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Una civilización repentina VII
Del
mismo modo que todo nuestro sistema económico y social -libros, registros
legales y económicos, contratos comerciales, certificados matrimoniales,
etc.- dependen del papel, la vida sumeria-mesopotámica dependía de la
arcilla. Templos, tribunales y casas de comercio disponían de sus propios
escribas, con sus tablillas de arcilla húmeda dispuestas para anotar
decisiones, acuerdos o cartas, o para calcular precios, salarios, el área de
un campo o el número de ladrillos necesarios en una construcción.
La arcilla también era la materia prima básica en la manufactura de
utensilios de uso cotidiano y de recipientes para el almacenamiento y el
transporte de bienes. También se utilizó para hacer ladrillos -otra cosa en
la que los sumerios fueron los “primeros”, algo que hizo posible la
construcción de casas para el pueblo, de palacios para los reyes y de
templos imponentes para los dioses.
A los sumerios se les atribuyen dos avances tecnológicos que hicieron
posible combinar la ligereza con una fuerte resistencia en todos los objetos
de arcilla: la armazón y la cocción. Los arquitectos modernos han
descubierto que se puede hacer hormigón armado, un material de construcción
sumamente fuerte, echando cemento en moldes con un entramado interior de
varillas de hierro; pero hace mucho que los sumerios fueron capaces de dar a
sus ladrillos una gran fortaleza mezclando la arcilla húmeda con trozos de
carrizo o paja. También sabían que a los objetos de arcilla se les podía dar
resistencia y durabilidad cociéndolos en el horno. Fue gracias a estos
avances tecnológicos que se hizo posible la construcción de los primeros
edificios y arcadas del mundo, así como la elaboración de la primera
cerámica duradera.
La invención del horno -un lugar donde conseguir unas temperaturas intensas
pero controladas, sin correr el riesgo de que los productos se llenen de
polvo o cenizas- hizo posible un avance tecnológico aún mayor: la Edad de
los Metales.
Se da por cierto que el hombre descubrió que podía dar formas útiles o
agradables a algunas “piedras blandas” -pepitas de oro naturales, así como
compuestos de cobre y de plata- en algún momento de los alrededores del 6000
a.C. Los primeros objetos de metal moldeado se encontraron en las tierras
altas de los Montes Zagros y del Taurus. Sin embargo, como señalaba R. J.
Forbes (The Birthplace of Oíd World Metallurgy), “en el Oriente
Próximo de la antigüedad, el suministro de cobre natural se agotaba con
rapidez, y el minero tenía que recurrir a las minas”. Esto precisaba del
conocimiento y de la capacidad para encontrar y extraer el mineral
metalífero, triturarlo, fundirlo y refinarlo, procesos que no se podrían
haber llevado a cabo sin el horno y sin una tecnología mínimamente avanzada.
El arte de la metalurgia no tardó en abarcar también la habilidad para alear
el cobre con otros metales, obteniendo como resultado un metal fundible,
duro, pero maleable, al que llamamos bronce. La Edad del Bronce, nuestra
primera época metalúrgica, fue también una contribución mesopotámica a la
civilización moderna. En la antigüedad, gran parte del comercio se dedicaba
al comercio de metales, y también se formó a partir de aquí la base para el
desarrollo en Mesopotamia de la banca y de la primera moneda -el shekel
(“lingote pesado”) de plata.
Del nivel que alcanzó la metalurgia en la antigua Mesopotamia nos hablan las
muchas variedades de metales y aleaciones para los cuales se han encontrado
nombres sumerios y acadios, así como su amplia terminología tecnológica.
Esto desconcertó durante cierto tiempo a los estudiosos, ya que Sumer, en su
territorio, carecía de minerales metalíferos; y, sin embargo, la mayor parte
de la metalurgia comenzó indudablemente aquí.
La respuesta se encuentra en la energía. No se puede fundir, refinar y alear
sin un abundante suministro de combustibles para alimentar hornos y
crisoles. En Mesopotamia no había menas, pero había combustible en
abundancia, de modo que el mineral metalífero fue llevado hasta los
combustibles, lo cual explicaría muchas de las más antiguas inscripciones en
las que se describe el transporte del mineral desde muy lejos.
Los combustibles que le dieron a Sumer la supremacía tecnológica fueron
betunes y asfaltos, productos del petróleo que se filtraban de forma natural
hasta la superficie en muchos lugares de Mesopotamia. R. J. Forbes (Bitumen
and Petroleum in Antiquity) demuestra que los depósitos de superficie de
Mesopotamia fueron las principales fuentes de combustible del mundo antiguo,
desde los tiempos más primitivos hasta la época de Roma, y concluye que el
uso tecnológico de estos productos del petróleo comenzó en Sumer alrededor
del 3500 a.C. de hecho, dice que la utilización y el conocimiento de los
combustibles y de sus propiedades fueron mayores en tiempos de los sumerios
que en las civilizaciones que les siguieron.
Tan amplio fue el uso de los productos del petróleo entre los sumerios -no
sólo como combustibles, sino, también, como materiales para la construcción
de caminos, para impermeabilizar, calafatear, pintar, cimentar, moldear-,
que cuando los arqueólogos buscaban a la antigua Ur, la encontraron
enterrada en un montículo que los árabes de la zona daban en llamar el
“Montículo del Betún”.
