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Las ancianas se ríen juntas.
La carcajada que se manifiesta entre mujeres que se encuentran juntas,
reunidas, es algo que en general ocurre en ausencia de los hombres. Es un
popurrí espontáneo de sensaciones compartidas que suele surgir en medio de
una charla sincera y absolutamente veraz. La risa brota como reacción frente
a historias que contamos de nosotras mismas y que podrían ser relatos “de
esos que nos hubieran podido pasar a cualquiera” y que narran momentos
pasados triunfantes o vergonzosos.
Las historias y la risa se van acumulando hasta entrar en ebullición, y el
resultado es un estado general de diversión. No es posible contar el porqué;
es una risa "del momento". Una risa en la cual las endorfinas, las moléculas
de la emoción, sanadoras y procuradoras de bienestar, fluyen. Cuando las
mujeres maduras se reúnen, es muy probable que rían hasta que les salgan las
lágrimas porque saben entender cuándo se encuentran con mujeres de
sensibilidad parecida y porque no necesitan ponerse una careta. No hay
jerarquías en este caso.
Cuando hablo de la risa curativa de las mujeres ante públicos variopintos,
siempre comento que luego las ancianas confiesan haberse reído tanto que
sueltan frases del estilo “me mojé las bragas”; entonces hago una pausa y
digo: “y siendo postmenopáusica...”, frase que va invariablemente seguida de
un estallido de risas entre las mujeres del público, pues saben muy bien que
eso es lo que en realidad ocurre. Es un atisbo del humor curativo, que
reconoce y saca a la luz los problemas que nos unen en lugar de dividirnos.
Es una porción de vivencias compartidas.
Los hombres han acusado a las mujeres de no poseer sentido del humor porque
no nos reímos de los chistes que ellos consideran divertidos. El análisis
que Freud realiza del humor, y que demuestra que es hostil, contribuye a
explicar el porqué (sobre todo cuando va dirigido contra las mujeres). Luego
están los chistes que cuentan los niños y que son escatológicos, humor de
cacapis, que los hombres ya adultos todavía encuentran graciosos. Las niñas
y las mujeres maduras, en cambio, no alcanzan a comprender la razón.
Las dificultades entre los sexos han llevado a ciertas mujeres a describir
el desafío como un problema de “comunicación entre miembros de la misma
especie”, lo cual se aplica sobre todo al humor. No obstante, el humor como
válvula de escape para la hostilidad o la superioridad atrae a ambos sexos
por igual. Los chistes sobre rubias tontas, suegras y bromitas sarcásticas
en general, incluyendo los chistes que atacan a los machos, son válvulas de
escape para canalizar la hostilidad. Esta clase de humor no deja a la
persona con una sensación de bienestar, y la calidad de la risa es
diferente; comparada con la alegría o la risa curativa, en ella se advierte
una falta de afecto.
El grado de comodidad que convida a la risa entre mujeres proviene de la
sensación de estar entre iguales; por muy profundamente que amemos a un
hombre en concreto, en general es cierto que el sexo masculino parece una
especie separada de nosotras. Me pregunto si alguien que observara la
humanidad no llegaría a la conclusión de que hombres y mujeres forman parte
de especies distintas, por ser tan diversos sus entretenimientos, obsesiones
y costumbres; idea, por cierto, que se les ha ocurrido a todas las mujeres
en algún momento. Esta sensación de hallarse entre semejantes, sin embargo,
no es un sentimiento universal que se dé entre las mujeres, dependerá de si
compartimos la noción arquetípica de la solidaridad entre mujeres.
La risa de las ancianas se nutre de un pozo profundo de sentimientos. Es la
expresión del triunfo del espíritu y del alma sobre aquello que podría
habernos destruido o convertido en unas amargadas; es porque ocurriese lo
que ocurriese, o dejara de ocurrir, eso no nos convirtió en unas quejicas. A
veces es más parecido al humor negro; o sea, que con independencia de la
edad o el aspecto que tengamos, en este momento seguimos aquí y nos reímos
juntas. La alegría es la expresión espontánea de la libertad y la
celebración. |
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