Oliendo
las flores en un jardín de cemento.
Para sobrevivir en
esta vida, no sólo físicamente sino también con nuestras emociones y
corazones totalmente abiertos, debemos darnos cuenta de que la vida no
consiste en las rebajas de lencería para el hogar de los grandes almacenes o
en el último modelo de coche. Y tampoco en el último chisme sobre quién hizo
qué a quién. La vida consiste en cuidar los unos de los otros, a veces
sacrificando nuestra propia comodidad. Necesitamos trabajar juntos. La vida
consiste en compartir y cuidar, en dar incondicionalmente. Como seres
humanos, somos responsables de nuestra sociedad, de los niños y los adultos,
de los seres humanos y los animales.
La sociedad ha
quedado atrapada en el materialismo, que en el gran esquema de la vida no
significa gran cosa. Tal vez usted se haya comprado el coche más caro del
mercado y se sienta orgulloso de ello. Es estupendo que tenga el éxito
necesario como para permitirse ese lujo, pero ¿y qué? Cuando se muera, ¿se
lo podrá llevar consigo? ¿En verdad se siente interiormente más feliz por
ser dueño de ese coche? ¿Hace que los miembros de su familia sean más
felices, aparte de que pueden ir a todas partes con mayor comodidad?
¿Poseerlo ayuda a sus hijos a entender y practicar la compasión con los
demás?
Obviamente, no hay
nada malo en desear una vida mejor. Sin embargo, hemos quedado atrapados y
nos hemos perdido en nuestras zonas de consuelo. La comodidad se ha
convertido en un modo de vida. Tal vez estamos cansados de luchar y sólo
queremos relajarnos, pero a veces eso puede conducir a no vivir en absoluto.
Tenemos que huir de esa manera de pensar. Debemos detener el síndrome: "¿Por
qué he de ayudar a los demás si a mí nadie me ayuda?".
En ningún otro
momento de la historia ha habido tantas personas acudiendo a terapias en
busca de ese huidizo "algo" que echan de menos en sus vidas. Ese algo
perdido que en la sociedad actual nos elude a la mayoría de nosotros es
estar en contacto con nosotros mismos. Presionados por los medios de
comunicación, hemos aprendido a definirnos por lo que parecemos y por cuánto
y qué tipo de cosas tenemos. Ese punto de vista materialista evolucionó
lentamente, hasta que en el siglo pasado se aceleró de un modo vertiginoso.
En lo más profundo,
creo que todos nos damos cuenta de que el dinero y las posesiones materiales
no pueden darnos la felicidad. Pero hemos vivido bajo el influjo de los
falsos valores durante tanto tiempo que hemos olvidado lo que somos. Nos
hemos convertido en una sociedad que vive para la satisfacción inmediata.
La gente de las
generaciones anteriores, nuestros abuelos y bisabuelos, también querían una
vida mejor. Así que muchos emigraron a otras regiones y otros países y,
trabajaron duro, lograron tener un techo sobre sus cabezas y un empleo
estable que hiciese su vida un poco más fácil. La gente solía trabajar la
tierra, plantando y cosechando. Vivía de la tierra. No creía que el polvo y
las hojas secas fuesen una molestia.
Cada generación ha
intentado hacer las cosas mejor que la anterior. Sin embargo, la gente ha
quedado atrapada en el materialismo y se ha hecho ambiciosa. "Una casa de
tres habitaciones era suficiente para mis padres, pero yo quiero una de
cinco habitaciones", dice uno. "Necesitamos la versión de lujo, con el
interior tapizado en cuero, para poder ir al trabajo con más comodidad, para
poder ganar más dinero, para poder comprar más cosas, para poder vivir más
cómodamente", piensa otro, pero a la hora de expresar esta idea en pocas
palabras simplemente se dice: "Necesitamos un coche nuevo".
No hay nada malo en
poseer cosas materiales, siempre que se cumpla el ciclo equilibrado de dar y
recibir. La ley del karma reza así: recibes algo y das algo. Muchas personas
se han transformado en individuos que sólo reciben. Poco a poco nos estamos
dando cuenta de que las propiedades que poseemos y el aspecto que tenemos no
son suficientes para satisfacernos. Hemos olvidado que se supone que debemos
vivir juntos en este planeta como una comunidad y no sólo como individuos
aislados. Pero por supuesto, aparentamos ser felices. Sonreímos en público y
simulamos que nuestra vida es perfecta.
Ahora bien, yo
pregunto: ¿si la vida es tan perfecta para usted y para mí, con todos
nuestros rápidos y fáciles lujos, por qué nos sentimos tan vacíos? Muchas
personas reaccionan a "Estoy aburrido" o "Estoy enfadado" o "Estoy triste"
con el pensamiento "Quizás si voy de compras me sentiré mejor". Ciertamente
se sentirán más felices, por un breve tiempo, pero luego ¿qué? Comenzarán a
sentir otra vez ese vacío, volverán a salir, nuevamente a comprar.
Nos hemos apartado
mucho del sentido por el que estamos aquí. Estamos aquí para trabajar juntos
y llevar una vida mejor como comunidad y no sólo como individuos aislados.
Hemos quedado atrapados en la red de una cultura materialista.
Ser conscientes de
nuestra alma significa ir en contra de los valores del mundo moderno.
Desgraciadamente, antes de ocuparse de las necesidades del alma, la mayor
parte de la gente espera a tener un infarto o una úlcera de estómago o a que
su pareja le abandone o tenga lugar algún acontecimiento que trastorne su
vida. Como seres humanos muchos hemos olvidado cómo jugar y simplemente ser.
Todos los problemas que la vida adulta trae consigo -conservar el empleo,
pagar facturas- acaban ampliándose y ocupando nuestra vida entera. Ya no hay
muchos momentos para experimentar nuestras almas. Los niños experimentan sus
almas a diario. Se puede notar en sus risas.
La pérdida del alma
nos crea un vacío, y llenamos ese vacío viendo la televisión o trabajando
más horas. Una decisión y compromiso para volver a conectar con nuestra alma
es lo mismo que un cambio para mejor, ya sea dejar de fumar o empezar a
comer de una manera más sana.
Desé cuenta de lo
carente que está su vida de fuentes de placer, belleza y creatividad.
Encuentre las partes silenciosas de sí mismo. Pregúntese qué le producía
placer cuando era niño, aquello que hace años que no ha hecho. ¿Dibujar? ¿La
jardinería? ¿La pesca? Cuando recobre o descubra algo que alimenta el alma y
produce alegría, quiérase lo bastante como para dejarle sitio en su vida.
Todos hemos buscado
fuera de nosotros mismos cosas que nos hiciesen felices, que nos animases
cuando estábamos decaídos, pero la felicidad procede de nuestro interior.
Para poner coto a las depresiones y llenar el vacío lo que necesitamos es
trabajar nuestro interior. Nos ocurren cosas, claro está, pero es cómo
reaccionamos a esas cosas lo que determina el nivel de felicidad de
nuestro interior y del mundo que nos rodea. Somos libres para elegir
soluciones a nuestros problemas. Nuestros problemas no son nosotros. No
debemos tomarlos como algo personal. Lo que buscamos es la paz interior.
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