PSICOONCOLOGÍA. CÓMO AYUDAR A LAS PERSONAS QUE TIENEN CÁNCER
Los datos muestran que el cáncer se ha convertido en uno de los problemas
más importantes de salud a comienzo del siglo XXI; junto con las
enfermedades cardiovasculares y los accidentes de tráfico, representa una de
las tres causas de muerte más frecuentes en los países occidentales. En
España, por ejemplo viven aproximadamente 1,5 millones de personas que han
contraído, superado o luchan contra esta enfermedad.
Para la mayoría de las personas, recibir un diagnóstico de cáncer supone
adentrase en una situación de angustia y estrés, debido fundamentalmente a
las siguientes cuestiones:
A. Es una patología que amenaza la propia vida.
B. Los tratamientos son agresivos —pueden producir deterioros importantes—
para evitar consecuencias negativas a largo plazo, no para conseguir
resultados positivos inmediatos.
C. Es una enfermedad crónica con la que hay que convivir y
D. En general, se tiene la sensación de escasa capacidad de control hacia
esta patología, motivada por tres aspectos concretos: la incertidumbre sobre
si el tratamiento dará resultado, el desconocimiento que todavía se tiene
sobre su etiología y la variabilidad e inestabilidad de la propia enfermedad
en su desarrollo.
Por todo ello, es lógico que la enfermedad oncológica despierte angustia,
temor e incertidumbre.
No obstante, la esperanza de vida ha aumentado considerablemente en muchas
de las más de doscientas enfermedades que aglutina la palabra cáncer. Tanto
en los métodos de diagnóstico como de tratamiento se han producido avances
espectaculares, lo que ha llevado a una mejora significativa en su
pronóstico. Esto ha permitido reasignar la enfermedad como un trastorno
crónico, en muchos casos, con tasas cada vez mayores de curación. Surge así
la necesidad de ofrecer al enfermo/a un abordaje integral, en el que los
aspectos biológicos y médicos sean complementados con los psicológicos y
sociales, precisamente porque la enfermedad y su tratamiento produce un
shock emocional que trasciende y trastoca al individuo, a la familia y a la
estructura de la vida cotidiana, además de acercarnos a uno de los elementos
más temidos y amenazantes: la muerte.
A partir de estas cuestiones podemos empezar a entender la importancia de
incorporar los aspectos psicológicos relacionados con la enfermedad. La
psicooncología es la disciplina que aprovecha los conocimientos psicológicos
para aplicarlos al campo de la oncología, y tiene dos vertientes
fundamentales:
• Identificar e intervenir sobre las
consecuencias psicológicas que el cáncer y sus tratamientos tienen
para el individuo y su familia, tanto en la fase de diagnóstico, como en la
de tratamiento, recidivia o metástasis y cuidados paliativos o enfermedad
terminal.
• Determinar el papel que las
variables psicológicas pueden jugar como agentes de influencia directa o
indirecta en el cáncer, tanto en su aparición (etiología, factores de
riesgo), como en su progresión (pronóstico de la enfermedad). En este
sentido, se ha estudiado la personalidad tipo C (caracterizada
fundamentalmente por la dificultad en la expresión de emociones negativas),
el nivel de estrés y los factores comportamentales o de estilo de vida
asociados a factores de riesgo (tabaco, alcohol, alimentación, etcétera)
como posibles elementos a tener en cuenta.
La mayor parte de los autores consideran que la influencia de los factores
psicológicos tiene lugar alterando la susceptibilidad del individuo a la
enfermedad, pero no provocando la enfermedad, aunque en realidad bien
pudiera ser la causa o una de las causas de la aparición de la enfermedad.
La posición más defendida apoya la idea de que los factores psicosociales
pueden afectar a los procesos neoplásicos a través de la influencia del
sistema nervioso central (SNC) en el sistema inmunológico y endocrino,
resaltando con ello el papel modulador de las variables psicológicas en el
cáncer.
