Una comunidad, pidió a un sabio que les impartiese enseñanza en forma
de discursos, ya que no concebían otra forma de aprendizaje. Después de
mucho insistir, éste accedió.
Dirigiéndose a la asamblea, preguntó:
“¿Saben de que voy a hablar en el discurso de hoy?”
No -Contestaron todos al unísono-
“Pues, si no saben siquiera de lo que voy a hablarles, ¿cómo van a
aprender nada? -dijo el sabio antes de marcharse-
Los miembros de la comunidad volvieron a buscarlo.
El sabio preguntó de nuevo a la asamblea cuando regresó:
“¿Saben hoy de que les hablaré?”
Sí -Contestaron ésta vez habiéndose puesto previamente de acuerdo-
“Pues si ya saben de que voy a hablar, no me necesitan” replicó el
maestro, y volvió a marcharse.
Nuevamente lo convencieron los miembros de la comunidad para que
hablase, esta vez concluyeron que lo mejor sería contestar unos, que sí
sabían de lo que hablaría y otras que no, en caso de que volviese a
preguntar.
En efecto, reunidos todos esperando el discurso del sabio, éste
preguntó:
“¿Y hoy saben de que les hablaré?”
“Unos sí lo sabemos y otros no” -respondieron-
“En este caso” -dijo el maestro-, “que los que saben instruyan a los
que no lo saben”.
Dicho lo cual, se marchó y no regresó más.