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EL CHICO AFEMINADO
Los sexos no son espacios cerrados e inmutables, sino que hay formas
intermedias, transicionales, con las que había que contar. Algún
investigador consideraba a la mujer como un estadio intermedio entre el niño
y el hombre. Así, el muchacho al llegar a la pubertad pasa por un momento, a
veces muy breve y sutil, casi inapreciable, de feminidad. Durante unos meses
o a lo sumo dos años, su forma varonil aún no se ha definido y el instinto
sexual es todavía confuso. Es el efebo. En la antigua Grecia era compañero
de varones más viejos. Nada de esto sucede en la muchacha. Ésta tarda más o
menos en hacerlo, pero despierta sexualmente de un modo recto y progresivo.
Es bien sabido que a los 18 años la mujer está mucho más madura sexualmente
que el hombre.
A la vista, pues, de las posibles ambigüedades en la evolución sexual de los
adolescentes -especialmente en el caso del varón-, hay que ser muy cautos en
etiquetar una aparente inclinación sexual. Algunos autores han sugerido un
nuevo término, el de "prehomosexual", para aglutinar a todas las conductas
sexuales atípicas del niño afeminado, por considerar que ésa será la
dirección evolutiva que más frecuentemente experimentará su futura conducta
sexual. Consideramos que este calificativo no tiene rigor científico.
Se considera que un chico es afeminado cuando ha presentado en su niñez
estos rasgos de comportamiento:
1. Preferencia y especial simpatía por actividades más sedentarias en lugar
de por otras más violentas y agresivas, más afines a la tradicional conducta
masculina.
2. Especial sensibilidad ante la percepción de la belleza física por parte
de los adultos, que suelen comportarse ante el niño como si se tratara de
una niña.
3. Animación y estímulo por parte de la familia, durante la primera
infancia, hacia la manifestación de conductas específicamente femeninas (o
desánimo y desaliento ante los comportamientos masculinos en esa misma
etapa).
4. Ser vestidos o tratados como una niña durante la primera infancia por uno
de los padres, o por cualquier otra persona, que sean modelos claves para la
propia identificación sexual.
5. Ausencia de un hermano varón mayor, con una actitud claramente masculina,
que pueda servir de modelo con el que identificarse el niño en los primeros
años de su vida, o la presencia simultánea de actitudes de rechazo por parte
del padre.
Entre las actitudes observadas en estos niños etiquetados de afeminados
destaca el comienzo muy precoz (antes de los dos años, o entre los dos y los
cuatro primeros años de vida) de comportamientos tradicionalmente atribuidos
al sexo femenino (vestimentas, juegos, etc.). Asimismo, se aprecia una
conducta de evitación ante la posibilidad de participar en actividades
recreativas con otros niños del mismo sexo, en lo que para ellos son
ocupaciones rutinarias, diciendo como excusa: "Es que los niños son muy
brutos." Y, por último, pasar mucho tiempo con un juguete favorito, una
muñeca, etc., imitando gestos femeninos y maternales.
Se ha detectado, entre las madres de estos niños, frecuentes actitudes de
sobreprotección, indiferencia, atención excesiva y alabanza exagerada de
determinados rasgos que sirven para la identificación de la belleza física.
Entre los padres se aprecian actitudes de indiferencia, ausencia de
interacción con el hijo (por pasar mucho tiempo fuera de casa o por falta de
la necesaria dedicación) y rechazo encubierto (el padre ofrece toda su
atención a otro hijo) o manifiesto (corrige continuamente el comportamiento
del chico). Otras veces no hay características familiares distinguibles,
sugiriendo un fenómeno individual, tal vez de origen genético-biológico. |
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