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LOS AMIGOS EN LA
ADOLESCENCIA
No hay nada con lo que
disfrute más un hijo adolescente que estando con sus amigos, ya sea
practicando deporte, hablando, jugando con videojuegos o «tomando» (con
alcohol o sin alcohol). Los chicos precisan de zonas y tiempo para
comunicarse, siendo ésta tal vez una de las motivaciones para participar en
el «botellón» (compartir bebida en sitios públicos).
En ocasiones la relación
del grupo se agota en el rito de ingesta de alcohol, el consumo se convierte
en compulsivo, y ya no se bebe por placer. El alcohol se ingiere como
cohesión, como vínculo social. La borrachera es casi buscada como muestra de
pertenencia al grupo de iguales. Conocedores de esta lamentable realidad que
puede ampliarse al consumo de «pastillas» u otras drogas, los padres hemos
de educar a los hijos para que elijan a sus amigos, para que aprendan a
divertirse sin la compañía bárbara del alcohol, para que sepan aguantar la
presión del grupo, para que busquen sentirse bien consigo mismos.
Hay que enseñarles a ser
INDEPENDIENTES de los amigos. Hay que capacitarles para reflexionar
individualmente, para exponer los propios criterios sin miedo a la
valoración de los otros, para decir «no» cuando no se comparta lo que
proponen los amigos, para no dejarse manipular y decidir siempre en
libertad. Para no perder las posiciones ante los retos, los desafíos. Para,
como paso previo, visualizar siempre las consecuencias.
Compañías perjudiciales
Si su hijo se relaciona
con compañeros que nos pueden parecer perjudiciales para él, hay que
preguntarse y preguntarle si son tan nefastos y, en su caso, dialogar e
intentar que desista de mantener esas amistades. Si es necesario, cabe
prohibirlas (en defensa de la función tutelar y desde la convicción, desde
la autoridad moral y, si no es suficiente, confirmándolo por la autoridad
judicial, tras haber sido solicitado por los padres). Otra posibilidad es
llenar sus espacios de tiempo libre de otros contenidos (asistencia al
gimnasio, danza, obras de teatro, etcétera) Los campamentos son un gran
preventivo para no caer en la apatía, en el capricho, para respirar aire
sano y llenarse con el soplo de vida de la naturaleza, para que la ociosidad
no permita anidar todo tipo de vicios en los periodos de vacaciones.
Trabajar en equipo, compartir, entender que la única manera de conservar un
amigo es comportándose como tal.
En ocasiones, además de
buscarles actividades donde se facilite la relación con jóvenes sanos, se
precisa la propia implicación de los padres en ellas (asistir a espectáculos
deportivos, por ejemplo).
Puede ser que, a veces,
los padres ni siquiera sepan realmente con quién se relaciona su hijo,
quiénes son sus amigos; esto manifestaría un problema de confianza mutua.
Desde que el niño es muy
pequeño habría que intentar conocer a la gente que se relaciona con él y
favorecer las compañías adecuadas. Si le permitimos —y facilitamos— que
traiga a casa a los amigos, tendremos la oportunidad de conocerlos y poder
aconsejar a nuestro hijo sobre ellos. Es un buen momento también para
reforzar el valor de la amistad, que supone lealtad y dedicación a los
amigos.
Es positivo conocer a
los amigos del hijo, pero existe un riesgo al relacionarse con ellos, pues
puede acontecer que se les valore más que a éste, que la relación que se
establezca sea más permisiva que con él y provoque como consecuencia su
rechazo («Mis padres son muy simpáticos y comprensivos con las visitas, pero
no conmigo»).
Las familias de los
amigos de nuestros hijos también son un referente para ellos y para
nosotros, aunque, dadas las peculiaridades de los núcleos familiares
actuales, podemos llegar a sentir cierta falta de control.
En todo caso es de gran
utilidad que los padres se conozcan entre ellos y puedan compartir
actividades conjuntas con los hijos.
El mejor amigo
También es frecuente que
nuestros hijos encuentren a ese amigo insustituible, del alma, que lo es
todo para ellos. Se comprenden mutuamente, viven las mismas situaciones, se
apoyan y dan respuesta a múltiples preguntas. Se viven como únicos,
perfectos, comparte todo con él. Es imprescindible. No tener un verdadero
amigo debe ser motivo de preocupación, pues la personalidad se forma también
a través de este tipo de relaciones.
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