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El ciclo de
insatisfacción
o la primera gran ilusión del ego
Detrás de cada elección, detrás de cada gesto, el ser humano busca su
plenitud, o, al menos, busca satisfacción. Una satisfacción que busca en
cosas muy distintas según su grado de consciencia. Cuando se vive en el ego,
esa búsqueda mantiene al ser humano en un estado casi constante de tensión y
de insatisfacción. Se presenta, en efecto, bajo la forma cíclica siguiente:
Supongamos que, en un momento dado, las circunstancias de la vida no nos son
favorables. No tenemos lo que deseamos (véase el punto 1 del esquema). Nos
parece que, si las cosas o las personas fueran de otra manera, seríamos más
felices. Entonces actuamos para cambiar lo que no va bien a nuestro
alrededor. Buscamos en el exterior las condiciones o las personas que nos
harán felices (punto 2). A fuerza de trabajo y de búsqueda, propiciamos unas
circunstancias, o encontramos a unas personas que parecen satisfacernos
(punto 3). Sin embargo, el éxito así obtenido, es decir, la satisfacción
construida en ese estado de consciencia, o más bien de inconsciencia, no
dura mucho (puntos 4 al 8). Al cabo de cierto tiempo estamos otra vez
insatisfechos, y nos encontramos de nuevo en el punto 1. Y volvemos a
empezar.
Para aclarar esta dinámica, veamos dos ejemplos muy corrientes:
EL
CICLO DE INSATISFACCIÓN
que proviene del mecanismo de la personalidad

Cuando la consciencia
está aprisionada por el mecanismo del ego, se actúa siguiendo ese ciclo:
—En el peor de los casos, se queda uno estancado en los puntos 1 y 2, y vive
esperando alguna otra cosa, siempre decepcionado, siempre insatisfecho.
—En el mejor de los casos, se pasa del punto 1 al 8 una y otra vez, con
algún que otro momento de satisfacción. Es el mayor éxito que el ego puede
hacer vivir al ser humano, no puede darle más.
El ciclo de
insatisfacción en lo material
Supongamos que nuestra situación financiera es más bien precaria. Vivimos
envueltos en la ilusión de que, si tuviéramos una mejor situación económica,
nos sentiríamos más seguros, y entonces seríamos felices. Trabajamos durante
años para conseguir esa pseudoseguridad (punto 1). O bien no la obtenemos, y
nos pasamos la vida insatisfechos pensando que, si hubiéramos obtenido una
seguridad financiera, seríamos muy felices (permanecemos en los puntos 1 y
2, anclados en la insatisfacción, en la ilusión permanente, siempre
esperando); o bien la obtenemos (punto 3), lo que ocurre en muchos casos,
aunque haya habido que esperar para ello mucho tiempo. Es el «éxito»,
glorificado por nuestra sociedad materialista (casa, coche, viajes, segunda
residencia, aparatos de todo tipo, etc.). Estamos contentos (punto 4), pero
la alegría no dura mucho tiempo... porque pronto nos damos cuenta de que nos
falta algo. La plenitud y la paz que buscábamos se nos escapa (puntos 5, 6 y
7). La acumulación material con la que habíamos soñado durante tanto tiempo
no nos aporta la felicidad esperada, bien porque nos mantiene en el estrés y
el miedo a perderla, bien porque otros aspectos de nuestra vida que podemos
haber descuidado (relaciones, salud, creatividad, libertad, etc.) son otras
tantas fuentes de insatisfacción. Entonces, para colmar esa nueva
insatisfacción, nos ponemos a buscar algo en el exterior que parece puede
hacernos felices (punto 8 y retorno al punto 1). Decidimos hacer viajes,
alcanzar una posición social respetable, hacer determinados estudios, o
lanzarnos a cualquier empresa esperando que, finalmente, vamos a ser pronto
felices porque habremos obtenido lo que deseábamos. Y el ciclo comienza una
vez más.
Tratar
de satisfacer los deseos mediante la posesión,
es pretender apagar el fuego con la paja.
Proverbio chino.
