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LA PLENITUD DEL AMOR
A
la sombra del cerezo en flor nadie es un extraño. Para vivir el amor se
tiene que ser sensible a la belleza y al carácter único de cada una de las
cosas y de las personas con las que uno se relaciona. El amor verdadero no
excluye sino que abraza a la Vida entera, tiene una falta absoluta de
autoconsciencia y es espontáneo. La luz del sol, la fragancia de una flor o
la sombra de un árbol no se producen porque haya alguien cerca ni
desaparecen cuando no hay nadie, sino que, al igual que el amor, existen con
independencia de las personas. El amor está por encima del amigo y del
enemigo. Si no es así no podemos llamarle amor. El amor sencillamente es,
sin necesidad de ningún objeto, igual que las cosas son. Y no tienen
consciencia de poseer mérito alguno o de hacer el bien. El amor no
discrimina a las personas, igual que el sol no puede negar su luz a una
persona por muy perversa que ésta sea.
El amor no hace distinciones entre las personas. La máxima expresión del
amor es la de amar a todos los seres vivos como una madre o un padre ama a
sus hijos. La diferencia entre el sentimiento que tenemos hacia nuestros
hijos y el que sentimos hacia otras personas nos indica la calidad de
nuestra consciencia y de nuestro amor. Mientras no amemos a todos los seres
humanos como a nuestros propios hijos no habremos entendido el amor en su
verdadera importancia. Decimos con toda la naturalidad del mundo cuando nos
referimos a nuestros seres queridos: “mi Borja” o “mi Albert”, pero no son
nuestros y, además, abrimos una brecha entre ellos y el resto de la
humanidad. Es preciso sentirlos y nombrarlos como “Borja” o como “Albert”.
La persona que es espiritual no ama porque quiera dar algo, ni porque
alguien lo necesite o lo merezca, sino porque su corazón sabe únicamente
hacer eso, amar. Si nuestro corazón sólo sabe amar dará amor en todas las
circunstancias, ocurra lo que ocurra.
Al igual que el árbol, la rosa o el sol, el amor da sin pedir nada a cambio,
es gratuito. Hay hombres que no aman a su mujer sino al beneficio económico
que le aportan. Hay personas a quienes esto les escandaliza, pero nuestro
amor no se diferencia nada del amor de ese hombre cuando buscamos la
compañía de quienes nos resultan emocionalmente gratificantes y evitamos la
de aquellos que no nos lo parecen. Tampoco se diferencia mucho nuestro
“amor” cuando nos sentimos positivamente inclinados hacia quienes nos dan lo
que deseamos y responden a nuestras expectativas, mientras abrigamos
sentimientos negativos o mera indiferencia hacia quienes no son como
esperamos.
No se deben ver las personas como “malas” o “injustas”, sino como
inconscientes e ignorantes. Los seres humanos no podemos obrar
inadecuadamente conscientemente, nadie puede hacer el mal a consciencia.
Quien obra de manera inapropiada y hace daño actúa así porque no sabe lo que
hace.
No tenemos que preocuparnos por saber si la persona que amamos nos ama
también. El amor verdadero no tiene objeto, sino que es un estado interior
de consciencia que permite surgir de nuestro pecho una corriente de amor que
vuelve a nosotros después de haber pasado por la Creación. Esto significa un
regalo para nosotros mimos pues, a parte del bienestar que produce, vemos
que en realidad somos uno con la Vida y que no estamos separados de la
totalidad de la Creación. El amor une a todos los seres, es el factor de
cohesión de la existencia.
Pero no es fácil amar, y más difícil es perdonar a los enemigos. Si fueran
fáciles de realizar quizás no estaríamos reflexionando sobre ello. Además de
ser una tarea difícil, nosotros mismos entorpecemos la labor al creernos con
el conocimiento y con las fuerzas necesarias para poder amar. Muy pocas
personas, desde el conocimiento de su limitación e incapacidad, oran
pidiendo la sabiduría y la fortaleza que necesitan para amar a su prójimo.
Esto nos debe servir de advertencia, pues pocos podemos declararnos
inocentes de este tipo de engreimiento.
La relación con una persona de trato difícil ofrece una oportunidad
inmejorable para ejercitar el amor. En todos los momentos de nuestra vida
tenemos que ser concientes y obrar adecuadamente, también entonces. La
mayoría de nosotros conoce a alguien difícil de amar, y es preciso sentirnos
agradecidos por ello. Desde el recuerdo es fácil sentirse agradecidos, pero
cuando nos enfrentamos con esa persona todos nuestros aspectos negativos,
como la aversión, el odio o la ira, surgen. Un buen momento para ser
espirituales también es este, cuando surgen las emociones negativas.
Es una verdadera lástima tener una oportunidad así y no hacer uso de ella.
Con todas las personas es necesario que seamos espirituales, no importa
quién sea, lo que crea, lo que diga o lo que haga. Lo único importante es
ser del todo conscientes y obrar con ellas de manera adecuada. Si así lo
hacemos estaremos dando todos un paso hacia la Luz. |
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