CRIPTOZOOLOGÍA
Monstruos marinos
Introducción
Serpientes marinas
Monstruos de lagos
Introducción
El Mokele-Mbembé
Extraños animales en el lago Pohenegamook
Monstruos
aéreos
Introducción
Aves gigantes: monstruos aéreos
Humanoides alados
Pterodáctilos vivos
***
Mamuts en el siglo XXI
Dragones del mundo
El
monstruo de Brighton
El Yeti |
En la mitología de muchos pueblos existen relatos sobre
extraordinarias criaturas, que siempre han sido relegadas a la superstición
indígena por parte de los misioneros y de los zoólogos más conservadores.
Sin embargo, los testimonios que pretender avalar esos relatos no se limitan
a indígenas africanos.
En 1959, cuatro militares
belgas que sobrevolaban la selva del Congo en un helicóptero pudieron ver -y
fotografiar- una serpiente pitón de 14 m. de longitud (casi el doble de las
conocidas hasta ahora). Ya en 1915, los habitantes de una aldea en la
colonia inglesa que forma la actual Kenya fueron atacados por un enorme mono
babuino de más de dos metros de altura. El explorador
Johan Reinhart Werner afirmó el
pasado siglo que había visto en algunas zonas de la selva cocodrilos de
entre 11 y 15 m. de longitud, cuando los más grandes no suelen superar los 9
m. Pero de todos los animales legendarios descritos por testigos africanos,
el más fascinante y polémico es el
mokele-mbembe
(también llamado
diba o
songo).
En los últimos dos siglos, exploradores y cazadores han
recogido en el centro de Africa docenas de testimonios de nativos, e incluso
algunos de ellos han llegado a encontrarse con la legendaria bestia.
Es
el caso del biólogo del Ministerio del Agua y Bosques de la República del
Congo,
Marcellín Agnagna,
quien el 1 de mayo de 1993 se encontró con el mítico animal en la zona
pantanosa situada en la confluencia de los ríos Likouala y Bai.
A primeras horas de la tarde, uno de los porteadores llamó a
voz en grito a Agnagna para que mirase el centro del pantano. Se trataba de
un animal semisumergido en las cenagosas aguas, del que se podía distinguir
un gran dorso de al menos cinco metros de longitud, así como un largo cuello
rematado por una pequeña cabeza de aspecto reptiliano. Según manifestó más
tarde el asombrado biólogo, la criatura era un reptil con una morfología que
recordaba a la de "un saurópodo del Mesozoico".
Exploradores como
Alfred Aloysius Smith,
Carl Hagenbeck
o el capitán de las fuerzas coloniales alemanas, barón
von Stein zu Lausnitz,
han recopilado también abundante información sobre este misterioso animal en
Camerún y Rodesia. Igual que el naturalista
Ivan T. Sanderson, quien en 1931
tuvo un encuentro con él, o al menos con un animal similar, en las montañas
de Asambo, en Camerún. Según Sanderson, viajaba por el río Mainyu con sus
guías cuando la enorme bestia atacó su canoa.
Según el bioquímico de la
Universidad de Chicago,
Roy Mackal,
que realizó dos expediciones a la zona en 1980 y 1981, los nativos de la
región describen además otros animales no catalogados por la zoología: el
emela-ntouka
(que tendría un aspecto similar a un triceratops, un saurio con cuernos en
la frente), el
mbielu-mbielu-mbielu (gran reptil con protuberancias en el
dorso, como los estegosaurios), etc.
Otros, como el escritor y realizador de documentales belga
Douchan Gersi,
el científico de la Universidad de Chicago
Roy P. Mackal, y el cazador
profesional Jim
Kosi, recopilaron durante una expedición por la costa de
Namibia en 1988 docenas de testimonios de nativos sobre un enorme animal
alado similar al prehistórico pterodáctilo.
Ya
en un libro de viajes publicado en 1923,
Frank H. Melland
narra los testimonios de varios indígenas de la región pantanosa de Jiundú,
pequeño afluente del Zambeze (en el noroeste de la actual Zambia), que
describieron el
kongamato, una especie de reptil con alas de murciélago y un
largo pico armado de feroces dientes. Cuando Melland mostró a los nativos
algunas láminas que ilustraban libros de biología, éstos identificaron
inmediatamente al pterodáctilo, a la vez que se echaban a temblar murmurando
"kongamato,
kongamato ..."
