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ANOREXIA NERVIOSA

Es un trastorno más común en las mujeres que en los hombres, con un porcentaje del 80 por ciento. Es de aparición temprana, en la preadolescencia y adolescencia, aunque puede aparecer en casos muy aislados en la edad adulta.

 

Criterio diagnóstico del DSM-IV-R:

• Rechazo a mantener el peso corporal igual o por encima del valor mínimo normal considerando la edad y la talla (pérdida de peso que da lugar a un peso inferior al 85 por ciento del recomendado, o fracaso en conseguir el aumento de peso normal durante el periodo de crecimiento, dando como resultado un peso corporal inferior al 85 por ciento del peso esperado).

• Miedo intenso a ganar pesó o a convertirse en obesa, incluso estando por debajo del peso normal.

• Alteración de la percepción del peso o la silueta corporales, exageración de su importancia en la autoevaluación o negación del peligro que comporta el bajo peso corporal.

• En las mujeres pospuberales, presencia de amenorrea (ausencia de al menos tres ciclos menstruales consecutivos. Se considera que una mujer presenta amenorrea cuando sus menstruaciones aparecen únicamente con tratamientos hormonales, como la administración de estrógenos).

Tipo restrictivo: durante el episodio de anorexia nerviosa, el individuo no recurre regularmente a atracones o a purgas (provocación de vómito o uso excesivo de laxantes, diuréticos o enemas).

Tipo compulsivo/purgativo: durante el episodio de anorexia nerviosa, el individuo recurre regularmente a atracones o purgas (provocación del vómito o uso excesivo de laxantes, diuréticos o enemas).

 

Podríamos citar como síntoma primario, la obsesión por bajar de peso de todas las maneras posibles, por ejemplo, restringiendo alimentos, eliminando otros, realizando conductas purgativas (vómitos, laxantes, diuréticos), obsesivas / compulsivas (ejercicio físico de cualquier tipo, como subir y bajar las escaleras de su propia vivienda,

incluso realizar continuamente movimientos con las piernas cuando permanecen sentadas o acostadas). En este momento la paciente aún no tiene conciencia de enfermedad, al contrario, se siente muy bien, es el resto de la familia quienes le quieren amargar la vida. La disminución desmesurada de su peso va desencadenando los siguientes síntomas psíquicos de la enfermedad: cambio de carácter, irritabilidad, grandes subidas y bajadas del estado anímico sin razón aparente, llegando incluso a la depresión, con ideas de autolisis, aislamiento social y familiar (pérdida de amistades y evitación de relaciones con la familia), permaneciendo la mayor parte de su tiempo a solas en la habitación, etcétera.

Aparece una distorsión de su esquema corporal, de tal manera que se ven gordísimas cuando en realidad están esqueléticas, feas, mal hechas; siempre creen tener alguna parte de su cuerpo muy desproporcionada. También sufren una distorsión de las cantidades de comida que ingieren (su plato de comida siempre es el más lleno). Se suelen refugiar en los estudios o en el trabajo y, por supuesto, exageradamente. Si ya tenían baja su autoestima, aún desciende más.

Describen que oyen como una voz en sus pensamientos que les recrimina cada vez que hacen algo no acorde con el desarrollo de su enfermedad (es como un diablillo que me va diciendo: «No comas más, te vas a poner como una foca, eres muy débil»). Disminuyen las horas de sueño. Conjuntamente a los síntomas psíquicos aparecen los físicos, como hipotermia (frío desmesurado, sobre todo en extremidades, piel enrojecida, sabañones, etcétera); exagerada caída del cabello y aparición de lanugo (vello fino), en la espalda y brazos sobre todo; problemas en la boca: llagas, caries en los dientes; amenorrea (pérdida de menstruación o retraso de la misma si aún no había aparecido); bradi-cardia; disminución del volumen cardiaco; estreñimiento crónico; hipotensión arterial; hipercolesterolemia; ovarios poliquísticos; esterilidad; osteoporosis, etcétera.
En pleno auge de la enfermedad la anoréxica se siente orgullosa del control que ha conseguido. No TIENE CONCIENCIA DE ESTAR ENFERMA.

