LO VIEJO Y LO NUEVO
Casi siempre, cuando leemos estos textos o
nos acercamos a este conocimiento, cuando entramos en este espacio con la
intención de aprender, todo nos parece claro y nuevo. Sin embargo, cuando
nos enfrentamos con nuestra vida de cada día, el hogar, al trabajo, las
relaciones, etc. El desasosiego y la sensación de que muchas cosas andan
mal se hace sentir.
En nuestra vida hay constante reto y
respuesta. Eso es la existencia, eso es la vida: constante provocación y
respuesta. El reto, siempre es nuevo, y la respuesta siempre es vieja. Lo
encontré a usted ayer, y hoy viene usted a mí. Es diferente, ha cambiado,
es un nuevo hombre. Pero yo tengo la imagen de usted tal cual era ayer.
Absorbo, por lo tanto, lo nuevo en lo viejo. No me encuentro con usted de
un modo nuevo, sino que tengo su imagen de ayer; así que mi respuesta al
reto presente es siempre condicionada.
Aquí, mientras lees estas líneas,
dejas de ser occidental, o cristiano, dejas de ser de clase baja, o media
o superior, o lo que sea; te olvidas de todo. No haces más que
leer, absorto, tratando de descubrir. Mas cuando reasumes tu vida
cotidiana, vuelves a ser lo que eras: estás de nuevo en tu casta, tu
sistema, tu empleo, tu familia. Es decir, lo nuevo se ve siempre absorbido
en lo viejo, en los viejos hábitos, costumbres, ideas, tradiciones,
recuerdos. Lo nuevo nunca está presente, puesto que siempre hacemos frente
a lo nuevo con lo viejo; el reto es nuevo, pero le hacemos frente con lo
viejo. De modo que el problema, en este asunto, es cómo liberar el
pensamiento de lo viejo, para que sea nuevo en todo momento. Cuando vemos
una flor, cuando vemos un rostro, cuando vemos el cielo, un árbol, una
sonrisa, debemos saber si le hacemos frente de un modo nuevo
y cómo
hacerle frente de un modo nuevo.
Hemos de ser conscientes de cómo lo pasado absorbe lo nuevo y lo modifica
y por qué los nuevo cesa y por qué lo nuevo cesa cuando nos enfrentamos a
nuestra vida cotidiana.
Ahora bien, la vieja respuesta surge del
pensador. Y el pensador es siempre lo viejo. Como nuestro pensamiento se
basa en el pasado, cuando nos encontramos con lo nuevo es el pensador
quien le hace frente; es la experiencia de ayer que le hace frente. El
pensador es siempre lo viejo. Volvemos, pues, al mismo problema de manera
diferente: cómo liberar la mente de sí mismo como pensador, cómo extirpar
el recuerdo, no el recuerdo “factual” sino el recuerdo psicológico, que es
la acumulación de la experiencia. Porque, sin estar libre del residuo de
la experiencia, no puede haber captación de lo nuevo. Ahora bien, el
liberar el pensamiento, el estar libre del proceso de pensar y así hacer
frente a lo nuevo, es arduo. Porque todas nuestras creencias, todas
nuestras tradiciones, todos nuestros métodos educativos, son un proceso de
imitación, de copia, de “memorización”, de formar el receptáculo de la
memoria. Esa memoria responde constantemente a lo nuevo; y a la respuesta
de esa memoria llamamos “pensar”, y ese pensar hace frente a lo nuevo.
¿Cómo, pues, puede existir lo nuevo? Sólo cuando no hay residuo de la
memoria puede haber lo nuevo, y hay residuo cuando la experiencia no está
finalizada, concluida, terminada, es decir, cuando la comprensión de la
experiencia es incompleta. Cuando la experiencia es completa, no hay
residuo. Esa es la belleza de la vida. El amor no es residuo, el amor no
es experiencia; es un estado de ser. El amor es enteramente nuevo.
Así que nuestro problema es éste, cómo
podemos hacer frente a lo nuevo
constantemente, ya sea en el trabajo, en el hogar o dónde fuere. Desde
luego que sí podemos hacerlo, pero para hacer esto hay que producir una
revolución en el pensamiento, en el sentir, y sólo podemos ser libres
cuando todo incidente es cabalmente vivenciado de instante en instante,
cuando toda respuesta es plenamente comprendida, no mirada de un modo
casual y luego desechada. Sólo se está libre de la acumulación de
recuerdos cuando todo pensamiento, todo sentimiento, es completado,
vivenciado adecuadamente hasta el final. Es decir, cuando cada pensamiento
y cada sentimiento es considerado acabadamente y concluye, hay un final; y
entonces existe un intervalo entre ese final y el siguiente pensamiento.
En ese intervalo de silencio hay renovación; la nueva “creatividad” se
manifiesta.
Ahora bien, esto no es teórico ni
impracticable. Si tratamos de captar por completo todo pensamiento y
sentimiento, descubriremos que eso es extraordinariamente práctico en
nuestra vida diaria; pues entonces somos nuevos, y lo que es nuevo es
eterno, perdurable. Lo nuevo es creador, y ser creador es ser feliz; y a
un ser humano feliz no le importa ser rico o pobre, ni a qué casta, clase
social o país pertenece. No tiene dirigentes, ni dioses, ni templos, ni
iglesias y por lo tanto tampoco tiene disputas ni enemistad.
Ese, por cierto, es el modo más práctico de
resolver nuestras dificultades en el presente caos mundial. Es porque no
somos creadores, en el sentido en que usamos ese término, que somos tan
antisociales en todos los diferentes niveles de nuestra conciencia. Para
ser muy práctico y eficaz en nuestras relaciones sociales, en nuestras
relaciones con todo, uno debe ser feliz; y no puede haber felicidad si no
hay terminación, no puede haber felicidad si hay un constante proceso de
llegar a ser algo. En el finalizar hay renovación, renacimiento, novedad,
lozanía, júbilo.
Pero lo nuevo es absorbido en lo viejo, y
lo viejo destruye lo nuevo, mientras haya trasfondo, mientras el
pensamiento condicione a la mente, al pensador. Para verse libre del
trasfondo, de las influencias condicionantes, del recuerdo hay que estar
libre de la continuidad; y hay continuidad mientras el pensamiento y el
sentimiento no hayan terminado por completo. Uno completa un pensamiento
cuando lo sigue hasta el final, poniendo con ello fin a todo pensamiento,
a todo sentimiento. El amor, por cierto, no es hábito, memoria; el amor
siempre es nuevo. Sólo puede haber captación de lo nuevo cuando la mente
es nueva; y la mente no es nueva mientras haya el residuo de pasadas
experiencias. La memoria es “factual” a la vez que psicológica. No nos
referimos a la memoria “factual” sino a la memoria psicológica. Mientras
la experiencia no sea completamente comprendida; deja residuo, que es lo
viejo, que es lo de ayer, la cosa del pasado; y el pasado está siempre
absorbiendo lo nuevo, y por lo tanto destruyéndolo. Sólo cuando la mente
está libre de lo viejo, hace frente a lo nuevo de un modo nuevo, y en eso
hay júbilo.