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EL TERRORISMO.
REFLEXIONES
TERRORISTA: Aquel que no representa a ningún ser humano y que por
todo sustento tiene la ignorancia.
Gracias, gracias, a los innumerables amigos que nos han apoyado en
momentos tan dolorosos. Los integrantes de la Página de la Vida,
agradecemos todas las muestras de consuelo que hemos recibido por
vuestra parte.
Para nosotros han sido momentos trágicos, pero no más que, cuando
esto mismo sucede en otras partes del mundo. La cercanía, la
proximidad hacen más vivo el dolor, pero no más grave. La muerte de
un inocente sea de cual sea su nacionalidad y el lugar de su
residencia, hace brotar en nosotros el mismo sentimiento de pena por
las víctimas y repulsa por los terroristas. A pesar de ello,
sentimos una profunda compasión por ellos y por su ignorancia sobre
la condición humana.
Los cerebros pensantes del terrorismo conocen bien la trivialidad
del mal, su sencillez. El mecanismo tiene su base en conseguir que
el otro se nos aparezca efectivamente como tal, y por tanto,
excluido de la piedad en su sentido más fuerte. El sufrimiento de
quienes caen en sus actos terroristas les es ajeno, porque es de
alguien que está fuera de su esfera de sentimientos.
No hay una fórmula magistral para acabar con dichos elementos, pero
si hay unas reglas básicas que toda persona de bien debe tener
siempre presente.
1ª El derecho a la vida está por encima de cualquier justificación
ideológica, ya sea en Nueva York, Bagdad, Cisjordania, Israel, Sudán
o Madrid.
2ª En un estado de derecho cualquier persona o colectivo es inocente
hasta que se demuestre lo contrario, ya sea nacionalista aberzale,
catalanista, islamista o judío.
3ª Los medios de comunicación de un Estado de derecho deben
garantizar que la información que dan a sus ciudadanos es imparcial,
objetiva y contrastada; si no es así, no se informa, se manipula.
4ª Todo el que tiene una responsabilidad política, ya sea el
Gobierno o la oposición, ante un acto que dañe el Estado de derecho,
debe cohesionar y no fracturar el país que representa.
Cuando afrontamos situaciones difíciles, como es ésta, muchas de
nuestras virtudes deben aflorar. Una de ellas es la fortaleza,
mediante la cual somos capaces de soportar o vencer los obstáculos
que se oponen al bien y a nuestro progreso personal. La fortaleza no
es un acto bravo, sino que es un hábito de dominio de sí mismo.
Precipitarse en el abismo por ira, ignorancia o estupidez, no
constituye un acto de valor, ya que el ser humano verdaderamente
valiente actúa prudentemente, con una prudente reflexión para acabar
en el esclarecedor discernimiento.
Empecé hablando de la sencillez de mal. Acabaré haciéndolo con la
sencillez del bien, en su máxima expresión... la inocencia.
La inocencia del dolor que siente una niñita de cinco años al ver
las imágenes y escuchar a sus profesores hablar sobre la sinrazón de
un acto. Ella lo plasma en un sencillo poema, dedicado a todos esos
inocentes que han sufrido el atentado.
“El mal es malo porque hace llorar,
el bien es bueno porque hace reír,
a mi me gusta el bien, porque es bueno y me gusta mucho reír,
no me gusta el mal, porque me hace llorar a mi y a mi mamá”.
Eugenia S. G.
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