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La respiración
Respirar es vivir. La
respiración no requiere esfuerzo ni voluntad, pero es muy importante hacerlo
bien. Quienes respiran mal se debaten entre innumerables dificultades en
todos los dominios: salud, profesión, afectividad, etc. Son, por desgracia,
la mayoría, porque de hecho todos respiramos más o menos mal. Muchísimos
pulmones nunca se ventilan a fondo.
Todos los fenómenos vitales están ligados a procesos de oxidación y de
reducción: sin oxígeno no hay vida. Nuestras células dependen de la sangre
para su aprovisionamiento de oxígeno; si por nuestras arterias circula
sangre pobre en oxígeno, la vitalidad de cada una de nuestras células se
encuentra disminuida. Nuestro deber, en sentido estricto, es asegurarles
este aprovisionamiento de oxígeno que necesitan.
No solamente se respira muy mal, sino que a menudo la calidad del aire que
se respira es más que dudosa. De aquí proviene también la falta de
resistencia a las enfermedades, la fatiga, el rechazo a todo esfuerzo
físico, el nerviosismo y la irritabilidad.
El aporte de oxígeno es sólo un aspecto de la función respiratoria, pues
ésta también abarca la expulsión del CO2. Las células no disponen de ningún
otro medio de desembarazarse de los restos que producen, fuera del de
arrojarlos a la sangre. La purificación tiene lugar especialmente en los
pulmones; además, en los pulmones mal ventilados, innumerables gérmenes
pueden desarrollarse en la oscuridad tibia y húmeda que les es favorable. El
bacilo de Koch no resiste la acción del oxígeno; la respiración correcta, al
asegurar la ventilación completa de los pulmones, inmuniza contra la
tuberculosis y contra otras muchas enfermedades del aparato respiratorio.
Si se aprende a respirar correctamente la recompensa es importante; el
cuerpo se vuelve fuerte y sano; el exceso de grasa desaparece, el rostro
resplandece, los ojos centellean y un encanto particular se desprende de
toda la personalidad. La voz también se vuelve dulce y melodiosa. La persona
iniciada en el arte de la respiración ya no es presa fácil de la enfermedad.
La digestión se hace con facilidad –hay que recordar el apetito que se tiene
después de una larga caminata al aire libre. Todo el cuerpo se purifica y se
facilita el ser conscientes y el obrar apropiadamente.
Es cierto que una correcta respiración actúa beneficiosamente sobre la
salud, pero también sobre el pensamiento y la voluntad. Se puede comprobar
cuando se tiene que levantar una carga, pues se levanta más fácilmente
después de haber hecho una respiración profunda. En los acontecimientos que
suceden en la vida cotidiana, en las relaciones con los demás, es positivo
pensar también en respirar, pues ello ayuda a no perder la consciencia y a
no caer en la equivocación. Antes de una conversación, por ejemplo, para que
la discusión no degenere en disputa, o si se está confuso, es beneficioso
respirar conscientemente. Si durante dos o tres minutos se inspira y se
espira profundamente los pensamientos se aligeran y se aclaran. Muchas veces
creemos que necesitamos ayuda y la buscamos fuera de nosotros cuando en
realidad toda la ayuda la tenemos en nuestro interior.
La forma de respirar y los estados mentales se hallan muy estrechamente
conectados. Sólo hay que pensar en la respiración regular y profunda del
sueño, en el jadeo de alguien que está muy asustado o en la suspensión de la
respiración de alguien que se encuentra profundamente impactado. La
respiración es un buen medio para ser conscientes del presente y del propio
cuerpo. La regularidad y un ritmo pausado y profundo de la respiración tiene
un efecto calmante y disminuye la velocidad del proceso del pensamiento,
ayudando a vivir espiritualmente.
Antes de nuestro nacimiento nuestra madre respiraba por nosotros; pero desde
nuestra llegada al mundo, cuando el contenido de CO2 en la sangre aumentó,
el aparato respiratorio puso en marcha nuestra primera y profunda
inspiración. Los pulmones se desplegaron en la caja torácica: realizamos
nuestro primer acto autónomo. Desde entonces, el flujo y el reflujo de la
respiración ritman nuestra vida hasta que realicemos el último suspiro. A
partir del momento en que la matrona corta el cordón umbilical los pulmones
se convierten en la placenta que une al ser humano con la madre cósmica. Si
llegamos a comprender el sentido profundo de la respiración sentiremos que
poco a poco nuestra propia respiración se funde con la respiración
universal.
La respiración consciente nos aporta bendiciones incalculables en todos los
planos de nuestra vida. Es preciso que observemos sus efectos positivos en
nuestro cuerpo, en los sentimientos y pensamientos y, también, en todas
nuestras facultades, pues la respiración consciente es a la vez una
concreción de la vida espiritual y una ayuda de ésta. |
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