En cuanto a la importancia de los factores psicológicos en la progresión de
la enfermedad habría que decir que algunos estudios sobre estrés y cáncer
parecen demostrar que una vez iniciado el proceso maligno, el estrés
favorecería un desarrollo tumoral más acelerado. Otro grupo de estudios
experimentales en animales han sugerido que los sentimientos de impotencia,
indefensión y desesperanza causan un crecimiento acelerado del tumor,
mediante la supresión de las células NK que son las encargadas de
defendernos de los organismos extraños o patológicos.
Cuándo y dónde se hace necesaria la intervención psicológica
Uno de los aspectos a los que más importancia se le está dando en la
actualidad, en la asistencia en la enfermedad oncológica, es la mejora de la
calidad de vida de los enfermos. Con ello nos estamos refiriendo al
bienestar psicológico y social de la persona y al control de síntomas
relacionados con la enfermedad y/o tratamiento (factores biológicos,
médicos, sociales y psicológicos). Apelando al concepto de calidad de vida
es como podemos reivindicar y traer al primer plano aquellos aspectos que
humanizan y dignifican el acto de curar, de enfermar y de morir.
En este sentido, las líneas de actuación psicológica más importantes y
demandadas, en cuanto a la mejora de la calidad de vida de los enfermos
oncológicos se refieren a los siguientes aspectos:
1. Preparación para el posible diagnóstico
y contención de la ansiedad. La espera de un diagnóstico de cáncer
genera un estado elevado de ansiedad, preocupación obsesiva, dificultades de
concentración, etcétera. Las personas refieren a veces este tiempo de espera
como uno de los más angustiosos y donde hubieran requerido un apoyo
psicológico, a través de la escucha activa, la empatía y la sensación de
control y esperanza, además de una adecuada información.
2. Apoyo psicológico en y tras la
comunicación del diagnóstico. Las reacciones emocionales tras recibir
un diagnóstico negativo son muy variadas y, en muchos casos, la presencia
del psicólogo/a puede facilitar su adaptación y asimilación. Son frecuentes
las reacciones emocionales de ansiedad, depresión, miedo, ira, intensa
tristeza e impotencia o desesperación, llanto. También se han estudiado
elementos que parecen ayudar a realizar una adecuada comunicación del
diagnóstico y promover una buena relación médico-paciente (qué información
dar, cuándo, quién y cómo). La capacidad de escucha, de empatía, y una
relación personalizada con los/las pacientes les hará sentirse mejor y
asumir actitudes más positivas hacía la enfermedad.
3. Intervención psicológica general en la
adaptación a la enfermedad y en las estrategias de afrontamiento más
adecuadas. Su objetivo sería facilitar a las personas la superación de
aquellos obstáculos y dificultades que van apareciendo a lo largo de todo el
proceso (como los miedos a la desfiguración, dolor, abandono, soledad,
deterioro, dependencia de los demás, etc.), reducir las dificultades
provenientes de la propia enfermedad (como por ejemplo, problemas sexuales),
facilitar la comunicación con pareja e hijos (ayudando a desarrollar una
mayor expresión emocional) y, finalmente, ayudar a afrontar el miedo a la
metástasis y a la muerte.
Es frecuente que las personas pasen por distintos momentos en los que pueda
haber diversas preocupaciones predominantes. A la respuesta inicial de
depresión, tristeza y miedo al futuro, o a la sensación de no tenerlos, le
puede seguir una gran preocupación por la situación de la familia e hijos,
con posibles dosis de culpabilidad por tener la enfermedad —y dejarlos
desamparados, en el caso sobre todo de las mujeres— y, posteriormente, la
pérdida de control e indefensión ante el transcurso de los acontecimientos,
que les provoca desesperación e impotencia.
En cuanto a las estrategias de afrontamiento, se ha estudiado su importancia
en lo que concierne a la mejora en el pronóstico, y se han identificado
cinco posibles estrategias:
- Espíritu de lucha (percibir la enfermedad como un desafío que hay que
vencer),
- Negación (evitar el impacto de tener conciencia de la enfermedad y
redefinir cualquier evidencia sobre su diagnóstico),
- Fatalismo (actitud de aceptación pasiva y estoica de la enfermedad,
asumiendo una escasa posibilidad de control sobre ella),
- Indefensión y desesperanza (consideración de desahucio, indefensión,
desamparo y desesperanza),
- Preocupación ansiosa (preocupación obsesiva acerca de lo que puede suceder
e identificación de los síntomas como empeoramiento).
