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INTERDEPENDENCIA
La
relaci ón
humana y espiritual se basa en una madura y equilibrada interdependencia. La
interdependencia es mutua ayuda, armonía de actitudes y comportamientos,
sinceridad y anhelo de compartir. La persona interdependiente se valora a sí
misma y valora a los demás en su justo valor. Aprecia a los demás, les
comprende profundamente en su alegría y en su dolor y se presta
generosamente a colaborar con ellos, pues cuida de sí misma y cuida de los
demás.
Nadie puede ser totalmente
independiente, pero tampoco uno debe volverse dependiente y perder la conexi ón
con su propio ser, buscando en los demás luz prestada. Así como uno siente,
se relaciona. Cuando una persona no ha madurado lo suficiente y se encuentra
condicionada por la ignorancia, por carencias emocionales y fisuras
afectivas, tienden a surgir relaciones neuróticas que tienden al afán de
dominio, la hostilidad, la dependencia o a la docilidad morbosa, la
simbiosis u otros modos de relación no lo bastante maduros y equilibrados. A
menudo, aunque las personas que configuran esas relaciones no sean
conscientes de ellos, juegan enrarecidas funciones psicológicas que no
invitan precisamente al crecimiento interior ni a la libertad psíquica. La
espiritualidad crea una sana interdependencia en la que afloran los lazos
afectivos más
verdaderos y sanos.
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