LAO TSE, EL HOMBRE SABIO
NO TIENE PRINCIPIOS FIJOS
Lao-tsé (c. 570-c. 490 a. C.), filósofo chino considerado el fundador del
taoísmo. La confusión en torno a su fecha de nacimiento radica en la leyenda
según la cual instruyó a Confucio; en realidad, si Lao-tsé existió fue en la
persona de un filósofo anónimo del siglo IV a. C. que atribuyó su trabajo a
este sabio legendario. Según la leyenda, Lao-tsé nació en la provincia de
Henan y fue bibliotecario de la corte. Se supone que dejó escrito el Tao
Te-King (Libro de la Vía y de la Virtud), el gran tratado filosófico chino,
cuando abandonó China para irse a vivir a un lugar desconocido de Occidente.
Con mucho el Tao Te-King es la obra literaria más traducida del chino y tuvo
una enorme influencia en el pensamiento y la cultura orientales. Este libro,
que cuenta con tan sólo 10.000 caracteres, fue redactado hacia el año 300
A.C. y parece ser una antología que recoge antiguas enseñanzas, aunque la
densidad de su estilo sugiere que es obra de un único autor. La mayor parte
del libro está compuesta por rimas y puede ser leído como un largo poema
filosófico. Enseña que "el camino" (dao) del mundo se realiza con mayor
aprovechamiento abandonando las categorías y los valores a favor de la
percepción espontánea. El sabio busca "no hacer nada" (wu wei) y deja que
las cosas sigan su curso natural; así, como estaba destinado a un monarca,
al rey que pretenda ser inteligente y apto se le recomienda que mantenga a
su pueblo en la sencillez y la pasividad para que así pueda amoldarse a la
naturaleza, auténtica menta del hombre. Relatos y mitos posteriores
integraron a Lao-tsé en la religión china, convirtiéndole en una deidad
principal de la religión taoísta que revelaba los textos sagrados a la
humanidad; algunas leyendas sostienen que tras salir de China se convirtió
en Buda.
Taoísmo
Taoísmo es un sistema
religioso y filosófico chino, que data del siglo IV A.C. Entre las escuelas
de pensamiento de origen chino, la influencia del taoísmo sólo ha sido
superada por la del confucionismo.

Principios básicos
del Taoísmo
Las creencias
filosóficas y místicas esenciales taoístas se encuentran en el Tao-te Ching
(Clásico del Camino y su poder), un texto que data del siglo III A.C.
atribuido a la figura histórica de Laozi (Lao-tsé), y en el Chuang-tzu, un
libro de parábolas y alegorías que también data del siglo III A.C., pero
atribuido al filósofo Chuang-tzu. Mientras el confucionismo exhorta a los
individuos a someterse a las normas de un sistema social ideal, el taoísmo
mantiene que el individuo debe ignorar los dictados de la sociedad y solo ha
de someterse a la pauta subyacente del universo, el tao (camino), que no
puede ni describirse con palabras ni concebirse con el pensamiento. Para
estar de acuerdo con el tao, uno tiene que "hacer nada" (wu wei), es decir,
nada forzado, artificial o no natural. A través de la obediencia espontánea
a los impulsos de la esencia natural propia de cada uno y al despojarse a sí
mismo de doctrinas y conocimientos, se alcanza la unidad con el Tao y de
ello deriva un poder místico (Tô). Este poder permite trascender todas las
distinciones mundanas, incluso la distinción entre la vida y la muerte. En
el orden sociopolítico, los taoístas pedían un retorno a la vida agraria
primitiva.
