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Parsifal y el grial.
Formular las preguntas correctas

LA HISTORIA DEL GRIAL RESUME LOS MITOS E IMÁGENES DE VARIAS CULTURAS DIFERENTES (LA CELTA TEUTÓNICA Y "LA FRANCESA MEDIEVAL) EN UN RELATO DINÁMICO DE DESCUBRIMIENTO, PÉRDIDA, LUCHA, COMPASIÓN Y REDENCIÓN. EL GRIAL HA SIDO INTERPRETADO DE MUY DIVERSAS FORMAS, DESDE UNA IMAGEN PAGANA DE FERTILIDAD, HASTA UN SÍMBOLO CRISTIANO DE REDENCIÓN ESPIRITUAL. EN TODAS SUS FORMAS, EL CIRIAL ES UN SÍMBOLO DEL SIGNIFICADO PROFUNDO DE LA VIDA.

EN ESTE MITO ENCONTRAMOS A PARSIFAL COMO UN JOVEN EN BUSCA DE SIGNIFICADO, AUNQUE LA BÚSQUEDA SEA INCONSCIENTE Y EL DESCUBRIMIENTO LE SALGA DESASTROSO.

VEMOS AQUÍ LA DIFICULTAD DE ENCONTRAR ALGO CUANDO NO SABEMOS EN REALIDAD LO QUE ESTAMOS BUSCANDO.

 

***


Cuando Parsifal era niño, su madre le impidió conocer el mundo. Su padre había muerto en batalla antes de que él naciera, y a su madre no le quedaba nadie, nada más que el joven, y estaba determinada a no perderlo. Lo mantuvo escondido en lo profundo del bosque y le impidió que conociera el derecho que tenía por nacimiento a ser un caballero como su padre ante la corte del Rey Arturo.

Pero la madre de Parsifal sí le habló de Dios, asegurándole que el amor divino ayuda a todos los que viven en la tierra. Por eso, cuando cierto día se encontró con un caballero apuesto y amable que había sido perseguido hasta lo más espeso del bosque, Parsifal no pudo por menos que suponer que aquella criatura era el mismo Dios.

Aunque el joven quedó oportunamente desilusionado, el encuentro con el caballero despertó su instinto natural de perseguir su propio destino y rogó a su madre que le dejara ir con él por el mundo. Su madre, por fin, le dio su consentimiento y Parsifal partió vestido con ropaje de bufón. Su madre tenía la esperanza de que este atuendo le atrajera tal mofa que el joven se vería obligado a regresar pronto a su lado. Pero Parsifal perseveró en su búsqueda a pesar de las burlas que le acompañaron y, llegado el momento, arribó al castillo de Gurnemanz.

Este noble estaba preparado para actuar como mentor de los jóvenes y le enseñó las normas de caballería. A Parsifal le cambiaron sus ropas y sus maneras de bufón por otras más adecuadas, y Gurnemanz instruyó al joven en la cortesía y, lo que quizá era más importante, en la moral que se encuentra tras la cortesía. "Nunca pierdas tu sentido de la vergüenza" le dijo Gurnemanz al bisoño caballero, "y no importunes a los demás con preguntas tontas. Acuérdate siempre de mostrar compasión por los que sufren". Aunque Parsifal memorizó cuidadosamente estas bellas palabras, sin embargo, no las comprendió del todo. Aprendió sus formas externas, pero no su significado interno.

A su debido tiempo, los viajes de Parsifal lo llevaron a una tierra lejana en la que el campo estaba desolado y estéril. En medio de esta Tierra yerma se hallaba un castillo donde, por primera vez, se enfrentó con una verdadera prueba de virilidad. Sin embargo, se trataba de una tarea para la que todavía no estaba preparado. En el castillo había un rey enfermo, retorciéndose de dolor en su lecho. Se trataba del Rey del Grial, quien había transgredido las leyes de la comunidad del Grial por perseguir el amor terreno sin permiso. Como castigo, estaría herido en la ingle hasta que un caballero desconocido formulara dos preguntas. "Señor, ¿qué mal te aflige?". Esa sería la primera pregunta del caballero al rey enfermo.