 

Tratamiento de la anorexia nerviosa

En la mayoría de los casos, pasa bastante tiempo desde que aparece el trastorno hasta que se puede comenzar un tratamiento, por varias razones, como son: la paciente no tiene conciencia de enfermedad y, además, a la mínima sugerencia la niega. Y, además, nos encontramos con las distintas fases en que suele incurrir la familia de la enferma: al principio les pasa desapercibida la enfermedad e incluso, en ocasiones, hasta refuerzan a la paciente por lo bien que se está controlando con la comida y lo bella que se está poniendo y lo mucho que se aplica en los estudios. Cuando empiezan a darse cuenta de que sus conductas son desmesuradas y de que tal vez haya en ellas algo extraño, pueden pasar por momentos de evitación, de no querer reconocer que su hija tiene un trastorno mental («son tonterías de adolescentes») y, por último, deciden ellos solucionar el problema actuando de manera más rígida o controlada con la paciente. Cuando llegan a tener claro que sí hay un trastorno mental y que ellos no lo van a poder manejar, acuden al profesional, y entran en una de sus peores fases, la de «la culpabilidad» (en qué he fallado, qué hice mal, si hubiera hecho o hubiera dicho, si no hubiera estado trabajando todo el día, si mi marido me hubiese ayudado con ella, etcétera).

El planteamiento de la culpabilidad que la familia se hace sobre el trastorno queda totalmente desechado como inoperante (y sin ninguna base científica). Solamente vale para entorpecer la recuperación de dicho trastorno. En la mayoría de los casos, la familia no se siente con fuerzas ni conocimientos para afrontar un trastorno alimentario sin la ayuda de un profesional. Y su colaboración en la terapia es necesaria, hasta el punto de proporcionar una mejor evolución en el trastorno y evitar en multitud de casos posibles recaídas.

El tratamiento al inicio siempre es multiprofesional.

• Psiquiátrico. Para realizar la valoración pertinente acerca de síntomas ansioso-depresivos, autolíticos, obsesivos. Y prescribir el tratamiento farmacológico oportuno.

• Psicoterapéutico. Para llevar a cabo la psicoterapia más adecuada al cuadro clínico que presenta el paciente. Es imprescindible que el profesional esté especializado en trastornos alimentarios.

• Nutricional. Para hacer la valoración pertinente de la alimentación, tanto en el entorno familiar como en el personal de la paciente.

• Familiar. El papel de la familia es muy importante, ya que va a actuar como colaboradora con los profesionales anteriores y la paciente.

 

Es imprescindible una muy buena empatía del paciente con los profesionales que la tratan. Sin ésta, es casi imposible la recuperación.

El tratamiento es largo, normalmente de entre dos a cinco años. La recuperación es total en un 60 por ciento de los casos. Parcial en un 25 por ciento. Se cronifican en un 12 por ciento. Y fallecen un 3 por ciento de los pacientes (en la mayoría de las situaciones por un total deterioro de los órganos de su cuerpo)

 

Conclusiones

• No todas las personas delgadas sufren anorexia.

• No todas las personas que hacen dieta van a terminar siendo anoréxicas.

• Nunca se le debe transmitir a un hijo como valor el concepto de belleza y delgadez como sinónimo de triunfo y felicidad en la vida.

• La moda y la publicidad incitan con mayor intensidad a adelgazar que a mantener una buena salud.

• A lo largo de la terapia, la paciente es consciente y verbaliza claramente que han sido sus inseguridades y miedos los que la llevaron a refugiarse en la comida.

• Desde la infancia debemos transmitir a nuestros hijos valores más humanos y menos materialistas, menos competitivos y más colaboradores. Reforzaremos desde el inicio de su infancia la personalidad, intentando no infravalorarles.

• Debemos inculcar a nuestros hijos el concepto de alimentación como algo necesario para obtener buena salud, introducir en la familia hábitos alimenticios sanos (con la ayuda de un especialista en el tema). Una alimentación completa es sinónimo de vitalidad, de fuerza, de alegría, de ganas de vivir, etcétera. Procuraremos que desaparezca la comida rápida, la comida basura, que nuestros hijos consuman la menor cantidad de chucherías. Haremos respetar siempre un horario de comidas y, en la medida de lo posible, procuraremos que se hagan en familia, con un ambiente agradable, para que el niño asocie desde un principio el acto de comer con gratos recuerdos. No se debe castigar ni premiar
con la comida.

• Es muy importante desmitificar la idea de que las anoréxicas «son niñas muy inteligentes», porque es totalmente falso, las hay de todos los niveles. Obtienen muy buenos resultados académicos porque dedican a los estudios el triple de horas que cualquier persona sin la enfermedad. Este apelativo ha sido muy peligroso, ya que en la adolescencia se tiende a imitar conductas, cualidades, etcétera. Y, ¿a quién no le gusta que le digan que es muy inteligente? Aunque ello implique ser anoréxica. No hay relación directa entre ambas cosas.

 

 

 

 

 

 

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