Historia del Taoísmo
Incompatible con el
desarrollo de una teoría política explícita, el taoísmo ejerció su mayor
influencia en la estética, en la higiene y en la religión chinas. Junto al
taoísmo filosófico y místico ya expuesto, el taoísmo también se desarrolló
en el ámbito popular como un culto en el que la inmortalidad se buscaba a
través de la magia y el uso de diferentes elíxires. La experiencia en
alquimia abrió el camino para el desarrollo, entre los siglos III y VI, de
diversos cultos basados en la higiene que pretendían prolongar la vida. Esto
evolucionó a un sistema general de higiene, todavía en práctica, que hace
hincapié en la respiración regular y en la concentración para evitar la
enfermedad y contribuir a la longevidad. En el siglo II D.C., aparecieron
organizaciones religiosas taoístas populares relacionadas con la curación
por la fe. Más tarde, bajo la influencia del budismo, grupos religiosos
taoístas adoptaron el monacato institucional y un interés por la vida futura
del espíritu bastante mayor que por la inmortalidad del cuerpo. La
organización básica de estos grupos fue la parroquia local, que mantenía a
un monje taoísta mediante diversas aportaciones. El taoísmo fue reconocido
como la religión oficial de China durante breves periodos de su historia.
Más tarde se desarrollaron varias sectas taoístas, y en 1019 se le otorgó un
extenso territorio en la provincia de Jiangsi (Kiangsi) al líder de una de
ellas. Los sucesores de este patriarca mantuvieron el control sobre esta
región y la supremacía nominal sobre el clero taoísta local hasta 1927, en
que fueron expulsados por los comunistas chinos. En la China contemporánea,
el taoísmo religioso tiende a fundirse con el budismo popular y con otras
religiones.
El libro del
Tao.
I El principio.
El Tao que puede
nombrarse no es el Tao eterno.
El nombre que puede
nombrarse no es el nombre inmutable.
La no existencia es
el principio del cielo y de la tierra.
La existencia es la
madre de todo lo que hay.
Desde la eterna no
existencia contemplamos en calma el misterioso principio del Universo.
Desde la eterna
existencia vemos con claridad las distinciones superficiales.
No existencia y
existencia son uno y lo mismo en su origen; sólo se separan cuando se
manifiestan.
Esta unidad se
denomina profundidad. La infinita profundidad es la fuente de donde se
origina todo lo que hay en el Universo.
II Asimilación.
Cuando conocemos que
lo bello es bello, también conocemos la fealdad que existe en el mundo.
Cuando conocemos que
el bien es el bien, entonces conocemos el mal que existe en el mundo.
De este modo, la
existencia sugiere la no existencia.
Lo fácil promueve lo
difícil.
Lo más corto surge de
lo largo por simple comparación.
Lo alto y lo bajo se
diferencian por el lugar que ocupan.
La voz y el tono se
armonizan uno a otro.
"Después" sigue el
recorrido de "antes".
Por esto el hombre
sabio actúa sin acción y enseña callando.
No se queda en la
obra cumplida.
III Apaciguar al
pueblo.
No alabes al sabio,
verás que el vulgo no rivalizará con él.
No valores las cosas
difíciles de obtener, verás que nadie se entregará a la codicia.
No mires lo que
provoca tu deseo, verás que tu mente no padecerá confusión.
Por eso, cuando el
sabio gobierna, vacía la mente de los hombres y llena sus vientres. Debilita
su ambición y fortalece sus huesos.
El pueblo queda
limpio: no conoce .lo que es malo ni desea lo que es bueno.
Así se impide el
triunfo del astuto.
El sabio gobierna sin
acción; luego, nada queda sin gobierno.
IV El vacío de
origen.
El Tao es un
recipiente hueco, difícil de colmar.
Lo usas y nunca se
llena.
Tan profundo e
insondable es que parece anterior a todas las cosas.
Redondea los ángulos,
desenreda las marañas, suaviza el resplandor, se adapta al polvo.
Tan hondo parece, y
sin embargo siempre está presente.
No se sabe de quién
es hijo.
Parece anterior a los
dioses.
V Realizar el vacío.
Ni el cielo ni a
tierra muestran benevolencia; tratan a las cosas del mundo como si fueran
perros de paja.
Tampoco el sabio es
benevolente; trata a las personas como si fueran perros de paja.
El espacio entre
cielo y tierra es como un fuelle: exhala vacío sin cesar.
Cuanto más se lo
mueva, tanto más exhalará.
Cuanto más se habla
de él menos se lo alcanza.
Es mejor mantenerse
en el centro.
