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LA TRANSFORMACIÓN
Es evidente que tiene que haber una revolución radical. El sufrimiento que
nos rodea lo exige. Nuestras vidas lo exigen. Aunque en apariencia haya
orden en realidad lo que hay es lenta descomposición. Al observar las
guerras, los incesantes conflictos entre todas las personas, las tremenda
desigualdades económicas y sociales, vemos que hace falta una transformación
completa.
Tiene
que haber una revolución, pero no una evolución basada en una idea.
Semejante revolución es tan sólo la continuación de una idea, no una
transformación radical. Una revolución basada en una idea produce
derramamiento de sangre, destrucción y caos.
Esta
transformación ¿es una finalidad o se produce de instante en instante? Nos
gustaría que fuese una finalidad a alcanzar, ya que es mucho más fácil
pensar en un tiempo lejano o en el futuro. Al final nos habremos
transformado, al final seremos felices, al final hallaremos la verdad; pero
mientras tanto, continuemos como hasta ahora. Una mente así, que piensa en
el tiempo futuro, es incapaz de actuar en el presente; por lo tanto esa
mente no busca la transformación, simplemente la rehuye.
La
transformación no es para el futuro; jamás puede serlo. Sólo puede ser
ahora, de instante en instante. La transformación es algo muy
sencillo: ver lo falso como falso y lo verdadero como verdadero. Ver también
la verdad en lo falso, y ver lo falso en aquello que ha sido aceptado como
la verdad.
Cuando vemos muy claramente que algo es la verdad, esa verdad es liberadora.
Cuando vemos que algo es falso, eso desaparece. Cuando por ejemplo vemos que
la división de la humanidad en clases, religiones, países... es falsa, que
engendra conflictos, sufrimiento y división entre las personas, cuando vemos
todo eso, esa misma realidad de verlo resulta liberadora. La percepción de
esa misma realidad es la que transforma. Y como estamos rodeados de tantas
cosas falsas, el percibir de instante en instante esta falsedad es lo que
transforma. La verdad no se acumula; se da de instante en instante. Lo que
se acumula, lo acumulado es el recuerdo, la memoria, y mediante la memoria
jamás podremos hallar la verdad.
La
memoria pertenece al tiempo, el tiempo es el pasado, el presente y el
futuro. El tiempo es continuidad, jamás puede descubrir aquello que es
eterno. La eternidad no es la continuidad. Lo que continúa no es lo eterno.
La eternidad está en el instante. La eternidad está en el ahora y el ahora
no es reflejo del pasado.
La
mente está deseosa de una transformación futura, busca la transformación
como un objetivo final: jamás podrá hallar la verdad, pues la verdad es algo
que surge de instante en instante y debe descubrirse cada vez de nuevo, y
sin duda, no puede haber descubrimiento alguno por medio de la acumulación.
Para
descubrir lo nuevo, la vida, lo eterno, y de instante en instante, se
requiere una percepción extraordinariamente alerta, una mente que no busque
resultados, una mente que no trate de llegar a ser algo. Una mente que se
esfuerza por llegar a ser algo no podrá nunca conocer la plena
bienaventuranza de la satisfacción; no de la satisfacción petulante ni de la
satisfacción que produce el logro de un resultado, sino la satisfacción que
se produce cuando la mente ve la verdad de lo que es y lo falso en lo que
es.
La
percepción de esta verdad es de instante en instante, y esta percepción se
detiene al hablar de este instante.
La
transformación no es una finalidad ni un resultado. Cuando deseamos vernos
transformados, seguimos pensando en términos de devenir, de tiempo, de
finalidad y resultado. Y así no conocemos el verdadero "estado de ser",
donde existe la verdadera dicha que no pertenece al tiempo.
Este
estado atemporal del ser puede producirse tan sólo cuando existe una gran
insatisfacción; no la insatisfacción que ha hallado un vía de escape, sino
la insatisfacción que no tiene salida ni escapatoria y que no busca la
satisfacción.
Sólo
entonces, en ese estado de profunda insatisfacción, puede surgir la
realidad. Esta realidad ni se compra ni se vende ni se repite, no puede ser
captada en Internet ni en lo libros. Tiene que ser captada de instante en
instante, en la sonrisa, en la lágrima, bajo la hoja muerta, en el
pensamiento errabundo, en la plenitud del amor.
El
amor no es diferente de la belleza ni de la verdad. El amor es ese estado en
el cual el proceso del pensamiento, como tiempo, ha cesado completamente.
Donde hay amor, hay transformación. Sin amor la revolución carece de
sentido, pues entonces es mera destrucción, desintegración, es un
sufrimiento que va creciendo cada vez más. Donde hay amor hay revolución,
porque el amor es transformación de instante en instante.
***
El dolor, el miedo, el deseo, la dependencia, el apego... Deben existir, por
fuerza, en tanto exista el apremio de "ser" o de "llegar a ser", que es la
persecución del éxito, con todos sus frustraciones y todas sus
contradicciones tortuosas.
La conciencia surge espontáneamente cuando uno se halla rodeado de una
atmósfera de bienestar interno, cuando siente que está seguro, cómodo, y se
da cuenta de la acción desinteresada que viene con el amor. El amor no
compara, y así se terminan la envidia y la tortura del llegar a ser.
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