EL ERMITAÑO
Carta número IX.
La carta nos habla de un anciano apoyado en un bastón con la cabeza agachada
y sujetando un candil. Se desprende sabiduría de él, pero también algo de
pesar. La palabra clave es paciencia.
La vida puede ser muy
dura a veces para enseñarnos alguna lección, y ésta suele ser una de las más
difíciles de aprender, pues no se aprende a través de la fuerza, del
intelecto, del corazón; no, esta lección se aprende con todo tu ser.
¿Cuántas veces te has
encontrado con una situación en la vida, que por más que lo intentes no se
soluciona? ¿Cuántas veces te has visto impotente ante diversos
acontecimientos? Esa es la lección que el Loco tiene que aprender en el
ermitaño, la limitación del tiempo en este plano en que nos movemos y
evolucionamos.
El tiempo es
inexorable, nunca podremos volver a vivir nuestro pasado, pero tampoco
podemos acelerar nuestro futuro. El ser humano es como una semilla que se
planta y que se debe dejar crecer. A lo largo de numerosas primaveras va
soportando todo tipo de penurias y también alegrías que le van transformando
en un precioso árbol, pero si la planta cuando todavía es pequeña intentara
sacar frutos sería fatal para ella.
“Todo
a su debido tiempo” dice el sabio. Y es que muchas veces nos obsesionamos
intentando resolver problemas que por el momento no deben ser resueltos, te
rompes la cabeza con cantidad de historias en vez de tranquilizarte y dejar
fluir todos esos pensamientos teniendo la confianza de que cuando necesites
encontrar la solución, la encontrarás.
Puede ser muy
doloroso, por ejemplo, saber perfectamente que alguien querido está
equivocado, incluso que te da la espalda pensando que eres tú el equivocado,
y sentir que hagas lo que hagas, o digas lo que digas, no vas a conseguir
abrirle los ojos. Entonces el ermitaño tiene que retirarse y observar, con
paciencia y fe en que tarde o temprano la solución aparecerá.
En el ermitaño no hay
acción, hay reflexión sobre los acontecimientos que nos traen de cabeza. En
el ermitaño sólo hay una decisión: esperar a que el tiempo te traiga la
solución. Ello no quiere decir que sea desde la desidia o la apatía, sino
desde el discernimiento y la reflexión de lo que está sucediendo. Para ello
debemos aprender a entender y practicar la paciencia, porque sin la
paciencia, la espera hasta que se resuelvan los problemas se haría
insoportable.
EJERCICIOS:
El ejercicio ideal es
practicar la paciencia en todo lo que entiendas necesario. Mira en tu vida a
ver si te estás dando contra un muro que todavía no estás preparado para
romper, mira a ver si eres demasiado terco en hacer ahora una determinada
cosa cuando esperando unos meses podría salirte mucho mejor.
Apúntalo todo en la
libreta, tus reflexiones, análisis, comentarios, preguntas,...
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