VI Realizar la
imagen.
El valle y el
espíritu del valle nunca mueren. (valle espíritu del valle= yin yang)
Ambos forman la madre
secreta.
La puerta de la madre
secreta es la raíz del cielo y de la tierra.
Sutil,
ininterrumpidamente, permanece, perdura.
Se usa pero nunca se
consume.
VII Ocultar el
Resplandor.
El cielo dura
eternamente, la tierra permanece.
Eternos y permanentes
porque no buscan en sí mismos la razón de su existencia.
Por eso perduran.
Es así que el hombre
sabio se coloca en el último lugar y sin embargo es el primero.
Porque no piensa en
sí mismo, por eso sobrevive.
Es a causa de su
desinterés que su propio interés se realiza.
VIII La Naturaleza
espontánea.
La suprema verdad
procede como el agua. El agua llega a todas las cosas y las favorece, porque
no busca el poder.
El agua permanece en
los lugares que otros desdeñan.
Esto hace que se
parezca al Tao.
Viviendo halla la
alegría de vivir.
Sintiendo encuentra
el sentimiento.
Siendo amigo de todos
encuentra la armonía.
Ama la veracidad en
sus palabras.
Ama el orden y la
justicia en el gobierno.
Actúa con justa
medida y es oportuno en la acción.
Así, al no haber
lucha, no se impone, no existe el daño.
IX El uso de la nada.
Abandonemos las cosas
a sí mismas, no las llevemos hasta su último extremo.
Una hoja
permanentemente afilada pierde su filo.
¿Quién puede vigilar
una habitación llena de oro y piedras preciosas?
Riquezas, honores y
orgullo conducen a la destrucción cuando el poderoso se vuelve altanero.
Acabada la obra y
enaltecido el nombre, es bueno retirarse.
Ese es el Tao del
cielo.
X Lo que es posible
hacer.
Que tu cuerpo y tu
alma vital estén unidos en un abrazo sin separación.
Que el aliento vital
te vuelva tierno y fresco como tierno y fresco es un niño recién nacido.
Purifícate alejando
de ti las visiones demasiado profundas, para no gastarte inútilmente.
Amando a los demás,
gobernando a tu pueblo, aprende la sabiduría de la no acción.
¿Puedes abrir y
cerrar las puertas del cielo como una mujer?
Producir y cultivar,
producir y no poseer, producir y no almacenar, aumentar y no dominar.
Esta es la verdad
secreta.
Conociéndolo todo,
procede como si nada supieras.
XI La utilidad de la
nada.
Treinta rayos
convergen hacia el centro de una rueda, pero es el vacío del centro el que
hace útil a la rueda.
Con arcilla se moldea
un recipiente, pero es precisamente el espacio que no contiene arcilla el
que utilizamos como recipiente.
Abrimos puertas y
ventanas en una casa, pero es por sus espacios vacíos que podemos
utilizarla.
Así, de la existencia
provienen las cosas y de la no existencia su utilidad.
XII Represión del
deseo.
Los cinco colores
ciegan la vista del hombre.
Los cinco sonidos
ensordecen el oído del hombre.
Los cinco sabores
dañan el paladar del hombre.
La caza vuelve feroz
la mente del hombre.
Las cosas difíciles
de obtener lo vuelven cruel.
Luego el sabio
alimenta su vida interior y no sus sentidos.
Excluye lo uno y
persiste en lo primero.
XIII Evitar la
vergüenza.
La honra y la
deshonra son cosas que dan miedo.
La gloria y la
desgracia son como nuestro cuerpo.
¿Qué significa esto?
La honra es un
privilegio, la deshonra un mal.
Si se alcanza hay que
tener temor, si se los pierde hay que tener temor.
De un modo u otro
permanecemos en el temor.
Luego, la honra y la
deshonra son cosas que dan miedo.
Además, al cuerpo
debemos nuestra gloria y nuestra desgracia.
Si no lo tuviéramos,
¿cómo nos podrían sobrevenir?
Luego, aquel que
considera las cosas del mundo como considera la gloria de su propio cuerpo,
puede gobernarlas.
