Dios ha de estar presente en cada instante de nuestra vida. Esto es posible
cuando uno trabaja de este modo la vida espiritual, porque entonces todo
está vinculado con Él, no en el sentido moralista, sino en un sentido que se
hace cada vez más integral, más universal. Tanto ahora, que estamos
reflexionando sobre esto, como dentro de un rato cuando tal vez estemos
cenando, o haciendo broma o acostándonos, esto está completamente conectado
con ese mismo Dios.
Como Dios es el Centro de cada una de las cosas que
hacemos, en la medida en que uno sea consciente de lo que está haciendo,
será consciente del centro, de Dios, y éste le permitirá hacerlo mejor, o
disfrutarlo mejor. No se trata de realizar un sobreesfuerzo, no es un doble
esfuerzo que hemos de hacer para estar atento a nuestro trabajo y a Dios,
sino que se trata sencillamente de ensanchar nuestra perspectiva de cada una
de las cosas que hacemos, para incluir, para percibir lo que hay detrás de
la apariencia, detrás de la manifestación, detrás de lo que se mueve,
incluyendo ese punto central, esa fuente central que se manifiesta tanto en
uno como en la cosa o en la persona con quien estamos tratando.