El ciclo de
insatisfacción en la relación de pareja
Lo que ocurre en las relaciones de pareja también ilustra muy bien esa
dinámica. Nos sentimos solos (1); creemos que, si encontramos el compañero o
compañera ideal (según nuestros criterios, claro), seremos verdaderamente
felices. Entonces buscamos (2) y, un buen día, acabamos por encontrar a
alguien que parece convenirnos (3). Nos sentimos muy dichosos... durante
algún tiempo (4). Después, llegan las nubes a nuestro cielo azul (5). En ese
momento pueden presentarse diversas situaciones. Por ejemplo, por citar la
más sencilla y corriente, el príncipe o la princesa encantadores van siendo
con el tiempo cada vez menos encantadores (6), hasta el punto de que incluso
nos preguntamos cómo fue posible que lo/la encontráramos encantador/a un día
(7). Entonces, o bien soportamos una relación insatisfactoria (volvemos al
punto 1 y nos quedamos en él) o terminamos por separarnos (8) y nos
encontramos de nuevo al comienzo del ciclo (1), solos, insatisfechos.
Automáticamente, sin reflexionar un instante en la dinámica que nos impulsa,
partimos de nuevo en busca de alguna otra persona que, al final, así lo
esperamos, nos colmará de felicidad... Empezamos de nuevo el ciclo desde el
principio, y volvemos a pasar por todos los puntos, del 1 al 8, para
encontrarnos de nuevo en el punto 1 en un momento u otro.
En este ejemplo podemos encontrar otro tipo de situación que es muy
frecuente y que conduce a la misma dinámica: a fuerza de buscar (2),
encontramos (3), y nos parece que la persona hallada es un mirlo blanco, sin
duda con ella seremos felices de verdad (4). Se convierte para nosotros en
alguien tan valioso que nos atamos a esa persona, nos hacemos dependientes y
exigentes (5), celosos, posesivos, inquietos, ansiosos (6 y 7). Nos
conducimos de forma cada vez más asfixiante para el otro, que, finalmente,
decide marcharse. Y nos encontramos solos de nuevo, en el punto 1. Creemos
que ha sido mala suerte, o que es culpa del otro; intentaremos hacerlo mejor
la próxima vez, pero no sabemos cómo. Nos ponemos entonces en busca de otra
perla rara que, esta vez, ataremos con fuerza ¡para que no se vaya!... Y,
claro, se reproduce la misma dinámica. Y terminamos por encontrarnos de
nuevo solos. Y volvemos a empezar, con la firme ilusión de que alguien podrá
hacernos felices. También puede ocurrir que el otro aproveche esa
dependencia y se quede, en cuyo caso soportamos una relación alienante que
también hace sufrir mucho (nos quedamos en los puntos 1 y 2). A todos nos
resultan familiares este tipo de situaciones.
Pero esa dinámica no es inevitable. Es posible crear relaciones en verdad
privilegiadas o situaciones de la vida realmente satisfactorias. No es una
cuestión de circunstancias, sino de consciencia. El ciclo de insatisfacción
es inevitable si se está atrapado en el ego. Es una ley de la psique, como
la gravedad es una ley del mundo físico. Podemos hacernos la, ilusión, por
ejemplo, de que no vamos a hacernos daño si saltamos desde el cuarto piso de
un edificio; pero la ley de la gravedad, que actuará ineluctablemente, nos
traerá a la realidad. Darnos cuenta de esto, sólo darnos cuenta, puede
llevarnos a buscar la felicidad y la satisfacción en otra dirección, en
lugar de quejarnos una y otra vez de que la vida es difícil y de que los
demás no son amables. (En lugar de obstinarnos en saltar desde el cuarto
piso todas las mañanas y quejarnos de las contusiones durante el resto del
día, quizá buscaremos una escalera...)
Esta dinámica mantiene al ser humano en la ilusión de que algo exterior
(condiciones o personas) podrá hacerlo feliz. Permite cortos períodos de
satisfacción seguidos, inevitablemente, de largos momentos de expectativa e
insatisfacción. Nos mantiene en un estado de tensión y de estrés permanente,
porque, como la felicidad depende de circunstancias externas o de las
personas que tenemos a nuestro alrededor, nos convertimos en seres
dependientes, aunque sin darnos cuenta. Si las circunstancias son
favorables, es decir, si todo es tal y como nosotros deseamos, estamos
contentos; si no, estamos insatisfechos.
Zarandeados de un lado a otro por las circunstancias externas o por nuestro
entorno, tenemos dos opciones, ambas insatisfactorias:
—sentirnos víctimas de personas malas, de personas que no son «correctas»
(1), o de circunstancias desfavorables contra las cuales creemos que no
podemos hacer nada;
—o bien intentar controlar y manipular las circunstancias externas o a las
personas que viven a nuestro alrededor para que satisfagan nuestras
expectativas y deseos. Algunas veces lo conseguimos tras años de esfuerzos,
pero la satisfacción que sentimos entonces es sólo temporal; otras, no lo
conseguimos en absoluto. De todas formas, las circunstancias y las personas
cambian tarde o temprano, y nos encontramos de nuevo insatisfechos. Entonces
pensamos que la felicidad es una perla rara, y que la vida es muy difícil.
