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Anhenerbe: factoría del horror
Identidad. Crear una nueva imagen para el flamante Reich. Reemplazar caducos
conceptos y aniquilar los hechos de la historia que no comulguen con el
ideal trazado. Poner de moda el orgullo de sentirse alemán, y ensalzar todo
lo ario.
Un año después de la Conferencia de Paz, exactamente el 1 de Enero de 1935
se constituye la Deutsches Anhererbe: Sociedad de estudios para la antigua
historia del espíritu, mejor conocida como Herencia de los Ancestros.
El objetivo primero fue “... impulsar una sociedad que estudiara el origen
del germanismo y diera sólidas bases científicas a la doctrina oficial del
partido...”. Otras inquietudes propulsaban investigar el alcance territorial
y el espíritu de la raza germánica, rescatar y restituir las tradiciones
alemanas; difundir la cultura tradicional alemana entre la población. Llegó
a tener 43 departamentos dedicados a danzas populares y canciones
tradicionales, estilos regionales, folklore, leyendas, geografía sagrada,
ciencias paranormales, etc. El símbolo de la Anhenerbe era una runa. La runa
de la vida...
Fechas e investigaciones:
1936: Departamento de Lingüística.
1937: Departamento de Investigaciones sobre los contenidos y símbolos de las
tradiciones populares.
1938: Departamento de Arqueología Germánica.
Uno de los departamentos de investigación más insólitos, era el que se
dedicaba a las actividades esotéricas. Los intereses versaban sobre:
búsqueda del Santo Grial, excavaciones de vestigios atlantes, exploración al
Tíbet, prácticas de yoga, estudios de antiguos cultos paganos, viajes al
interior de la Tierra para comprobar si es hueca, etc. Se hace evidente que
los fondos empleados no sufrían censuras para el destino que se les daba...
¿Pero qué pasaba con las mentes científicas?. Un parte de los profesionales
más brillantes emigraron por estar en abierta oposición al Régimen; Albert
Einstein, el padre de la relatividad es uno de esos ejemplos, que partió con
sus secretos para los EE.UU. Por otra parte, aquellos que se quedaron fueron
seducidos por el Régimen al que veían como un soplo de aire fresco que les
brindaba la ocasión de poner en prácticas sus teorías.
Los caminos de la Sociedad hubieran sido de los más normales a nos ser por
la cuestión racial, que primero fue una obsesión y luego se transformó en
enfermedad.
“... El 1 de enero de 1939 la Anhenerbe recibió una nueva reglamentación que
ampliaba sus actividades a la investigación científica en general, y por
este camino fue por donde se llegó a la explotación de los campos de
prisioneros, que ofrecían espléndidas perspectivas para la
experimentación...”
Las peticiones para contar con material humano no tardaron en llegar. Presta
atención a la carta que se reproduce casi textual:
“... He observado con sentimiento que todavía no se ha realizado ninguna
prueba con el material humano que tenemos a nuestra disposición. Hasta ahora
nos ha detenido la consideración de que los ensayos son muy peligrosos, por
lo que no se presenta para ellos ningún voluntario. Por eso es por lo que me
permito hacerle con toda seriedad la siguiente pregunta: ¿no sería posible
para usted poner a nuestra disposición dos o tres delincuentes
profesionales? Estos ensayos, en el curso de los cuales cabe la posibilidad
de que mueran los hombres sometidos a la experiencia, se desarrollarán con
mi colaboración personal. El factor humano es totalmente indispensable para
las experiencias sobre los vuelos a grandes alturas, experiencias que
resultarían inútiles haciéndolas a base de monos, como hasta ahora se había
intentado, ya que las reacciones de éstos hasta ahora son completamente
distintas...”
No se trata de un desquiciado o un loco falto de piedad, la firma de la
solicitud, fechada el 15 de mayo de 1941, corre por cuenta del capitán
médico de la reserva del Ejército del Aire, Sigmund Rascher. El hombre
dictaba conferencias sobre las reacciones humanas, y las molestias
psicológicas y fisiológicas, en el curso de los vuelos a grandes alturas y
al parecer carecía de todo signo de sentimentalismo.