Por otro lado, el explorador Roy Mackal pudo recopilar en el Congo numerosos
testimonios referentes al
mahamba, una
especie de cocodrilo gigante y muy voraz que en Angola se llama
lipata. La
descripción de estos gigantescos reptiles recuerda a algunos naturalistas al
Phobusuchus,
una especie desaparecida de saurio que podía alcanzar los 16 m. de longitud.
Pero volvamos a los cuatro militares belgas que en 1959
sobrevolaban Katanga en la entonces colonia del Congo Belga (actual Zaire).
A las órdenes del coronel y piloto de la aeronave,
Remy van Lierde,
habían despegado de la Base de Kamina en misión de reconocimiento. Y sin
buscarlo, se convirtieron en testigos de otra leyenda indígena al avistar, a
menos de 40 m. de altura, una inmensa serpiente de color verdoso y rosado,
de vientre blanquecino, tan ancha como un hombre y de unos 14 m. de
longitud, reptando entre los arbustos. Durante varios minutos pudieron
contemplar al monstruoso animal, cuya cabeza triangular medía unos 80 cm. de
ancho.
De no haberse tratado de cuatro militares europeos, y de no
haber fotografiado al enorme animal desde el helicóptero, la monstruosa
serpiente continuaría siendo una leyenda que los nativos de la zona llamaban
pumina.
E videntemente, las tradiciones y leyendas que todavía hoy narran
los nativos de toda Africa deberían ser contempladas con un poco menos de
pedante escepticismo por los eruditos científicos occidentales.
Probablemente, tras esos pintorescos relatos llenos de matices
sobrenaturales, se ocultan excitantes realidades que podrían enriquecer
notablemente nuestro conocimiento de la naturaleza y de la biología. Y eso
no sólo ocurre en África.
Dragones, saurios
y criaturas que no pueden existir
El 27 de marzo de 1992 las agencias de prensa de todo el mundo se hacían eco
de una estremecedora noticia;
Segundo López Tapullima,
niño peruano de 15 años de edad, había sido engullido por un gigantesco
ejemplar de serpiente boa de más de 20 m. de longitud. El muchacho había
sido devorado por tan colosal reptil mientras descansaba a la sombra de un
árbol en la carretera de Taropo a Yurimaguas, en el departamento selvático
norteño de San Martín.
El caso pasó sin pena ni gloria por los medios de comunicación,
como tantas otras veces, y sólo los coleccionistas de enigmas y algún que
otro criptozoólogo sumó aquel recorte de prensa a su documentación. No hacía
mucho que otra persona, esta vez panameña, había muerto de forma atrozmente
similar, entre las fauces de un enorme lagarto de 600 kg. de peso y cinco
metros de largo, en el río Santa María, provincia de Herrera, a unos 250
kilómetros de la capital panameña.
Casos similares se producen con indeseable frecuencia en
distintas regiones del continente americano, donde monstruosos reptiles
capaces de ridiculizar todos los relatos sobre monstruos legendarios, acaban
con las vidas de campesinos, niños o indios que nunca llegarán a las
primeras páginas de los periódicos occidentales.
Especialmente en la inmensa región bañada por el Amazonas se
han detectado anacondas de entre 10 y 50 metros. Son las denominadas
Sucuriju gigantes.
Uno de los casos más extraordinarios y documentados se produjo
en 1948, cuando un destacamento del ejército en Juerte Abuna (Brasil), dió
muerte con nutrido fuego de ametralladora a un gigantesco ofidio que alcanzó
los 35 m. de largo, más del triple del máximo conocido en estos animales.
Enormes serpientes, saurios gigantescos, colosales reptiles...
no es extraño que ante relatos sobre monstruos similares venga a nuestra
memoria el excéntrico bestiario que describían los antiguos cronistas.
El Unicornio,
el Roc,
el Ave Fenix,
la Hidra,
los dragones,
el Kraken...
la lista es interminable.
