liberación de las memorias. Es muy
distinto.
Si uno no es capaz de soltar las ataduras respecto a un deseo o a una
“necesidad”, vale más que se diga a sí mismo la verdad, que tenga valor para
hacer frente a su mecanismo emocional y que reconozca que tiene un trabajo
por delante. Eso no resuelve la cuestión por el momento, pero abre el camino
hacia un trabajo auténtico que tendrá que hacer en las profundidades del
inconsciente.
En efecto, hay algunos casos en los que, a pesar de la buena voluntad, a
pesar del conocimiento que uno tiene de sí mismo, a pesar de una percepción
consciente y amplia de las cosas, se siente uno aprisionado emocional o
mentalmente; se niega a soltar la atadura, está seguro de que tiene razón y
de que su sufrimiento o su angustia vital están perfectamente justificados;
está seguro de que, si las cosas no funcionan, se debe a los demás o a las
circunstancias. Aunque uno sepa que su reacción procede de su estructura
psicológica, es muy posible que no consiga serenar las emociones ni la
mente, que se embalan a la par, o que se bloquee, o que se insensibilice. No
se siente uno bien dentro de su piel, no sabe cómo encontrar la alegría de
vivir, la apertura, la creatividad, la paz. Parece que tendría que cambiar
la situación, pero la situación no cambia. No queda más remedio que sufrir.
O bien puede dar el segundo paso para conseguir desatarse y facilitar el
cambio de percepción de la realidad.
|
|