Forbes demuestra que la lengua sumeria tiene términos para cada género y
variante de las sustancias bituminosas encontradas en Mesopotamia. De hecho,
los nombres de los materiales bituminosos y petrolíferos en otras lenguas
-acadio, hebreo, egipcio, copto, griego, latín y sánscrito- remontan su
origen hasta el sumerio; por ejemplo, el nombre más común del petróleo
-naphta, nafta- se deriva de napatu (“piedras que arden”).
La utilización de los productos del petróleo por parte de los sumerios fue
también fundamental para el desarrollo de la química. No sólo podemos
valorar el alto nivel de los conocimientos de los sumerios por la variedad
de pinturas y pigmentos, y por procesos tales como el vidriado, sino también
por la notoria producción artificial de piedras semipreciosas, entre las que
se incluye un sustitutivo del lapislázuli.
También se utilizaron betunes en la medicina sumeria, otro campo donde los
niveles también fueron impresionantemente altos. En centenares de textos
acadios encontrados se emplean en gran medida frases y términos médicos
sumerios, indicando con ello el origen sumerio de toda la medicina
mesopotámica.
La biblioteca de Assurbanipal en Nínive disponía de una sección de medicina.
Los textos se dividían en tres grupos: bultitu (“terapia”), shipir bel imti
(“cirugía”) y urti mashmashshe (“órdenes y conjuros”). En los antiguos
códigos legales había secciones que trataban de los honorarios que había que
pagar a los cirujanos por las operaciones exitosas, y de las penas que se
les imponían en caso de fracaso: como, por ejemplo, que, si al abrir la sien
de un paciente con una lanceta, el cirujano destruía accidentalmente el ojo
de aquél, se le condenaba a perder la mano.
Se han encontrado marcas inconfundibles de cirugía cerebral en algunos
esqueletos encontrados en tumbas de Mesopotamia, y un texto médico
parcialmente roto habla de la extirpación quirúrgica de una “sombra que
cubría el ojo de un hombre”, probablemente un problema de cataratas; otro
texto menciona el uso de un instrumento cortante, diciendo que “si la
enfermedad ha alcanzado el interior del hueso, tendrás que rasparlo y
quitarlo”.
Los enfermos de los tiempos sumerios podían elegir entre un A.ZU (“médico de
agua”) y un IA.ZU (“médico de aceite”). Una tablilla encontrada en Ur, de
cerca de 5.000 años de antigüedad, nombra a un practicante de la medicina
como “Lulu, el médico”. También había veterinarios, conocidos como “médicos
de bueyes” o bien como “médicos de asnos”.
En un sello cilindrico muy antiguo encontrado en Lagash se representa un par
de tenazas quirúrgicas que pertenecieron a “Urlu-galedina, el médico”. El
sello muestra también a la serpiente en el árbol, símbolo de la medicina
hasta nuestros días. También se representaba con frecuencia un instrumento
que utilizaban las comadronas para cortar el cordón umbilical.
Los textos médicos sumerios tratan del diagnóstico y de las recetas. No
dejan lugar a dudas de que los médicos sumerios no recurrían a la magia o a
la brujería. Recomendaban la higiene y la limpieza, los baños de agua
caliente y disolventes minerales, la aplicación de derivados vegetales y las
fricciones con compuestos del petróleo.
Se hacían medicinas de plantas y compuestos minerales, y se mezclaban con
líquidos o disolventes según el método de aplicación. Si era por vía oral,
se mezclaban los polvos con vino, cerveza o miel; si “se vertían a través
del recto” -si se administraban como enema-, se mezclaban con aceites
vegetales. El alcohol, que jugaba un papel muy importante en la desinfección
quirúrgica y como base de muchas medicinas, llegó hasta nuestros idiomas a
través del árabe kohl, del acadio kuhlu.
Los modelos de hígado encontrados nos indican que se enseñaba medicina en
algún tipo de escuelas médicas, con la ayuda de modelos de arcilla de los
órganos humanos. Debieron de estar bastante avanzados en anatomía, pues los
rituales religiosos nos hablan de elaboradas disecciones de los animales
sacrificiales, sólo un escalón por debajo de un conocimiento comparable en
anatomía humana.
En diversas representaciones sobre sellos cilindricos o tablillas de arcilla
se muestra a personas yaciendo sobre algún tipo de mesa quirúrgica, rodeadas
por equipos de dioses o personas. Sabemos por la épica y por otros textos
heroicos que los sumerios y sus sucesores en Mesopotamia estaban muy
interesados en temas como la vida, la enfermedad y la muerte.
Hombres como Gilgamesh, un rey de Erek, buscaban el “Árbol de la Vida” o
algún mineral (una “piedra”) que pudiera darles la eterna juventud. También
existen referencias a esfuerzos por resucitar a los muertos, en especial si
resultaban ser dioses:
“Sobre el cadáver, colgado del poste,
ellos dirigieron el Pulso y el Resplandor;
Sesenta veces el Agua de la Vida,
Sesenta veces el Alimento de la Vida,
ellos rociaron sobre aquél;
E Inanna se levantó”.
¿Se
conocerían y utilizarían en estos intentos de resurrección algunos métodos
ultramodernos de los que sólo podemos especular? El conocimiento y la
utilización de materiales radiactivos en el tratamiento de determinadas
dolencias queda, ciertamente, sugerido en una escena médica representada en
un sello cilíndrico que data de los comienzos de la civilización sumeria. En
él, se muestra, sin ningún tipo de dudas, a un hombre yaciendo sobre una
cama especial, con el rostro protegido con un máscara y recibiendo algún
tipo de radiación.

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