Y sólo a quien ama el
mundo como a su propio cuerpo se le puede confiar el mundo.
XIV Alabanza del
misterio.
Aquello que miramos y
no podemos ver es lo simple.
Lo que escuchamos sin
poder oír, lo tenue.
Lo que tocamos sin
asir, lo mínimo.
Lo simple, lo tenue y
lo mínimo no pueden indagarse.
Juntos se conjugan en
lo uno.
Revelado, no
deslumbra.
Oculto, no pierde su
luz.
Infinito, ni puede
ser definido.
Se esfuma en la no
existencia.
Es la forma de lo que
no tiene forma, es la imagen de la no existencia.
Es lo esquivo y
misterioso.
Lo puedes mirar de
frente, pero no verás su rostro.
Lo puedes seguir,
pero no lograrás ver su espalda.
Quien se apega con
fuerza al Tao primordial, gobierna la existencia de cada día y puede
adquirir la sabiduría primordial.
Esta es la iniciación
al Tao.
XV Manifestación de
la virtud.
Antiguamente, el
perfecto hombre del Tao era sutil, penetrante y tan profundo, que
difícilmente podía ser comprendido. Por eso trataré de describirlo:
Era prudente, como
quien cruza un río en invierno.
Cauto, como quien se
sabe rodeado de peligros.
Reservado, como quien
se siente huésped.
Desprendido, como el
hielo mientras se derrite.
Auténtico, como un
trozo de madera no trabajado.
Amplio como un valle.
Oscuro como el agua
turbia.
¿Quién es capaz de
aclarar lo oscuro, cuando ello deviene lentamente luz?
¿Quién es capaz de
aquietar lo turbio, cuando ello se aclara con lentitud?
¿Quién es capaz de
impulsar lo estancado, cuando ello progresa pausadamente?
Quien abraza el Tao
no desea la plenitud.
Precisamente porque
no ha alcanzado la plenitud, al declinar se renueva.
XVI Volver a la raíz.
Sea tu meta el máximo
de vacío.
Conserva la firmeza
de la paz.
Nacen las cosas y
entran en la existencia, pero desde allí la vemos regresar a su reposo.
Mira todas las flores
que florecen: cada una vuelve a su raíz.
Volver a la raíz es
encontrar el descanso.
Este descanso
significa regresión al destino.
Regresar al destino
significa durar constantemente.
Conocer lo constante
es estar iluminado.
Pero no conocer lo
constante es caer en la ceguera y el desastre.
Quien conoce lo
constante, lo abarca todo.
El que todo lo abarca
es justo con todos.
Lo universal es el
ritmo del cielo.
Y lo que está en
ritmo con el cielo, lo está con el Tao.
Y lo que está en
ritmo con el Tao perdura eternamente.
Aunque su cuerpo
muera, nunca perecerá.
XVII Costumbres
puras.
Acerca de los
antiguos, todo lo que se sabe es que existían.
Sus sucesores fueron
amados y alabados, y los siguientes fueron temidos.
Los que vinieron
después, aborrecidos.
Si no tienes plena
confianza, otros te serán infieles.
Entonces las palabras
rituales estaban medidas.
El mérito de las
obras tenía plenitud.
Todo el mundo decía:
"Estamos en armonía con nosotros mismos".
XVIII Decadencia de
las costumbres.
Al declinar el gran
Tao, surgen la rectitud y la bondad.
Cuando nacen el
conocimiento y la astucia, aparecen los grandes hipócritas.
Cuando las relaciones
familiares no son armoniosas, aparecen la "piedad filial" y el "amor".
Cuando la confusión y
el desorden reinan en los pueblos, se habla de patriotismo.
Sólo donde reina el
Tao reina el equilibrio.
Cuando el Tao se
pierde, todo se vuelve falso.
XIX Retorno a la
espontaneidad.
Renuncia al
conocimiento y no sufrirás.
Renuncia a la
sabiduría y deja de lado la erudición, y el pueblo será largamente
beneficiado.
