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LOS JONIOS, LA MATERIA
Hacia
el año 1.100 a. C. los griegos comenzaron a fundar colonias en Jonia, costa
oriental del Mar Egeo (actual Turquía). Cinco siglos más tarde, por los años
580 a. C., unos griegos de Jonia inician la ciencia y la filosofía.
Los griegos de Jonia
empezaron a hacerse preguntas hasta entonces no acostumbradas. Ante sí
tenían otros hombres, parecidos pero diferentes, animales de tierra,
animales de aire, animales de mar, plantas de diferentes formas, piedras,
montañas, vientos, olas, estrellas que giraban, días y noches que se
sucedían; unas cosas parecían durar, otras desaparecían, otras se destruían
entre sí. Se preguntaron: ¿Qué explicación podemos dar a todo esto?
Aristóteles, refiriéndose a ellos, dice que buscaron la arjé de las
cosas; traduzcamos: "el principio las cosas", donde lo temporal de la
palabra principio se transforma en lo que constituye las cosas, lo que hace
que las cosas sean lo que son.
En la ciudad de
Mileto, un señor a quien conocemos por el nombre Tales (c. 640- c. 546)
consideró que la pregunta más importante a responder era ¿de qué están
hechas las cosas? Llegó a convencerse de que la respuesta no podía estar en
la pluralidad. A pesar del caos aparente, tiene que existir algo que es
común a todo, da permanencia a todo y da unidad al todo. Algo subyacente,
discernible por la razón aunque no por los sentidos. Una materia común que
perdura a pesar de los aparentes cambios y que explica esos cambios. Tales
de Mileto creyó que esa "sub-stancia", eso que está como debajo de todo, era
el agua o la humedad.
Lo del agua o la humedad habla del estado de la ciencia de aquel inicio.
Para el pensamiento filosófico importa mucho más lo otro: el entendimiento
de que tiene que haber algo común y permanente; sin ello el mundo no tendría
sentido.
"Lo que constituye el
mérito histórico del milesio es el concepto de principio originario de todo
ser, concepto que fue él el primero en ver y definir."
Anaximandro (c. 610-
c. 547) y Anaxímenes (c. 585- 528), ambos también de Mileto y discípulos de
Tales, pensaron igualmente que la pregunta fundamental era ¿de qué están
hechas todas estas cosas? E igualmente respondieron con una materia común,
perdurable y unificadora.
Anaximandro trata de
poner orden y clasificar las cosas y observa que hay cosas como opuestas a
otras, como en guerra con otras; la oposición primaria se da entre lo
caliente y lo frío, entre lo seco y lo húmedo. A veces ganan unos, a veces
otros. (Probablemente Anaximandro no distinguía todavía entre el "estado" de
una cosa, digamos caliente, y la cosa misma). Piensa que ni lo caliente, ni
lo frío, ni lo seco, ni lo húmedo, podría ser la substancia primaria del
universo. No podía ser el agua o la humedad, como había dicho Tales, porque
la humedad no engendra fuego, más bien lo apaga. Entonces, la arjé de
las cosas, el principio de las cosas tiene que ser una masa indiferenciada
(ni caliente, ni fría, ni seca, ni húmeda) de enorme extensión en la que los
elementos antagónicos estaban sólo de un modo latente o potencial. Llamaba a
esta masa apeiron, lo indeterminado.
Para Anaxímenes la
substancia primaria era el "aire" (en griego aer que en aquel tiempo
decía aire, vaho o niebla). En su estado natural es la atmósfera invisible;
pero puede condensarse en niebla y agua, y aun en substancias sólidas. El
"aire" en su forma más pura y más enrarecida era el elemento de la vida.
Este elemento está aprisionado en el cuerpo de todo animal y de todo ser
humano, es su alma.
