Algo de ciencia.
-Búsqueda
(científica) del cuerpo astral
¿Sobrevive el
espíritu al cuerpo? Algunos investigadores han intentado dar una respuesta
experimental al problema. En el siglo pasado, el doctor Zaalberg van Zelst
de la Haya publicó un libro (se trataba de cinco gruesos volúmenes
ilustrados) que produjo cierta conmoción y con el cual creía haber
establecido ciertos hechos concernientes al cuerpo astral, o sea el doble
psíquico que abandona al individuo después de la muerte.
Los hechos
consignados por el doctor van Zelst eran el producto de sus experiencias de
laboratorio. Él afirmaba que el cuerpo astral es susceptible de comprimirse
y de expandirse. Daba incluso una precisión asombrosa: había logrado
pesarlo; decía, y se había encontrado con que pesaba 69,5 gramos.
Ahora bien, ¿se trata
sólo de una coincidencia?; eso concuerda con las experiencias realizadas por
el doctor Duncan Mac Dougall quien, por su lado, había constatado que en el
momento de la muerte el cuerpo pierde aproximadamente entre 62 y 78
gramos...
En estos últimos
años, el doctor R.A. Watters, siguiendo las direcciones del pensador
metafísico W. Carrington, se dedicó a otro tipo de experiencias. Carrington
se había quedado estupefacto ante los testimonios de algunas personas que
habían velado a un muerto y que contaban que una nube dejaba el cuerpo del
difunto a la altura de la cabeza. Algunas de ellas afirmaban también que esa
nube tomaba una forma corporal muy definida y que permanecía en posición
horizontal a una quincena de centímetros por encima del lecho.
Carrington quería
saber si una podía fotografiar a ese doble psíquico. Watters lo experimentó
con ratas, ranas y pollos. Fabricó las cámaras de Wilson de formas
especiales, las que se utilizan en física para poner en evidencia los
sucesos atómicos, y las llenó de vapor de agua o de aceite. Luego tomó las
fotos en el instante de la decapitación de los animales. Las fotos mostraron
una neblina que planeaba por encima del cuerpo del animal. Se le replicó a
Watters que sus resultados habían sido trucados. Durante siete años él se
dedicó con obstinación a llevar a cabo pruebas cada vez más ingeniosas y
terminó de todos modos por admitir que, si bien los curiosos fenómenos que
había obtenido eran totalmente reales, ellos no probaban que se tratara de
algo más que de un simple efecto físico: él no podía decir o dar la prueba
absoluta.
El profesor Negowski,
un académico soviético ha definido cuatro estadios en el proceso de la
muerte: la conmoción, el estado pre-agónico, la agonía y la muerte clínica.
El profesor Negowski
evidentemente ha establecido su clasificación sobre una base experimental.
Sus observaciones han sido hechas sobre perros a los cuales se les
seccionaba la arteria femoral. El primer estadio, o conmoción, comenzaba dos
o tres minutos después de la operación. En ese momento la sangre no llegaba
en cantidad suficiente al cerebro y las necesidades de éste en oxígeno y en
glucosa no eran satisfechas. Dos mecanismos de compensación se ponían
entonces a funcionar: los vasos se dilataban y drenaban sangre hasta
entonces guardada en reserva. Esos mecanismos comportaban un aumento
sensible de la cantidad de azúcar contenida en la sangre que irriga el
cerebro.
El segundo estadio,
estado pre-agónico, se produce cuando la glucosa es consumida con más
rapidez de lo que llega. Y al mismo tiempo, las ondas cerebrales se fijan en
sus secuencias más altas. Dicho de otro modo, en el estadio pre-agónico el
cerebro emite ritmos beta extremadamente rápidos y con tiempos de
interrupción durante los cuales aparecen los puntos de ondas alfa. Ahora
bien, como se ha constatado por otros medios, estas modificaciones son
exactamente las que se producen en el curso del estado fisiológico provocado
por la meditación trascendental de los yoguis.
El tercer estadio
es el de la agonía propiamente dicha. Y el cuarto, el de la muerte
clínica. Para los rusos la muerte clínica, o sea, la muerte "oficial", se
caracteriza por la detención completa y definitiva del cerebro. En este
caso la vida cesa, o más bien da lugar a lo que llamamos muerte, sin saber
muy bien de que se trata.
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