Renuncia a la
benevolencia y rechaza la rectitud, y los hombres retornarán al deber filial
y al amor paterno.
Renuncia al engaño y
arroja la ganancia, y no habrá más bandido ni ladrones.
Sin embargo, estas
normas son externas e insuficientes.
Mejor es que el
hombre actúe libremente.
Muéstrate sencillo y
guarda tu naturaleza primordial.
Haz que tu "yo" sea
más pequeño y limita tus deseos.
XX Diferente de los
demás.
Entre el sí y el no,
¿qué diferencia existe?
Entre el bien y el
mal, ¿qué diferencia existe?
¿Es verdaderamente
temible eso que los hombres tanto temen?
Todo lo que puede
verse es como un desierto sin límites.
Los hombres están de
fiesta como en los días de los grandes sacrificios.
O cuando en primavera
se asoman a las terrazas.
Sólo yo permanezco
tranquilo, sin tareas que cumplir, como un niño que todavía es incapaz de
sonreir, siempre desamparado, como si no tuviese hogar.
Los demás viven en la
abundancia, sólo yo parezco pobre.
Es posible que mi
mente sea la de un loco, tan oscurecido y confuso me siento.
La gente vulgar da la
impresión de ser clara y brillante, sólo yo me muevo como una sombra.
Ellos son agudos,
seguros de sí mismos.
Yo estoy decaído y me
muevo como se mueve el océano.
Voy a la deriva, sin
asidero alguno.
Todo el mundo parece
tener algo que cumplir.
Sólo yo soy torpe y
estoy fuera de lugar.
Soy diferente , yo
encuentro paz y soporte en la madre que me nutre.
XXI La mente vacía.
La gran fuerza activa
se manifiesta, pero sólo siguiendo el Tao.
La naturaleza del Tao
es a la vez invisible e intangible.
Invisible e
intangible, pero tiene formas en su seno.
Invisible e
intangible, pero no carente de sustancia.
Y aunque la
naturaleza del Tao es oscura y sutil, no carece de esencia.
Esta esencia, siendo
invariablemente veraz, es fiel a sí misma.
A través de los
tiempos ha mantenido su pureza y ha sido el origen de todo lo que existe.
¿Cómo puedo saber que
así fue lo primordial?
Por Tao.
XXII Fomentar la
humildad.
Si te doblas, te
conservarás entero.
Si eres flexible, te
mantendrás recto.
Si estás vacío,
permanecerás lleno.
Consúmete, y serás
renovado.
Al que menos tenga,
más se le dará.
Al que más tenga, más
le será quitado.
Por eso el sabio está
consigo mismo y se vuelve arquetipo del mundo.
No se exhibe, luego
resplandece.
No se celebra, luego
es advertido.
No se alaba, luego es
alabado.
No se vanagloria,
luego es insigne.
Y porque no lucha,
nadie en el mundo puede luchar contra él.
"Si eres humilde, te
conservarás entero", dice un antiguo proverbio.
¿Quién es capaz de
considerar vanas estas palabras?
En verdad, el humilde
conserva su entereza.
XXIII Identificación
con el Tao.
Ser palco de palabras
es lo natural.
Una tormenta no dura
toda una mañana.
Una lluvia torrencial
no dura un día entero.
¿De dónde provienen
estas cosas? Del cielo y de la tierra.
Si el cielo y la
tierra no pueden hacer que estos cambios duren eternamente, ¿mucho menos el
hombre!
Quien sigue el camino
del tao, se identifica con el Tao.
Quien teme la virtud,
se identifica con la virtud.
Quien se abandona, se
identifica con el abandono.
Por éso, quien se
identifica con el Tao, recibe la bienvenida del Tao.
Y quien se identifica
con la virtud, recibe la bienvenida de la virtud.
Y quien se identifica
con el abandono, recibe la bienvenida del abandono.
Que no pida fé a los
demás quien no tiene fé.
XXIV La complacencia
nociva.
El que está en puntas
de pié, no está firme.
El que camina a
grandes zancadas no irá muy lejos.
El que se exhibe no
es luminoso.
