Es esencial comprender el viaje hacia la Verdad, y no quedarse anclado en
ideas y creencias. Es imprescindible tratar con hechos reales, porque en
la realidad y en ir más allá de ese que es real se encuentra la Verdad. Y
la Verdad, cuando existe, es algo sumamente peligroso. La Verdad es muy
peligrosa porque origina una revolución dentro de nosotros que,
inevitablemente, se expresa exteriormente. Para llegar a ella, para
permitir que la Verdad surja, un buen camino es formularse preguntas.
Supongamos que formulamos
una pregunta y se nos responde. Entonces aceptamos la respuesta o la
rechazamos, siempre respondiendo según nuestro condicionamiento. Pero, si
empezamos a investigar la pregunta misma nos daremos cuenta de que la
respuesta no se encuentra separada de la pregunta, que la respuesta está
en la misma pregunta. El perfume de la flor es la flor. La propia flor es
la esencia de ese perfume. Pero casi todos dependemos de otros para que
nos ayuden, nos estimulen y resuelvan nuestros problemas. Por esto, desde
nuestra confusión creamos autoridad, los gurús y los sacerdotes.
Es bueno formular preguntas,
retomar el arte de la investigación, de la discusión esclarecedora, de
mirar las cosas sin tomar partido. Es esencial formular preguntas
fundamentales. Pero cuando las formulamos casi todos estamos buscando una
respuesta y, entonces, la respuesta es siempre superficial, porque para la
Vida no hay respuestas de “sí” o “no”. La Vida es un movimiento, un
movimiento infinito, y para investigar esta cosa extraordinaria llamada
vida, con todos sus innumerables aspectos, uno debe formular preguntas
fundamentales y no contentarse jamás con las respuestas, por
satisfactorias que puedan ser, porque tan pronto tenemos una respuesta, la
mente ha llegado a una conclusión, y la conclusión no es Vida, es tan sólo
una condición estática. Por lo tanto, lo importante es formular la
pregunta correcta y no satisfacerse jamás con la respuesta, por ingeniosa,
por lógica que sea, porque la Verdad de algo se encuentra más allá de la
conclusión, más allá de la respuesta, más allá de la expresión verbal. La
mente que formula una pregunta y tan sólo se satisface con una
explicación, con una declaración verbal, sigue siendo una mente
superficial. Sólo la mente que formula una pregunta fundamental y es capaz
de seguir el curso de esa pregunta hasta el fin, puede descubrir qué es la
Verdad.
Las respuestas que alguien
nos pueda ofrecer, si para nosotros no son hechos, se quedan en el campo
del pensamiento como conocimiento erudito, cerrado y concluso, se quedan
en nuestra mente como creencias e ideales. Por esto es imprescindible
formular preguntas adecuadas y resolverlas a lo largo de la propia vida.
En la pregunta se encuentra la mente, en la respuesta la eternidad. Las
personas cargadas de conceptos se hunden por su peso en el infierno, pues
l apreciación verbal no es la verdadera comprensión. Existe una
Comprensión -con mayúsculas- que se debe vivenciar, y luego, cabe la
posibilidad de expresarla con palabras. Pero, aquel que se llena de un
conocimiento simplemente erudito neciamente estrecha su consciencia.
La respuesta a la pregunta
adecuada que uno formula es siempre una vivencia integral, completa,
total, que no sólo se encuentra en el campo de la mente, sino que abarca
mucho más. Y es ahí hacia donde nos deberá llevar las preguntas, a ese
vivir de instante en instante, a ese estado de unidad en el que no existen
separados el experimentador y la experiencia, el pensador y el
pensamiento. Porque si, por ejemplo, me formulo una pregunta similar a las
que expresamos a continuación:
¿Es posible que la mente se
de cuenta de su propio condicionamiento y, gracias a eso, se libere de él?
¿Podemos darnos cuenta de
nuestro condicionamiento y, por ello, acabar con él, e forma que nos
encontremos libres para descubrir qué es la Verdad?
¿Puede uno darse cuenta de
su ambición y de los dictados del ego y, por ello, ser libre?
Las respuestas no pueden
encontrarse ni contenerse en una declaración verbal, sino que deberemos
verla, escucharla y vivenciarla en la vida cotidiana, de instante en
instante.