En marzo de 1981, la policía
italiana intenta detener a Gelli como implicado en la fuga de Sindona, pero
éste ha desaparecido de su villa residencial, donde encuentran los archivos
de la P-2. Entre sus 953 miembros descubren a muchas de las personalidades
más poderosas de Italia, como Andreotti y otros ex primeros ministros, 3
ministros en activo, 90 jueces, 43 parlamentarios, líderes de todos los
partidos a excepción del comunista, banqueros, propietarios y directores de
diarios, 183 oficiales de los tres ejércitos, incluido el comandante de las
Fuerzas Armadas y 2 directores de los servicios de inteligencia. La
estrategia de la tensión Cuando la prensa la descubre, se inicia una crisis
que culmina con la caída del gobierno de coalición encabezado por Foriani,
muchos de cuyos colaboradores eran miembros de la P-2. Como uno de los
acusadores explicará, la Logia P-2 «combinó política y negocios con la
intención de destruir el ordenamiento constitucional del país». Se refería a
las implicaciones de la P-2 en atentados terroristas que crearon en Italia
una estrategia de la tensión que la predispuso a varias tentativas de golpe
de Estado, en las que participó la Logia, a la par que fomentaba el temor de
diversas instancias a que los comunistas llegasen al poder, dentro de un
mare mágnum de extrañas relaciones que CIA, Mafia y Masonería mantuvieron en
Italia desde la Segunda Guerra Mundial y a las que no fueron ajenas altas
personalidades vaticanas. En julio, la hija de Gelli viaja a Italia sin
encubrir su identidad, siendo detenida en el aeropuerto y encontrándose en
un doble fondo de su equipaje una serie de documentos relativos a la P-2,
uno de los cuales es descrito como un informe secreto de la CIA falsificado
que se refería a intentos de subvertir a Europa occidental y a Italia en
particular. Resulta impensable que, tras haber sido sacados del país,
semejantes documentos se pongan al alcance de la policía, a no ser que tras
semejante maniobra se esconda una intención oculta. Ya el periodista P.
Hebbiethhwaite se había extrañado de que en los archivos de Gelli no hubiese
nombres de comunistas italianos ni de otros países, resultando complejo
entender cómo sin tales intermediarios había realizado buenos negocios con
países del Este y entablado amistad con el dictador Ceaucescu, sospechando
que tales nombres podrían haber sido eliminados por el propio Gelli que
habría dejado todo aquel material dispuesto para ser encontrado, en lugar de
haberlo destruido. Stephen Knight, un investigador imparcial que ha
denunciado la infiltración del KGB en la masonería británica, recuerda que
Gelli trabajó para la inteligencia soviética y sostiene que, la P-2 fue un
programa patrocinado por la KGB para desestabilizar Italia y llevar a los
comunistas al poder por primera vez en un país occidental. Esto explicaría
en su opinión por qué se encontraba entre sus archivos un documento en el
que se describe la estructura de¡ KGB, aunque no se pregunta por qué lo dejó
tras él, así como las motivaciones ocultas del escándalo de la P-2 y su
conexión con el atentado que sufrió Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981,
poco después de descubrirse los documentos de la Logia. Pero esa es otra
historia y las claves de todo el embrollo podrían encontrarse en otro nivel:
el de los oscuros designios de las fuerzas que rigen la extraña dialéctica
del ajedrez planetario, situándose «más allá del bien y del mal», como
veremos en otra ocasión. Un viaje sin retorno El 20 de ese mismo mes, Calvi
es detenido por la quiebra del Banco Ambrosiano, ejerciendo una enorme
presión sobre Marcinkus y Menini, directivos del IOR, para que acudan en su
ayuda, comunicando a su esposa y a su hija que las operaciones anómalas por
las que iban a procesarle habían sido realizadas en representación de esta
institución bancaria del Vaticano, según constaba en documentos guardados en
la Banca suiza del Gottardo.
Un año después de ser condenado y puesto en libertad bajo fianza, Calvi
vuela a Londres. Hay quien sospecha que busca ayuda en una Logia de Londres,
a la que decía pertenecer y a la que atribula poderosas influencias
financieras. Sea corno fuere, su cadáver es hallado colgado de un puente
londinense, con los bolsillos repletos de piedras. Un tribunal de Milán
sostendrá que fue asesinado, mientras su viuda asegura que «fue víctima de
feroces luchas vaticanas», y recuerda que, cuando Gelli llamaba a Calvi para
chantajearle y le preguntaban quien era, desde 1978 siempre respondía:
Lucíani, el apellido del Papa muerto ese año. Cuando Yallop intentó
entrevistarle por teléfono para su libro sobre la vida de Juan Pablo I,
Calvi le respondió malhumorado: «¿Quién te ha mandado contra mí? Yo siempre
pago. ¿De qué conoce a Gelli? ¿Cuánto quiere? No escriba ese libro. No me
vuelva a llamar nunca». Implicado en la quiebra del Ambrosiano, Gelli es
encarcelado en 1982 en una prisión de máxima seguridad, de la que escapa un
año después. En 1986 el Tribunal Supremo le implica en la brutal matanza de
Bolonia, llevada a cabo por elementos ultraderechistas con el conocimiento
de servicios de inteligencia controlados por él, y de la que intentó
culpabilizar a los servicios secretos búlgaros y soviéticos, como en el
atentado contra el Papa Wojtila. Extraditado por sus delitos financieros,
pasó una corta temporada en la cárcel, concediéndosela la libertad
provisional por motivos de salud. Un trabajo del Espíritu Santo Contrasta la
imagen que de Juan Pablo I se ha querido dar en ciertas esferas vaticanas
con la que de él ha retenido el pueblo llano. Un anónimo monseñor confiesa a
Cornweil: «El Espíritu Santo hizo un buen trabajo, librándonos de él antes
de que hiciera demasiado daño». Don Diego Lorenzi, uno de sus secretarios,
le confirma: «Les hubiera gustado cambiarle. No le merecíamos». «Ese Papa
consiguió un enorme afecto popular de la gente corriente -opina el padre
Farusi, director del informativo de Radio Vaticana-. Se le creía aún más
popular que a Juan XXIII, era incluso más santo, más humilde, más modesto,
más sencillo. Se pensaba de él que era un Papa santo, cercano a su gente».
Está claro que un Papa así tenía que resultar incómodo para muchos en un
ambiente que ha cambiado la humildad, la caridad y el amor por la púrpura,
el protocolo y la burocracia. Su reino no era de ese mundo y ese mundo le
despreció.