La llegada de la adolescencia puede desencadenar la
turbulencia en una familia que había permanecido en calma durante la niñez.
La adolescencia de un niño adoptado representa, a menudo (pero no siempre),
un período difícil en el que los conflictos naturales de esta edad se
incrementan por la situación de adopción (se dice que la adopción funciona
como un "amplificador fantasmático"). Y ya que en un apartado anterior
hablábamos del complejo de Edipo, apuntemos aquí que Edipo fue un niño
adoptado, lo que, aun siendo hijo de rey, no dejó de crearle algunos
problemas...
Se conoce estadísticamente que los hijos adoptados, tanto
si son niños como adolescentes, consultan por dificultades psicoafectivas de
dos a cinco veces más que sus congéneres no adoptados. En la adolescencia
propiamente dicha, ciertas dificultades aparecen incluso en los adoptados
que conocen su situación desde hace tiempo, que han sido adoptados a
temprana edad, y que hasta ese momento no habían presentado trastornos
importantes. Las dificultades se generan a tres niveles: en la propia
situación del adolescente, en sus relaciones con los padres adoptivos y en
los temores de éstos frente al adolescente adoptado. Veamos cuáles son las
principales características en cada uno de estos niveles.
El joven adoptado tiene que integrar en su identidad un
doble árbol genealógico: por un lado, el de los padres adoptivos y, por
otro, el de sus progenitores. En la etapa adolescente es cuando el chico se
plantea más cuestiones sobre sus padres biológicos: desea recoger
información, conocer su estado actual, sus edades, sus oficios... No es raro
que el adolescente adoptado manifieste su deseo de ver a sus progenitores,
pero sin darse a conocer a ellos, como a través de una "cámara oculta". De
todas maneras, estos deseos acostumbran a no pasar a la práctica, quedándose
en el plano de las fantasías y de las simples elucubraciones. En algunos
casos en que el adolescente llega a encontrar a sus progenitores, manifiesta
habitualmente un sentimiento confuso de enfrentarse a extraños. Algunos
jóvenes adoptados cuando tienen dificultades con sus padres adoptivos
manifiestan la idea de que sus progenitores los habrían comprendido mejor.
En esta búsqueda de la identificación, la ausencia total
de información sobre los progenitores puede generar gran ansiedad. De alguna
manera, el adolescente tiene que autoconvencerse de que no fue rechazado por
sus progenitores por falta de amor, sino únicamente por dificultades
materiales. Ya que, de lo contrario, de creer haber sido un "mal bebé", un
"producto indeseable", puede desarrollar una "identidad negativa",
identificándose con esta supuesta mala parte de él mismo, comportándose como
una persona mala, reproduciendo así el supuesto abandono inicial y poniendo
al mismo tiempo a prueba los lazos afectivos con los padres adoptivos.
El saberse elegido por sus padres adoptivos, de haber
sido seleccionado entre otros niños, compensa en parte la herida en la
personalidad (narcisista) del adolescente que se cree rechazado por sus
progenitores. No obstante, esta dualidad contrastada de imágenes parentales,
de unos padres que acogen y otros que rechazan, hace que los hijos adoptivos
puedan pasar de actitudes de devoción extrema y gran solicitud hacia los
padres adoptivos, a otras situaciones de vivo reproche y abierta
agresividad. Sin embargo, con frecuencia la conducta del adolescente
adoptado no difiere de la de sus coetáneos no adoptados; lo que sucede es
que puede haber cierta inseguridad en los padres adoptivos que les hace
percibir los conflictos propios de la adolescencia como un rechazo a ellos.
Desde la óptica de los padres adoptivos, las expectativas
respecto al adolescente adoptado son diversas. Por un lado, la propia crisis
parental está amplificada en los padres adoptivos. Aquí, también, la falta
de información sobre los progenitores o algunas informaciones negativas
pueden alimentar en los padres adoptivos temores fantasmagóricos sobre una
eventual herencia patológica del adolescente. La sexualidad del joven
acostumbra a ser el catalizador de tales fantasías. Así, por ejemplo,
ciertos padres adoptivos temen que el adolescente tenga una actividad sexual
tan desenfrenada como la que conocen o suponen que tuvo su progenitora,
poniéndose en guardia ante las demandas de autonomía y escarceos amorosos
del joven. También, algunos padres adoptivos que habían superado la
frustración de no poder ser progenitores, a causa de la esterilidad de la
pareja, ven resurgir sus antiguos e íntimos conflictos a la vista de la
floreciente y vigorosa sexualidad de sus hijos adoptados, y pueden vivirla
como una provocación.
No obstante, todo lo dicho anteriormente no puede ser
motivo de generalización, ya que un gran número de adolescentes adoptados no
plantearán ningún problema específico de su condición y, sí plantean
problemas, serán los propios de la edad, al igual que cualquier chico o
chica en la etapa adolescente.