El tráfico de residuos tóxicos, que son peligrosos para la salud de las
personas y para el medio ambiente, es un nuevo negocio para las
organizaciones criminales. Es un problema complejo que mueve miles de
millones de dólares por año. A las industrias les cuesta demasiado tratar
sus residuos, por eso aceptan ofertas de empresas de los traficantes, que
son hasta 400 veces menos costosas que las demás
Se utilizan varias modalidades
para deshacerse de residuos de la industria metalúrgica, polvos tóxicos de
la siderurgia, transformadores con refrigerantes peligrosos como PBC, entre
otros. Los traficantes falsifican certificados de modo que la peligrosa
carga se convierta en residuos domiciliarios y alteran permisos de
transporte para trasladarlos de una región a otra y descargarlos en canteras
de construcción, parques naturales protegidos, ríos, grutas, excavaciones en
montañas, terrenos agrícolas y en el mar.
Son residuos que no están
tratados y sus descargas tampoco son controladas. Simplemente son
depositados en hoyos y cubiertos con tierra y piedras. Entran en contacto
con aguas subterráneas y más tarde salen a la superficie de diversas
maneras. El ciclo mortal termina cuando el ser humano usa esas aguas
contaminadas para beber o para regar los campos donde cultiva frutas y
verduras.
En muchos casos, estos grupos
organizados no actúan solos, sino que cuentan con la complicidad de
funcionarios públicos. Se asocian a los poderosos de turno de los ámbitos
municipal, provincial y regional. Esta práctica la realizan todas las
organizaciones criminales del mundo.