LA MENTIRA EN LA SOCIEDAD. REFLEXIONES
En este espacio para la reflexión de la
Página de la vida hemos hablado de la verdad y la libertad. La conexión
entre ambas me parece cada vez más evidente: la una depende de la otra,
y la falta de una pone en peligro la otra. La certeza de que la causa
más profunda de los males que padece la humanidad es la mentira, que hay
que distinguir pulcramente del error, inevitable en muchas ocasiones,
siempre superable y salvable.
La tendencia dominante en la actualidad a
la impunidad en todos los aspectos adquiere particular gravedad cuando
se trata de la mentira gubernamental. El influjo de la mentira cuando
está potenciada por la organización y los “medios de confusión” es
enorme, y rara vez hay reacción contra ella. ¿Se puede llamar
“decretazo” a lo que no es un decreto?, ¿se puede llamar “acto de
bondad” a la ley de un Presidente de los Estados Unidos que “alarga la
vida de los muertos y adelanta la muerte de los vivos?, ¿se puede llamar
“legítimo” que la mayor parte de los bancos y algunas cajas compartan
centros y actividades sociales con delegaciones en las Islas Caimán?
Cada día, en los periódicos, en los coloquios, en los programas de radio
o televisión, se pueden contar mentiras evidentes, flagrante, a las
cuales no se pone coto ni rectificación.
Esta impunidad es particularmente grave.
Las mentiras se van acumulando; en algunos países se depositan unas
sobre otras durante años, y perturban su realidad de manera que resulta
insuperable. Y ocurre que la mentira es fácil de descubrir y mostrar.
Basta con enfrentarla con la verdad, con decir lo que ha ocurrido y
ocurre, con ver la tergiversación o la ocultación de la verdad. Si cada
mentira tuviera la respuesta fácil y elemental de su confrontación con
los hechos, quedaría inmediatamente desvirtuada, sería inoperante y nada
peligrosa. Pero esto no se hace sino muy excepcionalmente.
Uno de los valores más confusos dentro del
mundo y la espiritualidad, es la verdad...
¿En qué lugar del mundo reside la verdad?
La buscamos en nuestra familia, en los amigos, en las religiones, en
nuestra vocación. Y no logramos encontrarla.
El mundo en el que vivimos, es un círculo
viciado de la verdad, la oculta, la disfraza... la mata.
A fin de cuentas, eso nos enseñan y eso
aprendemos.
La verdad no tiene un sitio especial para
vivir, no es exclusiva del cielo, ni de las sagradas escrituras. Si
quieres buscarla, encontrarla y vivir dentro de ella, solo tienes que
asomarte a tu corazón. Ahí se encuentra la verdad... tú verdad.
La verdad al contrario de la mentira, no se
puede generalizar porque es parte de cada corazón, de cada ser. Cada
persona es un ser único, por lo tanto guarda un mundo diferente y una
verdad diferente.
Desde que nacemos, vivimos en una lucha
constante contra nuestra verdad. Nos acostumbramos a buscar la
aceptación y el amor de la gente igualando nuestros pensamientos y
creencias con la de los demás, adoptando sus formas de dirigirse y de
actuar aunque esto signifique ahogar tanto la voz de nuestro corazón que
termine siendo inaudible ante nuestros propios oídos,
ocultándonos a nosotros mismos nuestra propia
verdad, nuestra razón de vivir, y nuestra propia identidad.
Entonces nos olvidamos de vivir nuestra
vida y empezamos a vivir como quieren los demás que vivamos, nuestra
vida se convierte en un continuo suicidio, en una alarma silenciosa, que
nos indica que caminamos con un cuerpo físico vivo, pero con el alma
muerta.