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SENCILLEZ
Es la virtud por la cual empezamos a comprender el lenguaje oculto de la
Vida y nos damos cuenta de que cuanto m ás
complejo es el ego más sofisticadas son las creencias, y cuanto más fuerte
es la demanda de experiencias y deseos, más
apartada se encuentra la realidad. La sencillez es el camino del abandono.
Muchas personas valoran las
formas externas de la sencillez, como son las pocas posesiones, pero esto no
es sencillez. Creen que la sencillez es tener s ólo
un taparrabos y desean poseer los signos externos de la sencillez. Pero eso
es un engaño fácil. Aunque en lo externo parezcamos muy sencillos en nuestro
interior somos prisioneros. Somos esclavos de innumerables móviles:
deseos, apetitos, ideales, etc. Y es preciso ser libres para que surja la
sencillez.
No es una persona sencilla la
que piensa en recompensas y en temores, la que est á
cargada de conocimientos y de creencias, la que se identifica y se
entretiene con la música, los ritos, Dios o las mujeres. Tampoco es
sencillez la búsqueda de lo esencial y el rechazo de lo que no los es. Esto
significaría un proceso de opción de la mente, y toda opción de la mente se
basa en el deseo, y así lo que llamamos esencial es lo que nos brinda
satisfacción y placer. La mente por sí sola produce confusión y su elección
también lo es. La opción
entre lo esencial y lo no esencial no es sencillez, sino un conflicto, y la
mente confusa que se encuentra en conflicto nunca puede ser sencilla.
Por
eso la persona espiritual no es, en realidad, la que viste una t única
o la que ha hecho votos, sino aquella que es interiormente sencilla, aquella
que no está "transformándose" en algo. Una persona espiritual es capaz de
una extraordinaria receptividad, porque no tiene barreras, no tiene miedo,
no va en pos de nada y es, por lo tanto, capaz de recibir la gracia, de
recibir a Dios, a la Verdad o como nos plazca llamarlo. Sólo entonces puede
haber felicidad, porque la felicidad no es un fin, sino que es la expresión
de la realidad.
La sencillez combina la dulzura y la sabidur ía.
Es claridad en la mente e intelecto, ya que surge del alma. Las personas
sencillas están libres de pensamientos extenuantes, complicados y extraños;
su intelecto es agudo y despierto. La sencillez invoca a la intuición, al
discernimiento y a la empatía
para crear pensamientos espirituales.
Es sorprendente el deseo de
alardear ante los dem ás,
de ser alguien. La envidia es odio y la vanidad corrompe. Parece difícil y
arduo ser sencillo, ser lo que somos y no presumir, ser lo que somos sin
tratar de llegar a ser esto o aquello. Siempre podemos aparentar, ponernos
una máscara, pero ser “lo que se es” constituye una cuestión
muy compleja, porque siempre estamos cambiando, nunca somos los mismos y
cada instante nos revela una nueva faceta, una nueva profundidad. No es
posible ser en un instante otra cosa que uno mismo, porque cada instante
conlleva su propio cambio. De modo que si somos al menos un poco
inteligentes renunciaremos a ser esto o aquello.
Si no somos sencillos no
podemos ser sensibles a los
árboles, a los pájaros,
a las montañas, al viento, a todas las cosas que existen en el mundo que nos
rodea. Sin sencillez no podemos ser sensibles al mensaje interno de las
cosas. La mayoría de nosotros vive muy superficialmente, en la mente. Allí
tratamos de ser reflexivos e inteligentes, lo cual es sinónimo de
religiosidad. Allí tratamos de que nuestra mente sea sencilla, mediante la
coacción, mediante la disciplina. Pero eso no es sencillez. Cuando forzamos
la mente superficial a ser sencilla, la imposición no la torna ágil,
flexible, rápida, sino que sólo consigue endurecerla. Ser sencillos en todo
el proceso de nuestra consciencia es extremadamente arduo. Porque no debe
existir ninguna reserva interior, sino que es preciso que estar plenamente
presentes para averiguar, para descubrir nuestro comportamiento. Y eso
significa estar alerta a toda insinuación, a toda sugerencia, darnos cuenta
de nuestros temores, de nuestras esperanzas, investigar y liberarnos de todo
eso constantemente. Sólo entonces, cuando vivimos espiritualmente, somos
realmente sencillos y resolvemos los múltiples
problemas que se nos plantean.
Hoy en d ía
la belleza está definida por las industrias de la moda y la estética,
propagada por los ricos y los famosos y aceptada por elrebaño. La belleza,
sin embargo, no se encuentra sólo en la apariencia. La belleza, en su forma
más sencilla, elimina la arrogancia de las ropas caras y del vivir de forma
extravagante. Va más allá del rico y del pobre. La sencillez surge al
apreciar las pequeñas cosas de la vida que a veces no son visibles ni
aparentes para el resto del mundo. Sencillez es apreciar la belleza interna
y reconocer el valor de todos los actores, incluso del más pobre o
desafortunado. Es considerar que todas las tareas, incluso la más
humilde, tienen valor y dignidad.
La sencillez reduce la
diferencia entre
“lo que tengo” y “lo que
me falta”, y eso significa prosperidad para todos los seres humanos,
independientemente de donde se encuentren. Cuando de verdad observemos y
veamos todas las cosas falsas y los ardides de la mente, cuando observemos
eso y lo percibamos muy claramente, entonces sabremos qué es sencillez. La
sencillez es la acción que no resulta de una idea, es creatividad, y
mientras no haya sencillez somos como polos de atracción para el daño, el
sufrimiento y la destrucción.
De la vida espiritual nacen la
sensibilidad y la libertad. Cualquier forma de autoridad o coacci ón,
interna o externa, contribuye a la insensibilidad. Ninguna forma de
autoridad o de coacción puede conducir a la sencillez, al contrario, cuanto
más se
reprime, se substituye y se sublima menos sencillez existe, aunque pueda
existir cierta apariencia.
Sencillez es la consciencia
que dirige una llamada a las personas para que replanteen sus valores y
vivan espiritualmente. No se puede buscar ni experimentar, llega como una
flor que se abre en el momento justo, cuando se comprende todo el proceso de
la existencia y de la propia vida de relaci ón.
No se tiene que buscar, surge tan sólo cuando no hay ego, cuando la mente no
está atrapada en especulaciones, en conclusiones, en creencias o en
imaginaciones. Sólo
una persona espiritual puede ver la Verdad, recibir aquello que es
inconmensurable, que no puede nombrarse. Eso es sencillez.
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