Había también muchas maravillas en el castillo, y el Grial mismo se podía aparecer a los que llegaran del mundo exterior. Pero el rey no podía curarse hasta que el desconocido caballero le preguntara: "Señor, ¿a quién sirve el Grial?". En estas dos preguntas estaba la redención, no sólo del rey enfermo, sino también de la Tierra Yerma.

Pero cuando Parsifal vio al rey enfermo en su cama, sólo se acordó de la forma externa del consejo de Gurnemanz: que la curiosidad era una descortesía y que no debía importunar con preguntas tontas. Se olvidó de mostrar compasión a los que sufren. De modo que no dijo nada. Y cuando apareció el Grial acompañado por los dulces sonidos de una música celestial, llevado en procesión lenta por los Caballeros del Grial, escoltado por doncellas y rodeado por un haz de luz divina, el joven caballero se quedó mirando y mirando, pero apretó los labios, porque temía pasar por tonto. De modo que no dijo nada.

Entonces se produjo el gran estallido de un trueno y el castillo desapareció. Se oyó entonces una voz que decía: "Joven necio. No has hecho las preguntas que debías. Si las hubieras formulado, el rey se habría curado, sus miembros volverían a estar fuertes y toda la tierra se habría recuperado. Ahora vagarás por la espesura durante muchos años hasta que hayas aprendido lo que es la compasión". Y Parsifal, dándose cuenta demasiado tarde de la torpeza que había cometido, se adentró cabalgando en la espesura, en un frío y gris amanecer, determinado a que un día obtendría nuevamente el derecho a ser honrado con la visión del Grial.

 


COMENTARIO

Parsifal podría ser cualquier joven que se inicia en la vida. En su crianza y carácter podemos percibir ecos de la historia de Peredur, otro mito con raíces en la misma tradición celta. La madre de Parsifal está ansiosa, porque sabe que la vida no siempre resulta dulce. También está muy afectada por su propia pérdida. En lugar de hablar con Parsifal de los retos, tribulaciones y recompensas que le aguardan en la vida, se empeña con firmeza en que no le lleguen ni las tristezas ni los gozos. Muchos padres prefieren no atormentar a sus hijos con verdades inquietantes sobre la vida y tratan de pasar por alto los aspectos más desafiantes.

Puede muy bien suceder que no quieran reconocer que su hijo podría interesarse por el sexo, las drogas o el alcohol, y no le proporcionen ninguna educación sobre esos temas, o bien les impongan ciertas normas sin ninguna explicación. Después se horrorizan al conocer la adicción de su hijo o el embarazo no deseado. Sin embargo, la Serpiente se acerca a todos de alguna forma, y Parsifal, al encontrarse en el bosque con el caballero, descubre que existe vida más allá del dominio protegido de su madre.

Parsifal está preparado para recibir las enseñanzas de Gurnemanz, y este es un tema familiar de la adolescencia. En ella buscamos modelos fuera de la familia que nos puedan servir de ayuda para separarnos de la matriz familiar y formar una individualidad propia. Pero Parsifal se limita a decir lo que le ha dicho Gurnemanz. Es muy joven e inexperto todavía para comprender el significado de la enseñanza que le proporcionaba aquella persona mayor. Esto se debe., en parte, a que su madre no le ha proporcionado ninguna base, sólida en la que las palabras de Gurnemanz puedan echar raíces.

El conocimiento que adquirimos en la juventud y en la madurez temprana puede contribuir a construir una sólida personalidad sólo si el suelo es fértil y ha sido preparado primero por unos padres que estén sinceramente dispuestos a compartir su propia experiencia con honestidad. Por eso, Parsifal parte del castillo de Gurnemanz con información, pero no con sabiduría. Conoce las reglas de conducta, pero no tiene la menor comprensión de su significado o propósito. Todavía no ha sufrido penurias ni pérdidas y no ha pasado por ninguna lección dura de la cual hubiera aprendido la compasión. Por lo tanto, cuando se encara con un hombre agonizante retorciéndose de dolor, todo lo que es capaz de pensar es en no pasar por tonto.

