CÓMO SE TRATA EL TRASTORNO DE SOMATIZACIÓN
Para tratar el trastorno de somatización se utilizan enfoques
multidisciplinares que incluyen procedimientos psicológicos, farmacológicos
y educativos. Sin embargo, no todos estos componentes cuentan con suficiente
respaldo empírico. Por ejemplo, no conocemos ningún estudio serio que
demuestre la eficacia del tratamiento farmacológico en el trastorno de
somatización. Además, la farmacoterapia no suele resultar beneficiosa para
la mayoría de estos pacientes, puesto que, dada su tendencia a amplificar
los síntomas físicos, son muy conscientes de los efectos secundarios
derivados de la medicación. Según la evidencia empírica recopilada, el
tratamiento psicológico resulta de gran ayuda en el trastorno de
somatización.
La
terapia psicológica de orientación cognitivo-conductual es el procedimiento
más eficaz para abordar este trastorno, si bien los fármacos antidepresivos
y la psicoterapia de apoyo también pueden desempeñar un papel importante en
algunos pacientes. Además, los pacientes con trastorno de somatización
tratados con terapia cognitivo-conductual informan de mayores mejorías que
los que reciben tratamiento médico estándar, obtienen cambios positivos en
los síntomas somáticos y el funcionamiento cotidiano, y ocasionan menos
costos de atención sanitaria.
Los programas cognitivo-conductuales pretenden ayudar al paciente a afrontar
su malestar corporal de manera más adaptativa, lo que implica un proceso de
cambio de la forma de percibir, interpretar y comportarse ante los síntomas.
Estos programas suelen incluir información sobre el trastorno que se padece
y sus causas, técnicas de resolución de problemas, estrategias de
afrontamiento del estrés, reestructuración de pensamientos negativos,
entrenamiento en mejora de las relaciones interpersonales, aprendizaje de la
expresión adecuada de emociones, y técnicas de relajación. También se suelen
completar estos procedimientos con cambios en el estilo de vida a través de
la realización de ejercicio físico (pasear, nadar, etc., durante veinte
minutos tres veces a la semana) y actividades agradables (clases de pintura,
excursiones por el campo, etc.).
Uno de los programas cognitivo-conductuales más importantes desarrollados en
España es el que se aplica en la Unidad de Trastornos Somatomorfos del
Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza. Este programa está basado
en las aportaciones de los grupos de trabajo de J. Lidbeck, G. R. Smith y J.
L. Escobar. Siguiendo la descripción realizada por J. García-Campayo y P.
García en un informe publicado en el año 2002, a continuación se indican los
principales temas que se abordan en este programa:
Justificación de la terapia. Se parte de la aceptación de que el
malestar físico que siente el paciente es real (no inventado ni exagerado),
pero al mismo tiempo se insiste en que hay factores psicológicos
(pensamientos y comportamientos) que pueden intensificarlo. Se plantea que
el tratamiento no pretende descubrir la causa orgánica de los síntomas, ya
que ésta ha sido descartada por las pruebas médicas realizadas, sino que lo
que se busca es ayudar al paciente a desarrollar estrategias con las que
pueda aliviar el malestar de los síntomas y mejorar su calidad de vida.
Revisión de los síntomas principales. Se discute la intensidad,
duración, cambios, etc., de los síntomas, las situaciones que los preceden y
siguen, las que los empeoran, los pensamientos y sentimientos que tiene el
paciente ante el malestar físico y lo que hace para reducirlo.
Discusión del estrés psicosocial. Se analiza el modo en que las
situaciones estresantes del trabajo, la familia, etcétera, pueden
desencadenar síntomas corporales, tales como palpitaciones, tensión
muscular, etcétera, y cómo el hecho de preocuparse por tales síntomas se
convierte a su vez en una situación estresante que incrementa el malestar
corporal. A partir de esta consideración se plantea la relajación como
estrategia para manejar el estrés.
Importancia de estar activo. Se subraya la idea de que permanecer
activos nos ayuda a sentirnos físicamente mejor, a distraernos del malestar
y a mejorar nuestra autoestima, y se discuten los efectos negativos de la
falta de actividad. Se revisan las actividades diarias del paciente y las
razones por las que no realiza otras, lo que cree que ocurriría si las
hiciera (por ejemplo, empeoramiento de los síntomas), y se le anima a que
progresivamente las lleve a cabo para comprobar que las consecuencias
negativas que anticipa no se producen.
Papel de la pareja en el mantenimiento del problema. La pareja
puede, involuntariamente, estar contribuyendo al mantenimiento del problema,
por ejemplo, con una actitud fría y distante, frente a la cual el paciente
reacciona utilizando las quejas físicas como llamada de atención. Se trabaja
con la pareja modos de comunicación y expresión de emociones más
funcionales, se les anima a que pasen tiempo juntos realizando actividades
agradables, se les ayuda a establecer acuerdos de cambio en la
convivencia...
