El
sendero de la veneración.
Sólo en su propia alma hallará el hombre los medios para que se le abran los
labios de un iniciado; debe desarrollar en sí mismo determinadas cualidades
hasta cierto grado de elevación, para poder participar de los sublimes
tesoros del espíritu.
Para
comenzar debe haber una cierta disposición fundamental del alma. El
investigador de la ciencia oculta la llama "el sendero de la veneración, de
la devoción hacia la verdad y el conocimiento. Sólo aquel que tenga esa
disposición fundamental puede llegar a ser discípulo de la ciencia oculta.
Debemos aprender a venerar lo que es digno de veneración, a venerar donde la
veneración está en su, lugar; y la veneración siempre está en su lugar
cuando surge de las profundidades del corazón humano.
Si no
cultivamos en nuestro interior el hondo sentimiento de que existe un mundo
más elevado que nosotros mismos, nunca alcanzaremos la fuerza para
desarrollarnos a un nivel superior. La cumbre del espíritu no se alcanza
sino a través del portal de la devoción. Sólo puedes adquirir el verdadero
conocimiento si has aprendido a apreciarlo. Es cierto que el hombre tiene
derecho a abrir los ojos a la luz, pero este derecho debe primero
conquistarlo. En la vida espiritual existen leyes como en la vida material.
Si frotamos una varilla de vidrio con una sustancia adecuada, aquélla se
electrifica, es decir, cobra el poder de atraer pequeños objetos. Este
fenómeno corresponde a una ley natural de sobras conocida por todo aquel que
tenga nociones de física. De la misma manera se sabe, si se conocen los
principios de la ciencia oculta, que todo sentimiento de verdadera devoción
cultivado en el alma desarrolla una fuerza que, tarde o temprano, hará
progresar al hombre en el campo del conocimiento.
Nuestra civilización se inclina más bien a criticar, juzgar y condenar.
Empero, toda crítica, todo juicio condenatorio, ahuyentan del alma las
fuerzas que loe permiten llegar al conocimiento superior, en el mismo grado
en que la veneración abnegada las desarrolla.
El
discípulo ha de comenzar, pues, por enraizar la devoción en su pensar,
reparar en los pensamientos de falta de respeto o menosprecio que puedan
existir en su consciencia, y cultivar pensamientos de devoción.
De
este modo, se le abren al hombre los ojos espirituales; empieza a percibir
cosas en torno suyo que antes no veía; comienza a comprender que
anteriormente sólo se había percatado de una parte del mundo circundante.
|