Un discípulo decía: el alma es "una pequeña parte de dios", entendiendo por
"dios" el universo. Si el aire en su forma más enrarecida es la vida y es el
alma de los vivientes, y si el alma es parte del dios-universo, el universo
seguía siendo para estos filósofos un ser viviente, muestra de pensamiento
pre-racional del que aún no logran separarse enteramente. Es curioso
observar cómo estos hombres que por primera vez pretenden explicarse el
mundo en que viven con sólo el instrumento de su razón, al enfrentarse al
fenómeno de la vida, como que no pueden con él y vuelven a respuestas
pre-racionales. Bien mirado el asunto, sin embargo, su incapacidad para
explicar la vida nos habla simultáneamente de su capacidad de comprender que
el fenómeno de la vida era algo muy por encima de todo lo demás. Aunque en
otros asuntos evitaban el lenguaje de la religión de su tiempo, llamaron
"dios" a la substancia primera, a la arjé que creyeron descubrir. Así
lo hizo Anaximandro con su "apeiron" y Anaxímenes con su "aire". Se atribuye
a Tales la frase: "todo está lleno de dioses".
Los
Jonios, creían que el universo en su totalidad era una criatura viviente. El
aire o aliento no sólo rodea el universo sino que impregna todo y le da
vida. Ese mismo aire o aliento da vida a las criaturas vivientes
individuales. El aliento o vida del hombre y el aliento o vida del universo
infinito y divino eran esencialmente lo mismo. El universo era uno, eterno y
divino. Los hombres son muchos, divididos y mortales. Pero la parte esencial
del hombre, el alma, no es mortal porque es un fragmento del alma divina,
separada y aprisionada en un cuerpo mortal.
El fin del hombre es
librarse de la corrupción del cuerpo y, convirtiéndose en espíritu puro,
volver a unirse al espíritu universal. Mientras no lo consiga, el alma se
irá reencarnando repetidamente no sólo en cuerpos humanos sino también en
otros seres. El hombre, pues, es pariente de todos los demás. Más aún, todo
tiene una relación de parentesco con todo. Este principio fundamental del
pitagorismo viene de antiguas creencias similares a las que los antropólogos
han encontrado en otros pueblos primitivos. ¿Qué tiene que ver esto con
filosofía?
Pitágoras,
ciertamente filósofo, introdujo el modo filosófico cuando explica el camino
de la purificación y unión con lo divino. El camino de los otros era de
ritos externos. El de Pitágoras, aunque conserva los ritos, insiste en la
compresión de la estructura o forma de las cosas buenas. El estudio de los
seres vivos individuales nos lleva a la compresión de que son organismos, es
decir, sus partes no son partes sueltas sino partes estructuradas,
subordinadas al fin de mantener vivo al todo (la palabra griega organon
significa instrumento). La vida plena y eficaz dependen de la organización.
Así es el mundo. El mundo es bueno y vivo y divino porque es un todo
organizado y sus partes obedecen a un orden. La forma del mundo es ordenada.
Para Pitágoras, sólo
lo limitado puede estar sujeto a un orden. Dicho de otra manera, sólo lo
limitado puede tener partes relacionadas entre sí, subordinadas las unas a
las otras. De ahí que lo limitado es bueno, y lo ilimitado es malo porque no
puede ser ordenado. Llamó al mundo cosmos, palabra intraducible que
mezcla referencias a orden, correspondencia y belleza.
Si el fin del hombre
es irse convirtiendo en espíritu puro para identificarse con el kosmos
viviente, el camino es estudiar cómo actúa y cómo es ese kosmos. Este
conocimiento capacita al hombre para ser un kosmos en pequeño, imitando la
estructura, la forma, el orden del universo.
Hasta ahora los
filósofos han buscado algo permanente para explicar el mundo en que vivían,
a lo que Pitágoras ha añadido el orden y la armonía. Pero, mientras los
atenienses avanzaban hacía su democracia, el pensamiento griego en general
también se desarrollaba y ya no resultaba natural aceptar una única
substancia material como principio de todo. Además, las explicaciones que
daban de la variedad de las cosas, de sus cambios y movimientos, no parecían
convincentes. Surgieran así nuevos filósofos que trataron de responder a
esas preguntas.
Hacia finales del
siglo VI o comienzos del V, Heráclito (C. 544- 484) contradice todo lo
anterior afirmando que nada es permanente y no existe armonía. Lo que vive,
vive por la destrucción de otra cosa. El fuego vive por la muerte del aire.
Lo que parece armonía es tensión de opuestos. La base del equilibrio es la
lucha; la lucha es buena en sí puesto que es la fuente de la vida. La
arjé (principio) ya no es agua o aire o apeiron sino devenir
puro, mero fluir.