Papel de los pensamientos en las emociones. Se plantea que cuando
una molestia corporal se interpreta como peligrosa se desencadena una
reacción de temor que incrementa el malestar físico inicial. Por lo tanto,
cambiando el pensamiento podemos cambiar la cadena de efectos posteriores.
Para ello se examina de manera objetiva la evidencia a favor y en contra de
ese pensamiento negativo, las explicaciones alternativas, las ventajas e
inconvenientes de pensar así... También se discute cómo el hecho de prestar
atención a los síntomas aumenta el malestar y cómo centrar la atención fuera
del cuerpo lo reduce. Se sugieren actividades de distracción como ver la
televisión, oír música, hablar por teléfono...
Ventajas e inconvenientes de estar enfermo. Se plantea que aunque
actuar como un enfermo puede servir a corto plazo para evitar actividades
que nos disgustan, conseguir cuidados y atenciones de los demás, etcétera, a
medio/largo plazo se convierte en una gran limitación para el desarrollo de
una vida satisfactoria (dificulta el disfrute de actividades, reduce la
autoestima, restringe la vida social, etcétera).
Relaciones interpersonales. Se examina la forma en que el paciente
se comunica con las personas de su entorno y si utiliza las quejas físicas
como medio para expresar necesidades afectivas. Se trabaja para mejorar las
habilidades del paciente para relacionarse de forma directa y adecuada con
los demás.
Manejo del trastorno de somatización
1. Principios
generales
Evaluación clínica comprehensiva (historia, estado mental y examen físico).
Entrevista a los familiares cercanos.
Minimizar el número de médicos implicados. Seguir un plan de manejo
consistente y coordinado.
Minimizar los procedimientos diagnósticos y terapéuticos invasivos. Seguir
sesiones estructuradas, regulares. Evitar las visitas innecesarias a los
médicos y a los centros de urgencias.
Reconocer la realidad de los síntomas y proporcionar información del
diagnóstico tanto al paciente como a los familiares. Cuando sea apropiado,
vincular los síntomas con los eventos de vida estresantes. Identificar y
minimizar los refuerzos secundarios. Tratar apropiadamente las condiciones
médicas y psiquiátricas asociadas.
2. Terapia cognitivo-conductual
Desarrollar un acuerdo de tratamiento (lista acordada sobre frecuencia,
duración y número de sesiones aproximadas).
Fijar metas realistas a corto y largo plazo. Revisarlas regularmente.
Centrarse en las formas prácticas de afrontar los síntomas y las
limitaciones. Animar al paciente a cumplimentar un diario de pensamientos,
sentimientos y conductas de afrontamiento. Revisarlo regularmente. Promover
actividades físicas, sociales, recreativas y laborales diarias. Promover
actividades y ejercicios de relajación diarios. Promover el control y
autonomía del paciente.
3. Farmacoterapia
Minimizar el uso de fármacos que produzcan hábito.
Evitar la medicación innecesaria.
Usar medicación antidepresiva cuando sea apropiado.
Recomendaciones prácticas
Cuando experimentes malestar físico que no sea debido a una enfermedad
médica:
• Recuerda que los síntomas somáticos son frecuentes y la mayoría de ellos
tienen causas benignas. Lo más probable es que sean sensaciones fisiológicas
normales, disfunciones leves o reacciones normales que acompañan a la
ansiedad, la tristeza...
• Trata de conectar los síntomas físicos con situaciones psicosociales
estresantes. Te darás cuenta de que la mayoría de tus molestias corporales
surgen, por ejemplo, cuando anticipas que has de enfrentarte a una situación
difícil, tras una discusión con alguien, o simplemente por pensar en
negativo sobre las causas o consecuencias de los síntomas.
• Realiza deporte/actividades físicas como mínimo tres veces a la semana
durante veinte minutos. Esto te ayudará a sentirte más ágil y enérgico, y
mejorará tu autoestima.
• Realiza actividades agradables y practica tus aficiones favoritas. Esto te
ayudará a contrarrestar la tendencia a focalizarte en el cuerpo y mejorará
tu estado de ánimo, con lo que se reducirá la probabilidad de que percibas
síntomas.
• Recuerda que comportarse como un enfermo, aunque puede librarnos
momentáneamente de afrontar un problema o situación incómoda, a la larga nos
impide disfrutar plenamente de nuestra vida. Por lo tanto, si tienes algún
problema afróntalo de manera directa.
• Si los síntomas, la preocupación por ellos, o las limitaciones que generan
en la vida diaria persisten, conviene acudir a la consulta de un
especialista en salud mental.
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