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TRAFICO DE ORGANOS
En
esta sociedad en la que todo se compra y se vende, se llega al extremo de
considerar a la propia persona como mercancía. Los transplantes de órganos
constituyen una nueva esperanza de vida para cientos de miles de personas
enfermas... y un lucrativo negocio para unos pocos. El tráfico ilegal de
órganos existe, lo mismo que el tráfico de drogas, y con frecuencia está
organizado por las mismas personas. Este tráfico es tan monstruoso o más que
el resto de los negocios que realizan las organizaciones criminales. En
muchas ocasiones se basa en la condena a muerte de personas vivas para
extraer de ellas los órganos que luego se venden con grandes beneficios.
El tráfico de
órganos sigue pasos similares al de la trata de blancas o la venta de niños
en adopción. Amparándose en poderes políticos y económicos, estos
traficantes de personas actúan con total libertad e impunidad. Éstos son
grupos organizados que consiguen órganos para enfermos pudientes. Estos
órganos se convierten en una mercancía que procede de seres humanos
dispuestos a vender sus riñones o de raptos de adultos y de menores que
luego hacen desaparecer.
En realidad,
la compraventa de parte del cuerpo humano a cambio de dinero u otra forma de
pago más sutil, tan sólo plantea unas diferencias de matiz -que no de fondo-
con lacras seculares de la humanidad como la esclavitud, la explotación
laboral o la explotación sexual en cualquiera de sus formas. Es más
sofisticado, sin duda, pero en el fondo tienen una base común: Quien tiene
poder o dinero puede acabar obteniendo de los que no lo tienen hasta lo más
íntimo para su provecho, su placer o para asegurar su salud. Como ocurre con
la droga o con el turismo sexual, hay pobres que venden fundamentalmente
porque hay gente rica que compra. No es ajeno a este panorama el hecho, no
por más repetido menos dramático, de que el 20% de la humanidad disponga del
80% de los recursos del planeta, y viceversa. La dialéctica Norte-Sur
condiciona inexorablemente todos los aspectos de la vida cotidiana en el
mundo, y éste de los trasplantes no podía ser menos.
Bajo el nombre
genérico de tráfico de órganos se agrupan una serie de hechos, perfectamente
demostrados y ampliamente extendidos por casi todo el mundo, como la
compraventa de riñones -y en un futuro cercano de fragmentos de hígado y de
pulmón- o situaciones aberrantes e igualmente probadas como la utilización
de órganos de las personas ejecutadas en China. Las ejecuciones de los
condenados a muerte abastecen en muchas ocasiones la demanda de trasplantes.
Mafia, policía y tribunales se ponen muchas veces de acuerdo para que
coincidan las ejecuciones con las operaciones previstas.
Muchos de los
órganos se subastan por Internet. Se venden pulmones, riñones y córneas
junto con lo último en tecnología. No hay más que escribir las palabras
mágicas:
kidney for sale -riñón a la venta- en algún buscador para recibir
numerosas ofertas. La principal sospecha reside en que algunos de esos
órganos son vitales y sólo pueden ser extraídos de una persona clínicamente
muerta. La oferta de partes del cuerpo sobre cuya disposición es imposible
hacer previsiones -los hospitales no pueden saber cuándo llegará un donante-
ha reforzado el convencimiento de que en realidad se están utilizando los
órganos de personas raptadas o que venden sus propios órganos o bien que se
trata de reclusos condenados a muerte.
La demanda de
órganos es mucho más alta que la oferta legal, a pesar de que las donaciones
van aumentando. Además, el principio lógico de toda donación, la
solidaridad, empieza a cambiarse por la mezquindad: las personas donan
órganos a cambio de dinero. Muchos se enriquecen con los órganos humanos
extraídos a los más pobres y desesperados, sobre todo míseros niños sin
nombre a los que luego se liquida, incluso antes de que despierten de la
anestesia. Los niños de la calle son la reserva de la mafia de órganos
humanos. Son muchos los niños que desaparecen de repente, sobre todo los
discapacitados. Basta con un bocadillo para que gente sin escrúpulos logre
la confianza de un niño discapacitado. Muy pronto éste se encuentra entre
falsos padres adoptivos, con pasaporte falso y camino de otros países.
Por ejemplo,
en Nicaragua desaparecen cada año 400 niños: la verdadera razón oficialmente
se desconoce, pero las organizaciones sociales internacionales que velan por
la infancia sospechan de estos mercaderes de la muerte. En Brasil, por
ejemplo, se encuentran cada día de media dos cadáveres de niños con los
órganos extraídos. En ocasiones, los niños son secuestrados y aparecen
posteriormente vivos pero sin algún órgano, con cicatrices indicativas de
operaciones de extracción, ciegos por la extirpación de las córneas...y con
una remuneración en sus bolsillos cercana a los 10 dólares. Muchas veces son
los propios niños los que acceden a ser objeto de estas atrocidades debido a
su mala situación social, a su carestía de alimentos y a su paupérrima
economía.
Investigar
estos casos es complejo, porque no hay denuncias específicas de sus
familiares, puesto que generalmente se trata de familias muy pobres que
desconocen la justicia, y porque se requiere peritajes médicos costosos que
no siempre se llevan a cabo con profesionalidad. Resulta extremadamente
complicado descubrir estas redes mafiosas. Un órgano vital sólo puede estar
fuera del cuerpo de una persona durante 6 horas. Desde que se localiza a una
persona afectada, se define la causa del suceso y la policía comienza su
investigación, el órgano ha sido transplantado y su nuevo usuario puede
encontrarse en el otro extremo del mundo.
Se han
detenido a muy pocos implicados en estas tramas, pero es obvio que en sus
filas hay policías y ex-policías capaces de parar cualquier investigación,
traficantes de drogas con oscuros contactos y médicos que pueden realizar
complicadas operaciones de cirugía en sólo unas horas a cambio de pingües
beneficios.
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