El que se celebra
pasará inadvertido.
El que se exalta a sí
mismo no es excelso.
Estos, comparados con
el tao, son como "Exceso de alimento y desenfreno en la acción", hechos que
repugnan a todos.
Por lo tanto, quién
posee el Tao lo ignora.
XXV Representaciones
del misterio.
Hay un ser nebuloso
nacido antes que el cielo y la tierra.
Inmóvil, insondable,
permanece sólo y jamás se modifica.
Lo llena todo y jamás
se extingue, girando perpetuamente, sin peligro, madre de todas las cosas.
Desconozco su nombre,
pero obligado a llamarlo de alguna manera, lo llamo Tao, el trascendente.
Que trasciende
significa que avanza; avanzar es llegar lejos; y el que llega lejos vuelve
al lugar de origen.
Luego el Tao es
supremo, el cielo es supremo, la tierra es suprema y el rey es supremo.
Hay cuatro cosas
supremas en el Universo, y el hombre es una de ellas.
El hombre acata las
leyes del cielo.
El cielo acata las
leyes del Tao.
Y Tao, las de su
propia naturaleza.
XXVI La virtud de la
gravedad.
Lo de más peso es
soporte de lo de menos peso.
Lo inmóvil es el
poder que domina el movimiento.
Por eso el sabio,
aunque viaje todo el día, nunca se aleja de su punto de partida.
Y aunque viva rodeado
de homenajes, nunca pierde su apacible gravedad.
¿Cómo puede entonces
un señor dueño de diez mil carros de guerra comportarse con tanta ligereza?
Ser ligero es perder
la base.
Si se agita, perderá
el trono.
XXVII El empleo de la
habilidad.
Un buen caminante no
deja huellas.
Un buen orador nunca
duda ni se equivoca.
Un buen calculador no
necesita instrumentos de cálculo.
Un buen guardián no
necesita rejas ni cerrojos, y, sin embargo, es imposible abrir lo que él
cerró.
El que sabe atar no
usa cuerdas ni nudos, y, sin embargo, nadie puede desatar lo que él ha
unido.
Aunque el hombre
obrase mal, ¿porqué rechazarlo?
Por eso el sabio
elige ayudar a los hombres y no rechaza a ninguno.
Prefiere salvar las
cosas, no rechazar ninguna.
A esto llamamos doble
entendimiento.
Luego el hombre bueno
es maestro del hombre no bueno, y el hombre no bueno es su buen material.
Porque el buen
maestro no tiene interés, y no tiene apego a su material, permanece oscuro a
pesar de ser resplandeciente.
Esto es el secreto
esencial del Tao.
XXVIII Retorno a lo
primordial.
El que conoce el
principio masculino, pero se atiene al principio femenino, es como un
profundo cauce del mundo donde confluye todo bajo el cielo.
Siendo el cauce del
mundo, no deja la virtud constante, y regresa a lo primordial.
Quien conoce lo
luminoso, pero elige lo oscuro, se convierte en el eje del mundo.
Siendo el eje del
mundo, su poder es estable y no vacila.
Y, sin moverse,
vuelve al estado primordial.
El que conoce su
gloria y sigue siendo humilde, será el valle donde se erigirá el Universo.
Siendo el valle donde
se erige el Universo, posee la eterna virtud y regresa nuevamente a lo
informal.
Lo informal al
dispersarse produce todas las formas.
Es por eso que el
sabio, siendo señor de los vasallos, preside el imperio en su conjunto y no
se ocupa de detalles.
XXIX El no hacer.
Si un hombre quiere
darle forma al mundo, modelarlo a su capricho, difícilmente lo conseguirá.
El mundo es un jarro
sagrado que no se puede manipular ni retocar.
Quien trata de
hacerlo, lo deforma.
Quien lo aferra, lo
pierde.
Por eso el sabio no
intenta modelarlo, luego no lo deforma.
No lo aferra, luego
no lo pierde.
Hay quienes marchan
adelante, hay quienes marchan atrás.
Hay quienes
permanecen callados, hay quienes hablan.
