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La represión de la mujer

La familia patriarcal es el lugar de reproducción de la estructura y de la ideología del orden social establecido. El patriarcado es una relación de dominación del hombre sobre la mujer y los hijos. Estos son tomados como una posesión privada del varón.

Para conseguir la dominación de la mujer se ponen en juego toda una serie de mecanismos que la reprimirán para autoconvencerla de su inferioridad y de su natural sumisión al hombre. Para que deje de ser persona se le anulan distintas facetas de su ser, y una de las más reprimidas, en parte debido a la capacidad de la maternidad, es la sexualidad.

La represión de la sexualidad femenina está enfocada a la anulación del deseo y placer erótico. Esta represión tiene distintos grados, que pueden ir desde la sutil, pero eficaz manipulación psicológica –desconocimiento del cuerpo, inculcación de sentimientos de vergüenza y culpa…-, a la aberrante mutilación física de órganos sexuales. Estos procesos consiguen que el único acto sexual permitido en el sistema patriarcal, el coito, sea algo traumático y doloroso, tanto mental como físicamente. La mujer así condicionada rehusará el contacto, asegurándose el hombre de esta forma la paternidad biológica de los hijos de ésta y, por otro lado, que la maternidad sea fruto de la imposición de un acto no placentero ni deseado. Así, la mujer, programada para vivir en una sociedad patriarcal, pare sin deseo y con dolor, al tiempo que se aparta de ella a la criatura en el momento del alumbramiento para cortar el deseo y la producción de hormonas que regularía el acoplamiento madre-hijo.

El parto es en realidad un acto sexual en el que deberían tomar parte una pareja de seres. La excitación sexual de la mujer en el momento del alumbramiento, si no estuviera bloqueada por el miedo y la cultura milenaria que pesa sobre ella, produciría la relajación, el abandono al deseo y los flujos maternos necesarios para que el parto y el nacimiento fuera un acontecimiento gozoso y placentero para ella y para la criatura.

Por otra parte, el útero ha sido física y psíquicamente castigado, perseguido y borrado de la consciencia de la mujer, porque posiblemente es uno de los órganos vitales en la producción de placer y de los deseos de ésta. Hay algo muy importante que se oculta cuando se sitúa la sexualidad femenina del clítoris a la vagina. Cuando se habla de sexualidad apenas aparece el útero y se puede apreciar como la institución médico sanitaria se ha apropiado de todo lo referente a la sexualidad femenina, consiguiendo que la mujer quede desconectada de sus funciones sexuales, que son manipuladas y reprimidas por el Poder.

La mujer ha sido culturizada, programada, para que rompa la unidad psicosomática que existe entre su consciencia y su útero, lo cual explica el estado actual de las cosas –frigidez, parto y menstruación con dolor, etc. Hay algo en el útero que no se quiere que se sepa y que se ha evitado que se viva por las propias mujeres, ya que se podrían poner en peligro los fines específicos del orden patriarcal, como son reproducir esclavos resignados y futuras nuevas madres insensibles al sufrimiento de su prole.

Otro aspecto fundamental a tener en cuenta es que las criaturas, una vez fuera del útero materno, las criaturas, como todas las personas, necesitan un contacto afectivo que lo debe proporcionar todo el grupo social, evitándose así que solamente la madre biológica adquiera este rol, y dejar en manos de toda la comunidad la crianza y la formación de los pequeños. Se hace necesario, una vez más, reflexionar sobre la concepción que se tiene en gran parte del globo sobre la “familia”.

La anulación de la mujer también se dirige a negar sus capacidades intelectuales o de raciocinio. No permitiéndole el desarrollo intelectual se la encierra en el ámbito doméstico, donde su función será la crianza de los hijos y la satisfacción de las necesidades del hombre. “Al ser una criatura inferior, carente de razón, que se deja llevar exclusivamente por la emotividad es un ser que necesita la tutela del varón”. Así pasa de la dominación del padre al control del marido, sin oportunidad para desarrollar su capacidad de decisión.

Hoy en día, la anulación de la mujer corre pareja con los tiempos de cinismo democrático. Es ella misma la que se ignora, la que se anula al asumir todos los valores de la cultura machista. Reflejo de esta anulación de la mujer del ámbito público es el lenguaje que utilizamos, en el que no se hace referencia al género femenino. Si alguien no existe o no se refleja en la sociedad es del todo probable que no tenga ni capacidades ni necesidades. La mejor manera de anular es ignorar, y el lenguaje señala este proceso.

Gran parte del trabajo de adoctrinamiento en el orden patriarcal lo han desarrollado las instituciones religiosas. Ésta manipulan al hombre para que se crea y actúe según el papel de dominador que dios le habría otorgado, reprimiendo y condenando los actos de la mujer que no sean la obediencia y la sumisión al mismo hombre, que a su vez debe obediencia a una instancia superior a él.

En esta sociedad patriarcal salen perjudicados tanto el hombre como la mujer, pues a ambos se les coarta el libre desarrollo de su persona. El Poder les encasilla en un rol incuestionable que deben acatar y perpetuar. En este tipo de sociedad, los hombres tienen que evitar mostrar los sentimientos, ser fuertes, seguros, independientes, conquistadores, capaces de mantener y sustentar una familia; mientras que las mujeres deben ser todo lo contrario: han de ser inseguras, dependientes y sobre todo llorar mucho. Siendo esclavos de un marco semejante, resulta imposible desarrollar relaciones de amor y de solidaridad a alguien que no viva espiritualmente.

El Poder, tras destruir la sexualidad de la mujer y condicionar la del hombre, para organizar la reproducción humana y construir una sociedad basada en lo que se llama principio de autoridad, se emplea a fondo en la manipulación de los niños, en su adoctrinamiento, el cual se da principalmente en el núcleo familiar y, más tarde, en la escuela.

También se debe mencionar el Matriarcado, que cuando sucede ofrece otra forma de autoridad nociva para la humanidad. En el matriarcado se invierten las características de la opresión y dominación patriarcales, realizándose la opresión en el dominio de la mujer sobre el hombre.

 

 

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