Algunas investigaciones han puesto de manifiesto la bondad de las
estrategias de espíritu de lucha y de negación frente a las de
indefensión-desesperanza. Sin embargo, hoy día no existe consenso sobre cuál
es la estrategia más positiva, pero sí se mantiene la importancia de una
serie de ellas en cuanto al pronóstico de la enfermedad.
4. Apoyo psicológico familiar. También
la familia suele verse en una situación que no sabe cómo manejar, por lo que
conformar unas pautas de actuación y un espacio en donde desahogar las
angustias y las dudas, puede ser muy positivo. En muchos casos, la
impotencia de los familiares puede llevar a una respuesta de aislamiento e
incomunicación con el/la paciente, ya que prefieren no hablar de la
enfermedad para no sobrecargarle, aunque realmente tampoco saben qué hacer,
ni cómo, lo cual puede provocar la llamada conspiración del silencio.
El estrés que sufre la familia ante un diagnóstico de cáncer de cualquiera
de sus miembros ocasiona, a veces, conflictos familiares, sobre todo si ya
existía un equilibrio precario, por lo que puede ocurrir que afloren
conflictos latentes.
5. Intervención sobre aspectos relacionados
con el tratamiento. Cualquier técnica médica terapéutica o diagnóstica
conlleva elementos psicológicos sobre los cuales una intervención adecuada
puede reducir la ansiedad e incertidumbre del paciente, mejorar su
bienestar, fomentar una actitud más participativa en la recuperación
posterior y aumentar su calidad de vida. Por ello, se han desarrollado
programas de intervención psicológica en estos aspectos:
• Preparación para la intervención quirúrgica. Algunos resultados muestran
una mejor recuperación postquirúrgica en pacientes que han recibido
previamente intervenciones psicológicas para reducir su ansiedad y los
temores asociados a la cirugía. Adaptación a los cambios en la imagen
corporal asociados a la cirugía y a la quimioterapia, fundamentalmente
alopecia, pérdida de una parte corporal o miembro, cicatriz, etcétera. En el
caso del cáncer de mama, la pérdida total o parcial de un pecho puede
repercutir en la autoestima de la mujer, por la relación que éste tiene con
la sexualidad y la feminidad, ocurriendo más frecuentemente en las mujeres
jóvenes, para quienes el atractivo y la fertilidad son muy importantes.
• Contención de la «ansiedad paradójica». Muchas personas se sienten
inseguras cuando termina el tratamiento, ya que, mientras éste ocurre, creen
estar controlando el crecimiento de las células malignas. Cuando acaba
aparece la preocupación por una posible recidiva, ya que en esos momentos
nadie las está controlando.
• Afrontamiento del trasplante de médula. Es una situación en donde los
estresores físicos y psicológicos son muy elevados y conviene preparar al
paciente para soportarlo. Intervención sobre efectos somáticos del
tratamiento. La mayor parte de los pacientes experimentan síntomas como
náuseas, vómitos, dolor, disfunciones sexuales (disminución del deseo,
dolor), alteraciones de la imagen corporal, adelgazamiento, etcétera.
• Control de las reacciones condicionadas a la
quimioterapia. Muchos pacientes desarrollan un efecto condicionado al olor
del hospital, a la presencia de una bata blanca o a otro estímulo que
hubiera estado presente cuando se realizó la quimioterapia, sufriendo
náuseas y vómitos cuando estos estímulos aparecen sin encontrarse en la
situación de estar recibiendo aquélla. Aunque en la actualidad existen
medicamentos para evitar el vómito, también podemos controlar los vómitos
con técnicas psicológicas de relajación y desensibilización.
• Control del dolor mediante hipnosis, relajación, distracción, inoculación
al estrés, etcétera.