Y cuando se le presenta una visión del Grial, lo único que hace es morderse la lengua para evitar decir algo que pudiera sonar estúpido. En otras palabras, está preocupado por la imagen que pueda dar ante los demás y, por lo tanto, es incapaz de responder a las situaciones actuales que experimenta. Por eso deja de formular las preguntas importantes y es expulsado, quedándose sólo con su fracaso y una incipiente determinación de redimirse algún día por lo que ha perdido.

Las dos preguntas que Parsifal deja de hacer son profundamente simbólicas y llenas de significada. Ellas nos hablan de la clase de actitudes que necesitamos llevar a medida que nos movemos por la vida. También nos muestran la clase de preguntas que necesitamos realizar para alentar a nuestros hijos a preguntar y prepararlos para la vida.

"Señor, ¿qué mal te aflige?" es la pregunta que Parsifal debe dirigir al rey enfermo; y en ella se encuentra un interés sincero y una compasión hacia los demás. Detrás de todas las acciones y condiciones humanas subyacen razones que pueden ser muy diferentes de lo que en apariencia percibimos. Y al cuestionarlas puede que descubramos que mucho de lo que llamamos malo o inaceptable es producto de la debilidad y de la ignorancia humanas, no de la maldad o inferioridad. Cuanto menos sabemos, cuanto menos comprendemos más juzgamos a los demás, simpre injusta y equivocadamente, porque no comprendemos cómo han llegado a ser como son. Ni tampoco comprendemos nuestras dificultades hasta que no podemos preguntarnos qué hemos hecho para llegar hasta allí; el cuestionamiento es uno de los grandes caminos de la compasión. Cuando nos hallamos ante el infortunio humano no es apropiado sentirse moralmente superior y virtuoso. Debemos saber que, en las mismas circunstancias, podríamos ser capaces de muchas de las acciones por las que condenamos a los demás.

La segunda pregunta es: "¿A quién sirve el Grial?". Esta pregunta ha dejado perplejos y ha intrigado a los eruditos desde que se escribieron las primeras historias del Grial. Cuando nos sucede algún tipo de buena fortuna (ya sea el éxito, el don de una relación amorosa o una experiencia espiritual de gran valor y peso) es necesario que nos preguntemos a qué propósito elevado sirve esta buena fortuna.

Esta es, en efecto, una actitud espiritual, que nunca está limitada a ninguna doctrina o convicción religiosa específica. Es un modo de ver la vida en el que percibimos un profundo propósito. Cuando la vida nos ofrece recompensas gratuitas, debemos mirar más allá de nuestra autosatisfacción y preguntarnos a qué clase de propósito sirve ese don. No hay que olvidar que, en demasiadas ocasiones, lo que aparentemente nos produce felicidad y placer es algo que nos aparta del camino espiritual, del sendero que nos acerca a la Luz. Este cuestionamiento, esa reflexión transforma cualquier experiencia vital en algo pleno de significado, que nos aleja de las garras al ego y nos permite obrar apropiadamente

Esta actitud santifica la vida (la palabra "santificar" viene de la raíz latina que significa «hacer santo o sagrado") y, al formular esta pregunta tan fundamental, ampliamos nuestra visión y conectamos con un conocimiento mayor y más profundo. Esto es en lo que Parsifal, el joven torpe, fracasa. Y eso es en lo que con frecuencia todos fallamos en la juventud, especialmente si no nos dan formación o instrucción sobre esas actitudes cuando somos niños.

Parsifal tiene que deambular por los bosqties durante muchos años hasta que, a través del sufrimiento, aprende lo que es la compasión y la humildad. Éstas le permiten encontrar otra vez el castillo y hacer las preguntas que tenía que haber hecho muchos años antes. Puede que nosotros también necesitemos vagar durante largo tiempo hasta que aprendamos estas lecciones. Pero, quizá, con un poco más de sabiduría (como padres o como jóvenes que comienzan su aventura por la vida) puede que seamos capaces de hacer que ese tiempo se haga más corto y menos doloroso.

 

 

 

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