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El nuevo militarismo
El
ejército, que es uno de los pilares que sostiene al Poder, está
desarrollando, al igual que el Estado, un cambio de imagen de cara a una
sociedad “democrática”. Aún así, sus estructuras, su ética y su función es
la misma que en la más dura de las dictaduras. Actualmente desarrolla una
estrategia para militarizar la sociedad; a pesar de dejar a un lado en
algunos países el tiempo de secuestro que representa el servicio militar
obligatorio. Ahora el ejército se acerca a instituciones educativas como
escuelas, colegios, universidades, etc., presentándose ante la sociedad como
guardián de la libertad y de la justicia. Algo que es completamente falso.
El nuevo militarismo está subordinado al nuevo orden mundial.
Estructuras militares como la OTAN hacen que los
ejércitos estatales pierdan sus características y objetivos tradicionales
–como defensa de las fronteras y de la soberanía nacional, mantenimiento del
orden estatal, etc.- cambiándolos por la defensa de una paz mundial. Una paz
mundial que se basa en el miedo y en el tremendo poder armamentístico que
tiene la OTAN o países como Estados Unidos. Éstos pueden transgredir
soberanías nacionales, participar en la resolución de conflictos civiles e,
incluso, operar por encima o en contra de los mandatos de la ONU, donde
supuestamente los Estados que existen en la Tierra se ponen de acuerdo y
actúan unánimemente.
Nos
encontramos con ejércitos compuestos por individuos y elementos procedentes
de muchos países, que tienen un carácter global, y que intentarán disuadir o
aplastar cualquier tipo de disidencia que ataque directamente a los
intereses del Sistema. Actualmente, el capitalismo es transnacional y, por
ello, necesita un ejército que también esté por encima de las naciones, que
no defienda capitalismos nacionales sino que defienda un capitalismo sin
fronteras. Por ello, solamente actuará cuando el Sistema que tiene
implantado el Poder en este planeta se vea contrariado o atacado por alguna
otra fuerza.
Otra de las bazas que está utilizando el ejército para
mantener su imagen democrática es la “ayuda humanitaria”, que sólo sirve de
máscara para invadir territorios de manera encubierta, ahogar rebeliones en
defensa de unos supuestos derechos humanos y… abrir nuevos mercados.
En el caso de los ejércitos europeos se puede apreciar
que se está optando por la vía de la profesionalización. Con ello, eliminan
el reclutamiento forzoso y se presenta al militar como un trabajador más. De
esta manera es más difícil la crítica y la labor contra los valores
militares, puesto que la sociedad está recibiendo intensamente propaganda
con el binomio ejército = trabajo.
Se observa también que, a pesar de la propaganda
institucional, las promesas de “trabajo”, la “democratización” del ejército
y la supuesta conversión del soldado violento en pacificador, la inmensa
mayoría de las personas con posibilidad de entrar en las instituciones
militares desechan esta opción. Vemos que se convocan plazas y ni siquiera
se presentan personas para cubrirlas. Las pruebas necesarias para ingresar
en el Ejército están siendo reducidas a un simple papeleo. Y lo peor de
todo, se busca en los estratos sociales más bajos la carne de cañón que
nutrirá a los ejércitos. En sus filas ingresan, mayoritariamente, las
personas que más sufren la explotación económica y la marginación. Sobre
todo inmigrantes que vienen de otros lugares más pobres y que, muchas veces,
se alistan para conseguir la nacionalidad.
A pesar de todos los cambios que dicen haber realizado,
los ejércitos siguen invadiendo, torturando, asesinando y manteniendo las
estructuras del Poder. Las guerras siguen siendo creadas por los ricos,
mientras los pobres y desheredados son enviados a “solucionarlas”.

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