• Control de otros efectos (anorexia, cansancio o fatiga) y prevención del
empeoramiento del estado emocional después del tratamiento. Hay que señalar
que después del tratamiento los pacientes se encuentran en un estado físico
y psicológico peor que cuando empezaron, ya que los efectos de éste son
bastante agresivos. Esto no sucede en otras enfermedades en las que después
del tratamiento los pacientes mejoran. En el caso del cáncer, los pacientes
empeoran para poder curarse y esto último con un grado de incertidumbre
bastante elevado. Por ello, podemos llevar a cabo programas sencillos que
ayuden a la recuperación física y mental.
6. Apoyo psicológico en la
recidiva
o metástasis. La recidiva o la extensión de la enfermedad oncológica a otros
lugares distintos a los del inicio, representa una de las fases más
angustiosas y amenazantes de todo el proceso y donde más necesidad existe de
apoyo psicológico.
7. Apoyo psicológico en la fase terminal.
El desarrollo y la importancia que se está dando a los cuidados paliativos
—y no sólo en la enfermedad oncológica— ha sido considerable. La dignidad en
el morir —o la muerte digna— viene a ser una de las preocupaciones mayores.
En este sentido, la intervención psicológica suele recorrer tres áreas:
intervención en los aspectos emocionales del paciente relacionados con la
muerte, mejora de su calidad de vida y ayuda a la familia en el proceso de
duelo que sobreviene después de la muerte, pero que ya se instala durante la
agonía.
Los
grupos de duelo empiezan a ser cada vez más frecuentes en el mundo
occidental, en los hospitales u otras instituciones, y se han mostrado muy
eficaces para ayudar a los familiares a la elaboración de la pérdida.
Incluyen aspectos referidos a la información acerca de la normalidad de las
manifestaciones de duelo, favorecer la expresión de sentimientos y
pensamientos del doliente, ayudarles a incorporar estrategias en su vida que
puedan paliar el dolor y sentimientos asociados, como la culpabilidad
(prevenir el aislamiento, desarrollar actividades gratificantes, etcétera),
y potenciarles su derecho a vivir y a ser felices y ayudar a decir adiós a
la persona fallecida.
El trabajo en grupo en psicooncología
Podemos decir, sin lugar a dudas, que el gran cambio que se está dando en
cuanto a la intervención psicológica en oncología viene de la mano del
trabajo en grupo. No sólo la relación coste-beneficio se ve muy favorecida,
sino que, además, los/las pacientes se benefician de todos los componentes
terapéuticos que supone el trabajo grupal. Por ello, la investigación con
este formato ha crecido de forma notable; se ha investigado, incluso, si las
intervenciones psicológicas pueden modificar estrategias de afrontamiento e
influir indirectamente en el pronóstico de la enfermedad y, por tanto, en el
alargamiento de las perspectivas de vida del paciente.
¡Recuerda!
La enfermedad oncológica despierta una alta angustia e incertidumbre ya que
su desenlace puede ser mortal, aunque debido a los descubrimientos
científicos podemos, en muchos casos, asumirla como una enfermedad crónica.
Tanto la respuesta psicológica que genera la enfermedad, como los efectos
del tratamiento, acercan a la persona a situaciones extremas de amenaza y
estrés. Desde el punto de vista psicológico, la persona debe enfrentar una
serie de pérdidas reales o simbólicas, pero muy cercanas y personales. Por
ello, se hace necesario un tratamiento integral, considerando los aspectos
psicológicos con la importancia que requieren.
En este sentido, las líneas de actuación más importantes de la
psicooncología se refieren a los siguientes aspectos:
• Preparación para el posible diagnóstico y contención de la ansiedad.
• Apoyo psicológico en y tras la comunicación del diagnóstico.
• Intervención psicológica general en la adaptación a la enfermedad y en las
estrategias de afrontamiento más adecuadas.
• Apoyo psicológico familiar.
• Intervención sobre aspectos relacionados con el tratamiento.
• Apoyo psicológico en la recidiva.
• Apoyo psicológico en la fase terminal.
Por último, señalar la importancia de los programas de intervención grupal.
coordinados por profesionales de la psicología, que ayuden al paciente a
adaptarse a su nueva situación, aumenten su calidad de vida y disminuyan
notablemente su angustia personal y la de su familia.
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