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SENSUALIDAD EQUILIBRADA
El ser humano que todav ía
no se encuentra desarrollado está dominado por las sensaciones, y vive
saltando constantemente del apego al rechazo. No sabe vivir sin las
sensaciones de aferramiento ni de aborrecimiento, y por ello se hace mucho
daño y se complica la existencia. Pero existe otra forma de vivir, la
posibilidad de vivir una existencia espiritual, en la que se es consciente y
se obra adecuadamente, en la que se vive sin apego y se encara el dolor sin
aversión. Aquí ya no hay lugar para las reacciones automáticas
de la mente, sino que reinan la ecuanimidad y el sosiego.
Permitir el apego al placer
que proviene de los sentidos no pertenece al camino espiritual. Hay que
disfrutar y celebrar la Vida con alegr ía,
pero jamás hay que permitir que el deseo ciegue y uno se convierta y obre de
manera insensible y egoísta. Vivir de manera desapegada y ecuánime es un
signo de vida espiritual, pero gozar a pesar del perjuicio que uno se
realice a sí mismo, a los demás o a la naturaleza, sin reparar en el coste
que puede exigir ese disfrute, no es noble ni espiritual. La avidez
sensorial, la sensualidad desmedida, conduce a la persona a un grado mórbido
de egocentrismo que no le permite ver, ni mucho menos respetar, las
necesidades ajenas. El sensualismo embota la mente y ciega la consciencia,
pero la sensualidad consciente, equilibrada y bien encauzada es el signo de
una espiritualidad madura.
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