Todavía
hoy existen autores que pretenden avalar la realidad de estas míticas
criaturas amparándose en casuística contemporánea. Por ejemplo, en relación
al legendario Kraken,
el calamar gigante, algunos autores apelan a los cadáveres de cachalotes
encontrados en el océano que mostraban huellas de enormes ventosas y que,
una vez abiertos, presentaban trozos de tentáculos de talla desmesurada en
su interior.
Sin embargo, la comunidad científica se conforma con
interpretar algunas especies animales recientemente descubiertas por la
zoología como inspiradoras de las antiguas leyendas.
Tal es el caso del
fabuloso Dragón de
Komodo, un espléndido reptil descubierto en 1912 en las islas
Komodo y Flores, en el archipiélago indonesio. Para muchos autores ortodoxos
este soberbio animal, heredero de los prehistóricos saurios que dominaron la
tierra hace siglos, sería el origen de las leyendas sobre los míticos
dragones orientales. Sin embargo, nada nos garantiza que en los relatos de
los nativos africanos o de los indígenas del Amazonas se encuentren las
verdaderas claves para comprender las leyendas sobre dragones u otras
criaturas mitológicas. El gran problema de la zoología, igual que ocurre con
la arqueología, es que los nuevos descubrimientos tienden a ridiculizar las
dogmáticas afirmaciones de quienes pretenden que la ciencia ha llegado a su
tope de conocimiento, obligando a revisar una y otra vez el dogma
científico.
Ya en 1812 el prestigioso zoólogo francés
Dr. Cuvier
manifestaba públicamente su escepticismo acerca del descubrimiento de nuevas
especies animales. Y aunque su opinión no fue apoyada por la totalidad de la
comunidad científica, no deja de ser un excelente ejemplo de una afirmación
categórica que el tiempo se ha ocupado de corregir. Por ejemplo:
-
En
1904 se descubre una nueva especie de jabalí selvático en Africa
denominado Puerco
Salvaje Gigante de Africa.
-
En
1912 se descubren en Indonesia los magníficos lagartos gigantes bautizados
como Dragones de
Komodo.
-
En
1973 se descubre un nuevo tipo de murciélago enano, el denominado
Murciélago Nariz de
Cerdo de Kitti. Con su carencia de rabo, sus 3 cm. de largo y
3 gramos de peso es, probablemente, el animal de sangre caliente más
pequeño del mundo.
-
En
1976, y gracias a que se había tragado el ancla de un buque de la marina
estadounidiense, fue capturado en aguas del Pacífico el primer ejemplar de
Megachasmia
Pelagios, conocido popularmente como "Megamouth"
("Bocainmensa"), una nueva especie de tiburón de cinco metros de
envergadura.
-
En
1989 un cazador de Kamcharca (URSS) captura una especie de oso gigante,
hasta entonces considerado producto de la fantasía de los lugareños, el
Irkuyén.
-
También en 1989, el biólogo marino francés
Francois Pelletier
ocupó las portadas de las revistas especializadas al descubrir en la isla
de Borneo un nuevo tipo de delfín-ballena: el
Pesut.
-
En
1992, una expedición del Fondo Mundial para la Naturaleza dirigida por
John McKinnon,
descubría en la reserva natural vietnamita de Vu Chuary una nueva especie
de bóvido de 80 kgs. de peso y metro y medio de largo, desconocido hasta
esa fecha. Se bautizó como
Pseudoryx ngherinhensis.
-
En
1993 se descubría en la selva brasileña del estado nororiental de Maranhao
una nueva especie de monos, los
Cebus kaapori,
hasta entonces sólo conocida por los indios urubú ka-apor.
-
En
1994, y también en la reserva de Vu Chuary, se descubrió otro nuevo
mamífero bautizado como
Gigante Muntjac
por casi duplicar el tamaño de los
Muntiacus muntjak,
estando este nuevo animal armado de largos cuernos y púas en la frente.
La lista sería interminable. Y sólo hemos mencionado grandes
mamíferos. La cantidad de insectos, pequeñas aves o peces que se descubren
anualmente a los ojos de la ciencia es mucho mayor.
Estos descubrimientos suponen una buena cura de humildad para
la comunidad científica, que todos los años ha de enfrentarse a nuevos
hallazgos zoológicos. Evidentemente, la naturaleza todavía se reserva muchos
secretos. Y en las selvas, montañas, desiertos, y sobre todo en los mares
del planeta, nos aguardan sin lugar a dudas muchas sorpresas.
