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PROTOCOLO XXII
El poder del oro.- Es
Dios quien quiere nuestro reinado.- Nadie se atreverá a acercarse a
nuestro poderío.
1.- Con todo lo que hasta hoy llevo expuesto me he esforzado para
mostraros el secreto de los acontecimientos pasados y presentes: ellos
anuncian un porvenir próximo ya a realizarse. Os mostré el secreto de
nuestras relaciones con los GOYIM y el de nuestras operaciones
financieras. Poco queda que decir sobre este particular.
2.- Tenemos en nuestras manos la más grande fuerza moderna: el oro;
podemos en dos días retirar nuestros depósitos en la proporción y cantidad
que sea de nuestro agrado.
3.- ¿Será, pues, necesario todavía demostrar que nuestro gobierno está
predestinado por Dios? Lo que no podremos probar por medio de esta enorme
riqueza es que todo el mal que nos hemos visto obligados a causar durante
tantos siglos ha servido finalmente al verdadero bien, a poner todo en
orden... ¡He aquí la confusión de nociones de bien y de mal! El orden se
restablecerá, en parte, por medio de la violencia, pero se restablecerá al
fin. Sabemos probar que somos bienhechores de la humanidad; nosotros que
hemos hecho al mundo torturado el verdadero bien de darle la libertad al
individuo, que podrá gozar de descanso; la paz, la dignidad en las
relaciones, a condición, entiéndase bien, de observar las leyes
establecidas por nosotros. Explicaremos de paso que la libertad no es el
libertinaje ni el derecho a la licencia; ni tampoco consiste la dignidad
ni la fuerza, en el derecho de cada uno a proclamar principios subversivos
y destructores, como el derecho de libertad de conciencia, de igualdad y
otros semejantes, ni en modo alguno tampoco el derecho del individuo
consiste en excitarse a sí mismo o excitar a otros haciendo alarde de
talentos oratorios en asambleas tumultuosas. La verdadera libertad
consiste en la inviolabilidad de la persona que observa honrada y
exactamente todas las leyes de la vida en común; la dignidad en la
conciencia de sus derechos y juntamente de sus deberes y de los derechos
de que carece, y no sólo en el desarrollo ilusorio y fantástico del tema
de su EGO.
4.- Nuestro poder será glorioso porque será pujante; porque gobernará y
dirigirá y no irá remolcado, por decirlo así, por líderes y oradores de
los que a gritos lanzan palabras huecas y carentes de sentido que
enfáticamente llaman grandes principios, y que no son otra cosa en
realidad sino utopías. Nuestro poder será el árbitro del orden, que es el
único que hace la felicidad de los pueblos, y de los hombres. |
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