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PADRES E HIJOS
La vida familiar es la más fundamental de las experiencias vitales. A pesar
de la naturaleza de nuestro trasfondo, todos tenemos padres (presentes,
ausentes, queridos o aborrecidos) y la Madre tierra y el Padre cielo
constituyen los grandes símbolos míticos sobre el origen del mundo, así como
el de nuestros propios comienzos. Todos procedemos de alguna parte y, sea lo
que sea en lo que nos convirtamos a lo largo de la vida, no podemos deshacer
el pasado. No sólo heredamos patrones genéticos de nuestros ancestros
familiares, sino también patrones psicológicos, y las personas en que nos
convertimos son parcialmente de nuestra propia creación y en parte el legado
del pasado.
Los mitos no nos ofrecen soluciones fáciles a las dificultades familiares.
Más bien nos transmiten dinámicas familiares tal y como estas se presentan;
con todas sus alegrías, tristezas y complejidades. No obstante, existe un
poder misterioso y transformador subyacente en estas historias. Aunque los
arquetipos de la dinámica de la vida familiar son eternos, siempre es
posible el cambio y la curación, bien dentro de nosotros mismos o en
nuestras circunstancias externas.
El mito nos ofrece un vasto conglomerado de historias sobre la relación
padre-hijos. Desde las jocosas peleas de los dioses del Olimpo a los
trágicos destinos de las dinastías reales, la imaginación humana ha
encontrado siempre solaz e iluminación en crear relatos sobre madres, padres
e hijos, y el misterio de lo que nos une a todos por medio de
indestructibles hilos emocionales. No hay conflicto padre-hijo que no tenga,
una, contrapartida mítica y una solución que no se halle reflejada en las
narraciones míticas.

El
nacimiento es una experiencia humana universal. La Virgen, encinta del
Cristo por nacer, refleja una imagen arquetípica de serena expectación.
(Detalle de Madonna del Parto)
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