La dinámica de búsqueda de fuentes de satisfacción en el exterior no se
aplica sólo a los ejemplos dados, sencillos, clásicos. Si la consciencia
está aprisionada en la personalidad, determina todas nuestras elecciones,
preferencias, acciones; en definitiva, todas nuestras decisiones mayores y
menores. Es el motor de nuestra vida. Pero no hacemos más que perder tiempo
y energía buscando a nuestro alrededor circunstancias y gentes que
correspondan a nuestros deseos, a nuestras expectativas. Es la única manera
que nos han enseñado de ser un poco felices, de serlo de vez en cuando. Pero
no es muy eficaz, pues exige mucho esfuerzo para tan exiguo resultado.
Hemos dado unos ejemplos referidos a expectativas a largo plazo. Pero, a
corto plazo, actúa el mismo mecanismo. ¿No vemos cómo ansia la gente la
llegada del fin de semana para salir de su ambiente de trabajo y encontrarse
en un entorno agradable, esperando sentirse bien? Llega el momento esperado,
pero se acaba; aunque haya sido agradable, el placer se desvanece como el
humo. Habrá que buscar otra cosa para el fin de semana siguiente. ¿No hay
acaso muchas personas que, con meses, con años de antelación, piensan en sus
vacaciones, en sus viajes, en su jubilación? Las vacaciones, los viajes y
todo lo demás suelen ser agradables, pero rara vez lo son tanto como se
esperaba. Y, si lo han sido realmente, se deprime uno al volver y espera con
mayor razón la evasión siguiente. Se pierde así la vida esperando que mañana
será mejor. Pero «mañana» no llegará nunca, siempre será mañana. Y así es
como el momento presente se esfuma sin haberlo vivido. Vivimos en un pasado
que ya no existe, o en un futuro imaginario. En realidad, no vivimos, no
hacemos más que sobrevivir. Pero como todo el mundo, o casi, hace lo mismo,
creemos que la vida es así. Y nos preguntamos por qué la vida no nos
satisface plenamente.
Esa búsqueda de satisfacción, que en el fondo es más bien una búsqueda de
plenitud, es auténtica y real. Pero el ser humano no encontrará lo que busca
mientras no entre en contacto con la energía del Ser: obtenga lo que
obtenga, nunca será bastante, por la sencilla razón de que el ego, que, por
su propia constitución no está en contacto con el Ser, es un mecanismo vacío
y nunca podrá dar al ser humano la plenitud y satisfacción profunda que
busca.
La ilusión que nos lleva a buscar la felicidad en las circunstancias
externas está anclada en la consciencia colectiva. La mayor parte de los
seres humanos ni siquiera se plantea si hay otra forma de vivir: estamos tan
habituados a funcionar así que no nos damos cuenta. Nadamos en ese mar de
limitaciones como peces en el agua, totalmente inconscientes de la dinámica
que nos empuja a actuar. Ésa es la primera ilusión en la que nos hace caer
el ego, de la que podríamos desprendernos con facilidad si empezáramos por
reconocer que la felicidad profunda y duradera, independiente de las
circunstancias siempre cambiantes de la vida, no puede proceder del
exterior.
Sin embargo, no basta conocer la teoría para liberarnos de la influencia del
mecanismo. Sabemos que la felicidad se encuentra en nuestro interior porque
lo hemos leído en algunos libros o lo hemos oído decir, pero, no obstante,
seguimos siendo prisioneros de ese ciclo de insatisfacción, y no sabemos por
qué. Es para responder a esa pregunta, y para poder empezar a salir de la
esclavitud de los mecanismos del ego, por lo que exploraremos más a fondo a
lo largo de este espacio las diferentes dinámicas de la consciencia.
Con el fin de hacer un balance más completo de la situación y plantear el
problema del ego de la manera más clara posible, describiremos ahora algunas
de las características más corrientes del funcionamiento del ser humano
atrapado en la trampa de la personalidad.
(1) El diccionario da la siguiente definición de la palabra «correcto»:
«conforme a las reglas». Aquí, y en todo lo que sigue, cuando hablemos de
personas «correctas», lo utilizaaremos en un sentido amplio. Expresaremos
así la idea de una persona de bien desde todos los puntos de vista, es
decir, una persona cuya conducta es irreprochable. Si alguien «no es
correcto» es que tiene mucho que reprocharse... La expresión inglesa «to be
OK» expresa el mismo matiz.
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