Pero indudablemente, uno de esos asombrosos hechos lo
constituye la súbita reaparición sobre la faz de la tierra de animales cuya
existencia sólo conocíamos por fósiles de hace millones de años. ¿Es posible
que contemporáneos de los dinosaurios continúen existiendo en tierras y
mares del planeta? Pues sí.
El caso más conocido, la auténtica "estrella" de esos fósiles
vivos es el
Celacanto.
Oficialmente
el Celacanto
había dejado de existir hacía 65 millones de años. Fósiles del
Celacanto habían sido localizados y
catalogados por los expertos y todavía hoy continúan apareciendo. Sin
embargo, la ciencia sufrió una conmoción en 1938, cuando un grupo de
pescadores capturaba en aguas sudafricanas los primeros ejemplares vivos de
este excepcional pez de inquietante aspecto. Metro y medio de enigma
biológico provisto de aletas lobulares y amenazadora dentadura.
Pero el
celacanto no
es el único fósil vivo que atenta contra nuestro conocimiento de la historia
animal. Son ya muchos los animales prehistóricos que reaparecen súbitamente
en nuestro conocimiento de la naturaleza:
-
En
1958 se redescubre el
kakapo, la
especie de loro más pesada del mundo que con sus casi tres kilos de peso
es incapaz de volar. Este ave estaba oficialmente extinguida.
-
En
1966 reaparece otro fósil de 20.000 años de antigüedad vivito y coleando,
el Opossum pigmeo,
uno de cuyos ejemplares apareció, con vida, en un cubo de basura de la
Universidad de Melbourne.
-
En
1972 se descubrieron manadas de
pecarí
(jabalí enano americano extinguido -oficialmente- en la Era Glacial)
correteando por los montes de Paraguay occidental.
-
En
1977, el zoólogo y especialista en vertebrados
Dr. J.I. Menzies
descubre en Nueva Guinea los fósiles de un curioso ejemplar de murciélago
falto de incisivos en la mandíbula superior, de 10.000 años de antigüedad.
Poco después, el mismo Dr. Menzies recibió un ejemplar vivo de esos
antiquísimos fósiles que vivían en una colonia en grutas de la misma Nueva
Guinea.
Escudados en estos espectaculares casos, los criptozoólogos
defienden la existencia de las grandes estrellas legendarias en este campo,
a saber: el Yeti y Nessie, el Monstruo del Lago Ness.
El "Abominable Hombre de las Nieves" y el "Monstruo del Lago
Ness" han hecho correr ríos de tinta y son protagonistas de docenas de
monográficos. Tanto al Yeti como a Nessie les han salido numerosos parientes
por todo el globo.
El mito de los Hombres-Bestia se encuentra en infinidad de
culturas. Desde el Sasquatch hasta el Bigfoot, los "primos" lejanos del
Yeti, tan polémicos y escurridizos como él, se encuentran en Asia, América,
Africa, etc.
Exactamente lo mismo
ocurre con Nessie. Además del Loch Ness, otros muchos lagos y ríos de todo
el planeta mantienen leyendas sobre monstruos marinos. Por ejemplo, los
lagos Nahual Huapi, en Argentina o Tianchi en China.
Con relación a cualquiera de estos monstruos legendarios
contemporáneos, que se suponen supervivientes de grandes animales
prehistóricos, existen abundantes testimonios, fotos y filmaciones.
Nos gustaría reclamar la atención del navegante sobre los aspectos
comerciales de dichos casos. Tanto el Yeti, y más aún Nessie, se han
convertido en reclamos turísticos de sus respectivos contextos geográficos.
Escocia debe tantas divisas al monstruo del lago Ness como a los fantasmas
de sus castillos. Y es importante, a nuestro juicio, marcar la diferencia
entre estos grandes mitos criptozoológicos eminentemente comercializados por
los medios de comunicación y los casos africanos o sudamericanos, los
cuales, por el contrario, no han supuesto ningún beneficio económico a los
testigos que afirman haberlos visto.
Estamos seguros de que tras numerosos relatos sobre extrañas
criaturas en África, Asia o América se ocultan nuevas especies animales o,
más interesante aún, ejemplares vivos de fósiles datados en millones de
años... |