El fuego proporciona
una especie de símbolo del mundo. Es la mejor expresión de sus dos
principios centrales: 1º) todo nace de la lucha y 2º) todo está en constante
flujo. El fuego vive consumiendo y constantemente cambia de materia. Como
así es el mundo, podemos decir que es una especie de fuego.
La respuesta que da
Parménides (c. 540- 470) es exactamente la contraria a la de heráclito y un
regreso a la materia única: los cambios y la veriedad de las cosas del mundo
tienen una explicación: son pura ilusión. El movimiento es imposible. La
realidad es una substancia simple, inmóvil e inmutable.
En griego, el verbo
ser significa existir. Parménides tomó esto muy en serio. Decir que una cosa
es tal cosa, es decir que existe. Por lo tanto, decir que el aire se
convierte en agua es una mentira y un disparate porque si ya no es aire ya
no existe y el agua, que no era, no existía. Si aceptamos el cambio
aceptamos que lo que es se convierte en lo que no es, lo que existe en lo
que no existe. Tampoco existe el movimiento, porque si existiese movimiento
existiría espacio vacío, pero espacio vacío sería lo que no es, lo que no
existe.
El mundo real, por
tanto, es un algo inmutable e inmóvil. ¿Pero no nos dicen lo contrario los
sentidos? Sí, y es pura ilusión. Sólo la mente capta la verdad. Parménides
fue el primero en exaltar lo inteligible a expensas de los sensibles y pone,
así, a los griegos en la senda del trabajo abstracto de la mente solo, senda
para la que los griegos dieron muestras de bien dotados. Pero el desinterés
de Parménides por los fenómenos de los que nos informan los sentidos, puso a
la ciencia europea según opinan algunos en un camino equivocado y que duró
más de mil años.
Para Empédocles (c.
492- 432) la arjé eran cuatro elementos que él llamaba "raíces"
(raíces de todo lo demás): la tierra, el agua, el aire y el fuego. Las
combinaciones diversas de estas cuatro raíces explicaban la diversidad de
las cosas. Vuelve, pues, siguiendo a Pitágoras, a la importancia de la
estructura o forma de las cosas.
Cada una de las
cuatro raíces son algo último e irreductible. Ni nacen ni perecen. De ellas
se desprenden partecitas que, juntándose con partecitas de las otras, hacen
combinaciones nuevas. Lo que los hombres llaman aparecer y desaparecer es
este mezclarse y separarse de las partes. El devenir, por tanto, es un mero
cambio de lugar de las partes o elementos constitutivos. "Aun cuando no
fueran verdaderos elementos los que él tomo por tales...mérito será siempre
de él haber tenido con exactitud la idea de elemento."
Pero ¿qué hace que
estas "raíces" se combinen de diversa forma? Por primera vez se piensa gran
paso hacia la verdad que debe haber una causa motriz, distinta e
independiente de la materia de que están hechas las cosas. El cree necesario
aceptar que son dos causas motrices, como dos fuerzas, que llama "amor" Y
"lucha". Fuerzas Como de atracción y repulsión. El "amor" hace que los
hombres hagan el bien; la "lucha" hace que hagan el mal. Por ser estas
fuerzas distintas de la materia de las cosas, ¿estamos ya dando también el
paso del reconocimiento de que existe algo que no es materia? Por la forma
de hablar de Empédocles no parece que su concepción de estas fuerzas sea
algo no material.
Este nuevo paso lo da
Anaxágoras, (c. 500- 428) quien vivía en Atenas en tiempos de Pericles. No
sólo afirma con Empédocles que debe haber una causa motriz distinta e
independiente de la materia de que están hechas las cosas, sino que añade
que esta causa motriz no es materia, es espíritu y gobierna al mundo, le da
orden.
El paso conlleva un
doble avance: 1º) Ser no significa siempre ser material; la inteligencia
de Anaxágoras descubre un nuevo modo de ser: el ser espiritual. 2º) Puesto
que el espíritu gobierna al mundo, lo somete a un orden, el mundo y sus
cosas tienen un propósito; es lo que más tarde se llamará causa final;
además de buscar la causa motriz hay que buscar también la causa final, la
que descubre el sentido, el propósito, la orientación de las cosas, el
porque de la vida.
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