La experiencia y la observación nos enseñan que, en cada momento de nuestra
existencia, estamos focalizando nuestra atención en un punto o puntos
determinados, y, según sean estos puntos, nuestra capacidad perceptiva y
nuestra capacidad reactiva serán unas determinadas, y no otras.
En nuestra mente se pueden
distinguir una zona periférica o externa, una zona media o intermedia y una
zona axial o eje. Cuando la mente está focalizada en la zona externa,
vivimos la importancia de lo exterior, percibimos ese exterior como real, y
tendemos a vivirnos y a valorarnos en función de él. Es decir, reaccionamos
de acuerdo con esa exigencia de lo exterior. Por otra parte, dentro de lo
que es zona externa podemos funcionar desde un plano mental, o bien desde
uno vegetativo u otro afectivo.
Cuando la mente está situada
en la zona media o interna, lo que vivimos son los estados subjetivos:
emociones, sufrimientos, reflexiones, impulsos; entonces experimentamos
estados interiores en general. En este momento, las cosas exteriores las
vivimos sólo en función de lo interior. Es éste el que tiene primacía, el
que para nosotros es más importante, más real. E interpretamos lo exterior
en función de lo que vivimos interiormente. También aquí encontramos el
nivel mental, el afectivo, y el vital/vegetativo.
Esto significa que si
funcionamos principalmente a través de nuestra zona externa viviremos la
preocupación constante de cuál es nuestro papel en el mundo, nuestro valor,
nuestra cotización, cómo hemos de actuar para mejorar esta valoración, o
para conservarla. Por lo tanto todo nuestro mundo girará alrededor de lo
exterior. Aquí predominará el aspecto representativo, el aspecto forma,
tanto en su vertiente concreta, o imagen, como en su vertiente más
abstracta, o idea.
Por el contrario, cuando
predomina el aspecto subjetivo, esto significa que nuestros problemas
residen fundamentalmente en nuestros estados interiores. Podemos sentir una
angustia, un malestar, una tristeza, una desgana, una hostilidad; y esto que
sentimos en nuestro interior es algo que nos separa del mundo, que nos
impide ajustarnos, expresarnos con espontaneidad, integrarnos con las demás
personas, sentirnos unidos a ellas.
Estamos viviendo en un mundo
puramente subjetivo, que, la mayor parte de las veces, adquiere un carácter
negativo. Aquí, la persona, aunque realice grandes esfuerzos, como está
enquistada en esta zona media, carece de la capacidad de integración, de
espontaneidad, de ajuste completo con su mundo/ambiente. Por tanto, aquí es
donde residen principalmente los problemas del carácter y de la
personalidad.
En la zona exterior existen
también problemas, pero no hacen sufrir tanto a la persona. Los problemas en
la zona externa serán problemas de una conducta quizás poco ajustada, poco
adecuada a las circunstancias, pero la persona, respecto a eso, sentirá
solamente que no acaba de encajar con la situación y que necesita hacer otra
cosa. Éste es el caso de aquellas personas que viven con el deseo de
alcanzar algo, y están totalmente proyectadas hacia este deseo. Cuando se
encuentran con que no logran lo que buscan, esto, en lugar de crearles un
conflicto interior, lo que hace es estimularles para emprender otras
gestiones, realizar más trabajo, ofrecer más dedicación. Pero no viven lo
que propiamente podemos llamar un estado de angustia interior. En cambio,
cuando la persona vive el problema desde su zona media, todo resulta
angustioso, porque todo se vive en función de la resonancia afectiva y de la
valoración de uno mismo y del mundo en cada momento.
Pero, más allá de estas dos
zonas, la externa y la interna, hay otra zona más profunda, a la que podemos
llamar la zona central, y que, al considerarla en todos sus niveles, podemos
denominar como un eje, un eje central. Cuando la persona es capaz de
funcionar centrada, es decir, sintonizada con esta zona central, da su justo
valor al aspecto exterior y el aspecto subjetivo. Vive ahora una nueva
realidad, una realidad que, ciertamente, está en relación con lo interno y
lo externo, pero que, al mismo tiempo, es por completo independiente de esas
realidades subjetiva y objetiva.
En .esta zona axial se vive
una consciencia de pura realidad, que tiene varias facetas según el plano
desde el cual se viva esta zona. En general, ese eje corresponde a una
consciencia de realidad, de energía, de potencia, de seguridad, de decisión
a una capacidad invencible de resistencia, a una consciencia del Ser, del
Ser puro, del Ser como realidad en sí misma, del Ser pura Energía, del Ser
pura positividad.
Cuando esto se manifiesta en
un plano mental, además de esto, se convierte en una claridad mental, en una
evidencia, en una visión intuitiva e instantánea, en una serenidad y en un
silencio. Cuando la persona toma contacto con este punto central en ese
nivel mental, es cuando se produce el verdadero silencio, un silencio que no
es impuesto, que no está reteniendo cosas, sino que es el silencio inherente
a esta zona de puro Ser, más allá de lo que ocurre en las zonas interna o
externa.
Cuando se vive en un plano más
abajo de la cabeza, en la zona de la espalda, tenemos entonces el amor. Pero
aquí el amor se vive como voluntad de amar, como energía, como algo que ya
está actualizado. Normalmente, nuestro amor siempre tiende hacia algo. Si se
vive en la zona externa, entonces consiste en lograr algo de alguien, o
respecto a alguien. Si se vive en la zona interna, se trata de conseguir
llegar a sentir o a ser de una manera determinada.
Pues bien, viviendo en el
mismo plano, pero desde el centro, se vive una conciencia de amor actual,
que ya es del todo, que ya está presente y de una manera plena. Es
decir, se vivencia una conciencia de actualidad con plenitud, por lo tanto,
con una auténtica felicidad; no una felicidad conformista o de refugio, sino
un estado interior pleno, una realidad que es por sí misma.
Si seguimos descendiendo por
ese eje, llegaremos a aquel nivel en donde se descubre la potencia, la
fuerza que nos hace vivir, donde descubrimos que nuestra vida tiene unas
raíces más allá de nuestra conciencia individual, que estamos nutridos por
una vida potente, inmensa y enorme. Vivir axialmente en este nivel vital da
una gran capacidad de recuperación orgánica y una enorme resistencia física.