Rascher no tuvo que esperar mucho para ver concedido su deseo. Fue
autorizado por el propio Himmler a disponer de los prisioneros del Campo de
Dachau (Alemania). El historial de estos tremendos experimentos es
aterrador:
Para las pruebas sobre los vuelos a gran altura se instalaron cámaras a baja
presión: resultado: cerca de doscientos prisioneros muertos. “... cierta
clase de ensayos han producido tal presión en las cabezas de estos hombres,
que se volvían locos y se arrancaban los cabellos en un esfuerzo desesperado
por mitigar aquella cruel sensación...”.
Efectos del frío en el organismo humano: “... Para las experiencias sobre
los efectos del frío seco, se exponía a los sujetos al terrible frío de
invierno alemán, completamente desnudos, durante noches enteras. Su
temperatura interna descendía a veinticinco grados. Se los recogía sin
sentido y se procedía después a las experiencias de reanimación y
recalentamiento...”
Pero Rascher no fue el único. Otros médicos alimentados por los mismos
apetitos continuaron por esta senda. Miles de indefensos prisioneros fueron
sometidos a toda clase de crueldades:
Inoculación de virus:-Tifus, Paludismo, Ictérica Infecciosa. Ensayos de
nuevas medicinas, aplicación de sueros antigangrenosos. Experimentos
hematológicos y dermatológicos. Análisis de alcaloides y venenos
desconocidos. Ensayos de métodos de esterilización. Y todo en nombre de la
Ciencia , pero una Ciencia al estilo Nazi.
Por supuesto que la preocupación principal acerca de la raza era un
prioridad, examínese sino otro suplicante pedido:
“... Tenemos una colección casi completa de todas las razas y de todos los
pueblos. Únicamente en lo que toca a la raza judía, los ejemplos de cráneos
a nuestra disposición son tan escasos, que es casi imposible llegar con su
examen a conclusiones definitivas. La guerra en el este nos brinda ahora la
oportunidad de llenar este importante vacío. En lo que se refiere a los
comisarios judeo-bolcheviques, que presentan los rasgos repugnantes, pero
característicos, de la humanidad degenerada, nos interesaría mucho la
posesión de sus cráneos, con los que tendríamos la posibilidad de obtener un
documento científico completo...”
Así fue como a manos del Doctor Hirt, comenzaron a llegar cráneos de
prisioneros rusos-judíos. Los envíos se hacían a la Facultad de Estrasburgo
que estaba ubicada en la región de Alsacia, y dónde Hirt ejercía funciones
de Director. Cuando los prisioneros escasearon, se recurrió al Campo de
Auschwitz (Austria), que se transformó en un gran reservorio de material
humano. Y después de los cráneos, la idea se centró en obtener esqueletos
enteros, productos de verdaderos asesinatos, y que para los prisioneros
significaba la asfixia con cianuro, elemento que impedía que los cuerpo
sufrieran la descomposición orgánica.
Rogamos al lector nos perdone si su sensibilidad se ha visto algo alterada,
pero es nuestra intención retomar estos hechos para exponerlos nuevamente a
la luz pública, como una seria acusación al Régimen Nazi, al que muchos
intentan encauzar dentro de los designios de la razón y el método
cartesiano. Repetimos: el Nazismo no puede ser juzgado como un proceso
normal, porque no lo es, aunque muchos historiadores se empeñen en lo
contrario. Cuando se llega a este cuadro de maldad se necesitan otros
métodos de evaluación, y que además, contemplen otros parámetros.
Retomando nuestra pista esotérica queremos señalar la presencia de un hombre
que dentro de la Anhenerbe juzgó un papel destacado. Se trata de la figura
enigmática de Friederich Hielscher que presidía en Departamento de
Esoterismo. Es inexistente la información sobre Hielscher, sólo sabemos que
fue miembro de la Thule y que tenía un alto conocimiento de la Doctrina
Secreta que se decía superaba a Eckard y Haushofer. Corrían rumores sobre su
pertenencia a un Culto Mundial, del que nada se sabe, aunque tenemos algunas
ideas al respecto. Bajo su tutela se realizaron las famosas expediciones al
Tíbet.
En cuanto a Hielscher, se recuerda su paso fugaz en el proceso de Nüremberg,
a favor de un criminal nazi. Luego desaparece del mapa sin dejar rastro... |
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