Una de las particularidades del adolescente es ser una
persona que reclama con vigor su autonomía e individualidad, pero que es
todavía profundamente dependiente de su cuadro familiar, de la estructura de
la familia y de la personalidad de los padres. Y quizá en estas
premisas estén las claves de la conflictividad entre padres e hijos
adolescentes.
El joven adolescente básicamente tiende a actuar, a pasar
con facilidad a la acción, con un sentimiento de omnipotencia y ansias de
exteriorizar sus propios conflictos. Los resultados negativos son los brotes
de cólera, violencia, repentinas fugas, conductas de riesgo, drogadicción...
El adolescente es por principio contestatario, y manifiesta su oposición a
todo lo que implique autoridad.
Existen unos típicos "puntos de fricción" en la relación
padres-hijos adolescentes, que son:
1) El sistema de valores (ideológicos, sociales, etc.),
es decir, basta que el padre tenga tal inclinación política para que el hijo
manifieste otra de signo contrario (ya se sabe: si los padres dicen
"blanco", el hijo, inexorablemente, dirá "negro").
2) El porvenir profesional, cuando el padre se empeña en
que haya continuidad laboral en la empresa familiar y el hijo decide una
futura actividad diametralmente opuesta.
3) Las amistades del hijo, que a menudo desagradan
extraordinariamente a los padres y casi nunca las ven adecuadas. Sin
embarco, es interesante hacer notar que los estudios del comportamiento
electoral de las poblaciones demuestran que los adultos jóvenes en su
mayoría votan de acuerdo a las ideas políticas que imperan en el hogar, y
que el proceso culmina con la similitud en la vida espiritual e ideológica
de padres e hijos.
Otros conocidos motivos de discusión y de constante
preocupación para los progenitores son el horario de regreso a casa (en
especial el nocturno o el de madrugada); las labores que deben realizar en
casa (desde hacerse la cama a poner la mesa); el tiempo que dedican al
estudio (que "siempre es escaso"); el dinero que han de tener (paga semanal
fija e inalterable)... y en este orden, según las estadísticas.
Desgraciadamente, en el período en que los jóvenes han de
ganar una mayor independencia, muchos padres imponen una mayor disciplina. Y
disciplina indiscriminada, sobre cosas sin importancia, descuidando
imponerse en situaciones que de verdad lo requieren. Multitud de padres no
tienen en ninguna consideración a su hijo adolescente, porque no saben
respetar su intimidad, ni sus juicios, ni su correspondencia, ni sus
llamadas telefónicas... Estos padres olvidan que sus hijos adolescentes
estarán orgullosos de ellos en la medida en que ellos se comporten con sus
hijos.
En las consultas vemos padres que están tensos, en
perpetuo estado de crispación, en guardia, atacando despiadadamente el más
mínimo intento de independencia y autonomía del chico o de la chica. Encaran
la adolescencia como un período de lucha y de enfrentamientos, de los cuales
han de salir, a toda costa, vencedores; no les importan las vejaciones y
sufrimientos a infligir al supuesto "adversario"...
Es preciso reconocer que los adolescentes que atraviesan
dificultades establecen relaciones demasiado conflictivas con sus padres.
También se puede decir que esta conflictividad forma parte de la propia
psicoafectividad del adolescente. Es normal para un adolescente tener
durante largo tiempo un comportamiento incoherente e imprevisible de amar a
sus padres y de odiarles, de rebelarse contra ellos y depender de los
mismos. Estar profundamente avergonzado de su madre o de su padre delante de
los otros y de forma inesperada desear hablarle con toda la franqueza. Debe
dejársele tiempo y libertad para encontrarse a sí mismo y su camino. A
menudo son los padres los que tienen necesidad de ayuda y consejos para
soportarlo.
En relación a la búsqueda de autonomía, ésta debe
fomentarse en los hijos adolescentes, ya que para ellos es más fácil
depender de la decisión de los padres que de su propio criterio para tomar
decisiones. Los jóvenes, en la actualidad, se parecen más a la época que les
ha tocado vivir que a sus propios padres.