Algunos son fuertes,
otros débiles.
Algunos medran, otros
perecen.
Luego el sabio
rechaza el exceso, la extravagancia y la propia complacencia.
XXX Contra la guerra.
El que está en el
camino del Tao, no refuerza el imperio de las armas.
Toda acción provoca
reacciones.
Sólo zarpas y espinos
nacen en el lugar donde acampan los ejércitos.
Después de la guerra,
siguen años de hambre.
El buen general
vence, y allí se queda.
No abusa de su poder,
no se sobreestima.
Vence y no se jacta,
vence porque es su deber.
Cuando las cosas
alcanzan su extremo, comienzan a declinar.
Eso es oponerse al
Tao.
Y lo que se opone al
Tao camina rápidamente a su fin.
XXXI Guardar las
armas.
Las armas más
valiosas son objetos nefastos, no son instrumentos para el hombre de Tao.
Las armas son
instrumentos de desgracia, no son instrumentos para el rey.
El hombre de Tao
utiliza como sitio de honor, en su hogar, la izquierda, y para las armas, la
derecha.
Sólo en los casos
inevitables hace uso de las armas.
Luego, si vence, no
celebra la victoria, no halla placer en ella.
Si hallase placer en
ella significaría que se complacía en la matanza de los seres humanos.
Pero el que se
complace en la matanza de los seres humanos no verá cumplida su voluntad.
XXXII La sabia
virtud.
El Tao es eterno, es
una noción sin nombre.
Sólo cuando hubo
necesidad de mencionarlo se le dio un nombre.
L que sabe dar
nombres debería saber que existe lo que no puede ser nombrado.
Si conoce esto,
conoce lo que nunca muere.
XXXIII
Discriminación.
Quien conoce los
hombres es hábil.
Quien se conoce a sí
mismo es sabio.
Quien vence a los
otros, es fuerte.
Quien se vence a sí
mismo, es poderoso.
Quien se conforma con
lo que tiene, es rico.
Quien mantiene su
propósito, es firme.
Quien permanece donde
encontró su hogar, perdura largamente.
Quien muere más no
perece, tendrá longevidad.
XXXIV Confianza en la
perfección.
El gran Tao fluye por
todas partes, hacia la izquierda y hacia la derecha.
Todas las cosas
existen por su mediación, y él no las rechaza.
Al darse es generoso,
y no exige ser retribuido.
Ama y nutre todas las
cosas, pero no se apropia de ellas.
Como es siempre no
existente, puede ser llamado pequeño.
Todas las cosas
regresan a él, pero no las reclama como su dueño: por eso es grande.
Porque no se
considera grande, la grandeza está en él.
XXXV La virtud
benevolente.
El que lleva en sí la
Gran Forma, hallará la plenitud.
Y vivirá en paz, sin
sufrir daño, en armonía.
El huésped de paso se
detiene cuando alguien le ofrece música y manjares, pero el tao es tan puro
que parece insípido por su falta de sabor.
Si se lo contempla,
no se lo ve.
Si se lo escucha, no
se lo oye.
Pero nunca se agota
si bebemos de él.
XXXVI La sabiduría
sutil.
Si quieres que algo
se contraiga, antes debes permitir que se expanda.
Si quieres que algo
se debilite, antes debes hacerlo fuerte.
Si quieres demoler un
edificio, antes debes edificarlo.
Para recibir, hay que
dar primero.
A esto llamamos
sabiduría sutil.
Lo débil y lo tierno
vencen lo duro y lo fuerte.
Que nunca salga el
pez de la profundidad del agua.
Las armas del reino
no se muestran al extranjero.
XXXVII El ejercito
del gobierno.
El Tao nunca actúa,
pero todo lo hace.
Si príncipes y reyes
pudieran retenerlo, todo se transformaría por sí mismo.
Si surgen deseos,
consérvarlos bien adentro, en aquella simplicidad imposible de definir.
Así, las cosas,
liberadas de su deseo de actuar, hallarán la paz.
Si no hay deseos,
todo fluye en paz.
Y el mundo se
enmienda por sí mismo.
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